El regreso al mundo es necesario pero no suficiente para volver a la prosperidad

Volver al mundo. Así define el presidente, Mauricio Macri, su paso de estos días por el Foro Económico de Davos. Hoy mismo se encontrará con el vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y con los primeros ministros de Gran Bretaña, David Cameron, y de Israel, Benjamin Netanyahu, para citar tres de los encuentros más trascendentes. La Argentina pedirá reinsertarse en la OCDE (la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) y el ministro de Finanzas, Alfonso Prat Gay, no tuvo problemas en admitir que también se permitirá que el Fondo Monetario vuelva a auditar las cuentas públicas del país siempre dramático.


Son naciones y organismos con los que la Argentina estuvo en conflicto, más o menos intenso, durante los años del kirchnerismo. ¿Significa esto que la economía logrará resurigr más rápido simplemente por la cercanía de los poderosos del planeta? Claro que no. El reencuentro con las reglas de juego internacionales es imprescindible para crear un escenario de mayor confianza y una predisposición diferente para las inversiones externas que tanto necesita el país desde que las reservas monetarias comenzaron a descender y se cayó al default.


Pero todas estas señales serán inútiles si no van acompañadas de vigorosas decisiones internas. La baja de la inflación, la reducción del déficit fiscal, el regreso al crecimiento, la explosión de la obra pública para generar la infraestructura estatal y la reactivación del empleo serán las únicas garantías de un cambio de expectativas que modifique el inquietante panorama actual. Ese que muestra la debilidad estructural de la Argentina en un mundo donde nuevas tormentas se ensañan con el futuro inmediato de los países emergentes y el pesimismo económico no para de ganar terreno.

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