En el comando albertista aprovecharon la (mala) experiencia pasada para no tropezar con la misma piedra que Scioli en 2015 cuando anunció por anticipado su gabinete. Por un motivo fundamental: cada ministro entronizado deja un tendal de heridos desilusionados. Sin embargo, con los tiempos acelerados de una pseudo transición forzada por la contundencia de las PASO, son inevitables las intrigas palaciegas en las oficinas de México al 300 de Alberto Fernández, que ven más tráfico que la Quinta de Olivos.
Sus habituales, a ojos de la política, son funcionarios sin asumir: desde Santiago Cafiero, pasando por la cofradía del PJ porteño como quien consiguió ese edificio (Juan Manuel Olmos), hasta intendentes del primer anillo del albertismo (Gabriel Katopodis) o el cristinista más albertista Eduardo "Wado" De Pedro.

Más sospechosos para la danza de nombres son, por obvias razones, los cónclaves fuera de ese despacho con una vereda que suele refugiar una guardia periodística. Como el almuerzo de Florencio Randazzo con quien fuera su jefe de campaña 2017. "No hubo ningún ofrecimiento", repite el entorno del ex ministro pero en Chivilcoy ya lo imaginan volviendo, al menos, a Transporte.
Alberto ya tuvo dos renunciamiento públicos: el gobernador Juan Manzur que dijo que seguiría en Tucumán y Ginés González García que desestimó volver a Salud en CNN radio el sábado.
"Va a ser por consenso", prometen sobre el armado ministerial en el Instituto Patria, si bien admiten que Cristina Fernández de Kirchner podría ejercer algún "veto". Auguran un "gabinete cohesionado" entre los distintos espacios del frente.
El concepto de "equipo productivo" abarca tanto a nivel nacional como el más enigmático gabinete bonaerense. En sintonía con su campaña austera arriba de un Renault Clio en soledad, poco se sabe de la (más probable aún hoy en una provincia sin ballottage) administración de Axel Kicillof.
Ningún intendente admite que le haya preguntado por su eventual equipo al ex ministro de Economía, pero ellos mismos cuentan lo que responde el candidato: "Primero tenemos que ganar". También se lo escuchó analizar que espera ver un diagnóstico real de la herencia vidalista para "elegir mejor los perfiles" para cada ministerio.
No los hay tanto pero los hay: como ocurre en el albertismo, el primer anillo de colaboradores que rodea al postulante también son subidos a la danza de nombres. Comenzando por Carlos Bianco, su jefe de campaña y dueño del "kicimóvil".
Estamos #RecorriendoBuenosAires, pueblo por pueblo, municipio por municipio. De esta manera hicimos campaña y así queremos gobernar la provincia. Escuchando a todos, hablando con todos y entre todos.#Llegando ☀#AxelGobernador pic.twitter.com/B425WaUmLT
— Axel Kicillof (@Kicillofok) September 25, 2019
Suenan también funcionarios de su gestión como Augusto Costa, Paula Español o su amiga Cecilia Nahón. Junto a Cristian Girard o Javier Rodríguez, entre otros, son los encargados del team económico que están diagnosticando la provincia.
¿Y los intendentes? En el Patria no descartan que alguno se sume a la gestión pero los pesos pesados del Conurbano hoy, dicen, están más preocupados en cargos de organismos con caja como IOMA o Lotería. "No le debe nada a nadie", repiten en el cristinismo para destacar que Kicillof llegaría al poder incluso con una inicial resistencia del statu quo bonaerense.
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