Arranca una ronda clave para sellar el acuerdo Mercosur-UE
Los negociadores se ven las caras en Bruselas, en la última cita del año. El Gobierno guarda la expectativa de anunciar una alianza antes de la conferencia ministerial de la OMC
Luego de juntar al gabinete en pleno, Macri se quedó a solas con el canciller Jorge Faurie, el secretario de Relaciones Económicas Internacionales, Horacio Reyser, y el secretario de Comercio, Miguel Braun, conociendo el estado actual del ambicioso proyecto de integración transcontinental, que aún tiene varios interrogantes abiertos.
Con una semana de discusiones por delante, en la Casa Rosada se entusiasman con poder anunciar la próxima semana, o en el marco de la conferencia ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC), por celebrarse del 10 al 13 de diciembre, que ambos bloques llegaron a un acuerdo para ensamblar sus economías. Se tratará, sobre todo, de una señal al mundo en momentos en que cunde el escepticismo sobre el intercambio global.
Pese a la preocupación que genera en el ambiente industrial, el Gobierno sostiene que un acuerdo de asociación aumentará los flujos de comercio, con beneficio directo para las economías regionales, e impactará directamente en el aumento de la inversión extranjera, para favorecer la creación de empleo.
Desde la última ronda de deliberaciones, que tuvo lugar semanas atrás en Brasilia, son varios los capítulos con temas pendientes. En el intercambio de bienes, el bloque sudamericano exige que se incrementan las cuotas para el acceso de carnes y bioetanol, fundamentales para hablar de acuerdo. Sin embargo, Francia, Irlanda y Polonia advirtieron recientemente que un cambio sobre la oferta ya presentada puede dañar a sus productores locales, que son subvencionados.
A su vez, Alemania reclamó a la Comisión Europea, que negocia en nombre de los 28 países del bloque, que el Mercosur reduzca las canastas que protegen del ingreso de bienes industriales en plazos que van de los cinco a los 15 años. Y aunque el comercio de bienes agrícolas e industriales son las monedas de cambio de ambos bloques, resulta difícil pensar en que se realicen modificaciones sustantivas.
Otros puntos sin consenso hacen a las barreras técnicas al comercio y a las medidas sanitarias y fitosanitarias. Los sudamericanos quieren asegurarse un ingreso cierto al viejo continente, que muchas veces obstaculiza la llegada de productos argumentando razones científicas o ambientales sobre la producción de los bienes y sus normas de calidad, mientras que los europeos objetan las trabas en el traslado de mercancías adentro de la unión aduanera.
A lo dicho se añade el capítulo sobre Propiedad Intelectual, que toca sensiblemente a la industria farmacéutica. Las discusiones de los negociadores hacen al resguardo de patentes, datos de prueba, secretos comerciales y demás. También, el viejo continente exige que no se comercien productos que en Europa están resguardados con denominaciones de origen protegidas (como ocurre con el queso roquefort), algo que el Mercosur no acepta, aunque hay un texto consolidado.
Otras partes del acuerdo que se negocia hacen a la integración de los bloques, el fortalecimiento institucional y la consolidación de posiciones comunes de cara al mundo. Allí, al parecer, no quedan asuntos pendientes.