Alberto cruzó de sorpresa al Uruguay para discutir el comercio por la hidrovía y el futuro del Mercosur

Fernández fue invitado por el mandatario oriental, Luis Lacalle Pou, a comer un asado a su residencia de descanso, en Colonia. El vecino país tiene reparos la administración que se le dará a la hidrovía Paraná-Paraguay, clave para las exportaciones de ambos países. 

Sorpresivamente, Alberto Fernández viajó al mediodía del jueves Uruguay para compartir una reunión informal con el presidente de ese país, Luis Lacalle Pou, quien lo recibió en el Parque Aarón Anchorena, una residencia de descanso que utilizan desde hace décadas los mandatarios de la Banda Oriental, a la vera del Río de la Plata, en las afueras de Colonia. 

Se trata de la primera reunión bilateral entre ambos mandatarios. El uruguayo había viajado a la asunción del argentino en diciembre pasado, cuando era apenas presidente electo. Fernández había prometido asistir a su toma de posesión, ocurrida el pasado 1° de marzo. Sin embargo, la cita se truncó por la decisión del argentino de permanecer en el país y enfocarse en el discurso que dirigió a la asamblea legislativa con ocasión del inicio de sesiones ordinarias en el Congreso.

La escapada al otro lado del "charco" fue organizada directamente por los mandatarios con la anuencia del canciller uruguayo, Francisco Bustillo. De hecho, Fernández no estuvo acompañado por el canciller Felipe Solá, sino por su amigo personal Alberto Iribarne, embajador argentino en Montevideo. Hasta la media tarde, ambos gobiernos evitaron confirmar el encuentro y mantuvieron en total hermetismo la agenda.

Fue el canciller Bustillo, íntimo amigo de Alberto, que a su vez tiene hace décadas trato con el padre del actual presidente uruguayo, Luis Alberto Lacalle de Herrera, quien dejó entrever parte del encuentro, que se prolongó por más de tres horas.

Según el ministro de Exteriores, los uruguayos plantearon "consideraciones" e "inquietudes" sobre el desarollo la hidrovía Paraná-Paraguay, que supone la realización de una serie de obras para conseguir convertiir los mencionados ríos en un solo canal navegable por embarcaciones de gran calado, los 365 días del año. Esta obra ocurriría a partir de un acuerdo entre la Argentina, Bolivia, Paraguay, Brasil y Uruguay, en zonas de jurisdicción compartida, y otras de exclusiva soberanía argentina, y reduciría sensiblemente los costos logísticos que hoy afrontan los exportadores.

Alberto y Lacalle Pou se volvieron a encontrar luego de 11 meses.

El recambio de gobierno, la crisis económica y la pandemia de coronavirus obligaron al Estado a extender el contrato a los actuales administradores del canal, la empresa Hidrovía S.A., una sociedad entre la argentina Emepa y la belga Jan de Nul, y comenzar a transitar un nuevo proceso para la presentación de pliegos.

Meses atrás, Fernández firmó con los gobernadores de Misiones, Chaco, Corrientes, Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires un acuerdo para crear una sociedad estatal que administre la vía de navegación, con la consecuente participación en el negocio. Adicionalmente, el próximo año saldrá a licitación el calado y mantenimiento del espacio fluvial, por el que compiten al menos cuatro empresas y otra de China.

La entrada a la Hidrovia Paraná-Paraguay sucede por el canal de jurisdicción uruguaya. Este es el camino más rápido y efectivo, pero el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, quiere desplazar a los uruguayos favoreciendo el dragado del canal Magdalena, que en sí es más costoso. Tomar en cuenta la iniciativa promovida desde La Plata atentaría directamente contra los intereses uruguayos.

Adicionalmente, Fernández y Lacalle intercambiaron posiciones sobre el rumbo del Mercosur, en los que ambas administraciones tienen posiciones contrapuestas. Mientras Uruguay pretende desde hace años flexibilizar normas para negociar un acuerdo de libre comercio bilateral con China, Argentina y Brasil se oponen.

A la vez, el Gobierno argentino quiere reenfocar la agenda de relacionamiento externo y negociar nuevas condiciones para el comercio con economías menos competitivas, en vez de priorizar la agenda que Jaír Bolsonaro y Mauricio Macri diseñaron, con acuerdos pendientes con Canadá, Corea del Sur, Singapur, el Líbano e Indonesia, entre otros. En la Cancillería de Felipe Solá hablan más bien de enfocar esfuerzos hacia Perú, Ecuador, Colomia, América Central, Medio Oriente y el África subsahariana.

En el plano político, Fernández aprovechó el viento de cola que le trajo la elección de Joe Biden en los Estados Unidos, y la toma de posesión de Luis Arce en Bolivia, para invitar a Lacalle Pou a una participación más activa en el plano regional, acaso distanciándose del papel que juega Brasil en la actualidad. Bustillo dijo a la salida del encuentro que los asistentes hablaron "de los encuentros regionales y latinoamericanos que nos debemos", y admitió la posibilidad de que el Uruguay juegue un papel más determinante en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), la apuesta de Fernández para reavivar la integración del subcontinente.

El asado de camaradería que cocinó el propio mandatario uruguayo en su residencia fue la primera salida al exterior de Alberto Fernández desde que se inició la pandemia, y es la primera vez que va a Uruguay como presidente.

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