A la Casa Rosada le falta mostrar la hoja de ruta

Mientras Guillermo Moreno era el zar de la economía, la inflación no era un problema; el déficit comercial se ajustaba con restricciones telefónicas y la falta de inversión por parte de las empresas era un ardid especulativo con el que se buscaban torcer decisiones del Gobierno. Todo se resolvía con mayor presencia del Estado y la prioridad oficial era defender a ultranza un nivel de consumo que se sostenía, cada vez más, gracias a un gasto público creciente que se financiaba con emisión monetaria.

El ascenso de Jorge Capitanich y Axel Kicillof introdujo la sensación, entre inversores y empresarios, de que los principales problemas comenzaban a ser reconocidos y, con ello, a trabajarse en políticas para revertir sus efectos.

Lo hecho hasta ahora no logró calmar la ansiedad de quienes tienen que tomar decisiones de inversión. La inflación, una de las asignaturas a domar, enciende nuevas luces amarillas. El acuerdo de precios es limitado, y se sabe poco y nada sobre cómo se ensamblará con la nueva medición que hará el Indec. Entre el excesivo mutismo de Economía y el declaracionismo del jefe de Gabinete, asoma una sensación preocupante: que el Gobierno no tiene en claro su propia hoja de ruta.

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