Una visible sensación de despecho corre en el kirchnerismo desde la protesta callejera del 8N y el desafío gremial del 20N. Comenzaron los pases de factura ante la comprobación del cambio de humor social y el intento de algunos dirigentes importantes de mostrarse diferentes al Gobierno.

Empezó De la Sota la semana pasada, incomodando a una ministra enviada por Cristina, y siguió la andanada de la CGT Azopardo y sus aliados.

La respuesta oficial apuntó directo a sus ex socios. La comparación que lanzó Aníbal Fernández contra Hugo Moyano, comparándolo con Augusto Timoteo Vandor, aquel líder metalúrgico que en medio del exilio de Perón imaginara el proyecto de encolumnar al movimiento peronista pero sin el General a la cabeza, tiene una lectura bastante directa: el camionero “traidor” -que ya se mostró con Scioli y Macri- quiere quedarse con un peronismo sin Cristina.

La evidente dificultad del Gobierno para imaginar un escenario propicio para habilitar una re-reelección de la Presidenta ha alimentado los aprestos electorales en todas las vertientes peronistas. Pero lo que más enoja en lo alto del Gobierno es que lo que esperan algunos dirigentes es prepararse para un kirchnerismo sin Cristina o, más bien, un kirchnerismo que reconoce a Néstor –y no a la actual Presidenta- como su paradigma original.

El propio Moyano lo hizo público. “Con Néstor la relación era diferente”, había dicho antes de la pelea fuerte con Cristina, pese a toda la historia que precedió al fallecimiento del ex presidente.

Cristina también pelea por la potestad del peronismo. “Estos no son lo dirigentes que querían Perón y Evita”, les devolvió la Presidenta a los gremios en su mensaje post 20N. Curioso: había pedido tiempo atrás en un acto oficial dejar de usar las figuras de Perón y Eva para referenciarse en la política.