Pagar en efectivo por falta de crédito no compensa los ahogos de la economía

La presidenta Cristina Kirchner presentó el pago a los tenedores del Boden 2015 como "el capítulo final del gran endeudamiento". Fue en un nuevo discurso transmitido por cadena nacional, en el que celebró como un acto patriótico el hecho de que la Argentina no tenga crédito internacional y que, en consecuencia, tuviera que sacar de sus reservas la totalidad de los u$s 5900 millones que depositó a los inversores.


El acto cumplido ayer demostró que el Gobierno no quiere afectar su reputación de pagador de deuda nueva. Pero los inversores y los empresarios no terminan de valorar ese esfuerzo, porque saben que para hacerlo posible la economía afronta un alto sacrificio en términos de actividad, inversión y en consecuencia, empleo. Las restricciones al flujo de dólares, vale recordarlo, comenzaron a fin de 2011, meses después de que el decreto que habilitó el pago a acreedores con reservas del Banco Central despertara una persistente fuga de capitales.
La falta de resolución del pleito con los fondos buitre profundizó la falta de financiamiento (el kirchnerismo se negó a explorar vías de negociación, poniendo el relato por encima de su solidez cambiaria).

El desendeudamiento se transformó en un título hueco. De hecho, el Gobierno no tendrá más remedio que pagar 9% en dólares -en un mundo donde la tasa es cercana a cero- para que le presten dólares a través del Bonar 2020. Es eso o arriesgarse a que la sangría de reservas se transforme en gangrena. Ese sendero no es para festejar.

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