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Javier Milei regresó a uno de los ámbitos donde su discurso encuentra mayor sintonía política e ideológica. En la cena de fin de año de la Fundación Faro, el Presidente combinó referencias al escenario internacional, definiciones culturales y una defensa cerrada de su programa económico, en un mensaje dirigido a un auditorio afín y sin concesiones retóricas.
Desde una condena al terrorismo islámico hasta elogios a la reciente victoria electoral de José Antonio Kast en Chile, el mandatario trazó un hilo conductor basado en la noción de libertad como valor central y en la necesidad de confrontar, sin ambigüedades, lo que definió como las expresiones contemporáneas del estatismo y el progresismo.

El encuentro se realizó en un contexto político regional que el propio Milei leyó como favorable a las ideas que promueve desde su llegada al poder. La cena de fin de año de la Fundación Faro coincidió con el clima de celebración que dominó al oficialismo tras la victoria electoral de José Antonio Kast en Chile, interpretada por el Presidente como una señal de avance regional de las fuerzas de derecha.
Apenas se conocieron los resultados, Milei celebró públicamente el triunfo del dirigente chileno y lo definió como “un paso más de nuestra región en defensa de la vida, la libertad y la propiedad privada”, en un mensaje que reforzó su lectura del escenario sudamericano como parte de una disputa ideológica más amplia.
En ese marco, volvió a presentar la reducción del Estado y el ajuste fiscal no solo como una política de gobierno, sino como parte de una disputa cultural más amplia que, según afirmó, excede a la Argentina y atraviesa a Occidente.
En ese mismo marco, Milei volvió a cuestionar el rol del Estado como administrador de recursos ajenos y presentó esa crítica como uno de los ejes centrales de su visión económica.
“La peor forma de gastar es gastar el dinero de otros en otros”, sostuvo, y definió al Estado de bienestar como un esquema condenado al fracaso porque, según afirmó, el político “no experimenta el costo que sufre el sector privado” ni conoce mejor que los ciudadanos cuáles son sus prioridades.
Desde esa premisa, defendió la reducción del gasto público como la principal política de gobierno y aseguró que su administración bajó “el déficit fiscal consolidado de quince puntos del PBI a cero”, además de reducir “dos puntos y medio del PBI de impuestos”. En ese sentido, ratificó que el Ejecutivo mantuvo el rumbo de ajuste: “Vamos a seguir por el mismo camino, bajando el gasto y bajando impuestos”.
El Presidente también dedicó un tramo de su exposición a elogiar al ministro de Economía, Luis Caputo, a quien presentó como una figura central del proceso de ordenamiento macroeconómico. “Gracias por ser el mejor ministro de Economía de la historia”, afirmó, en medio de aplausos, antes de retomar sus críticas al estatismo.
Milei sostuvo que uno de los errores centrales de la izquierda fue “concebir al Estado como un dios que está por encima de los hombres” y advirtió que, en la práctica, ese aparato se transformó en “un botín de dinero y poder a ser conquistado”. A su entender, cuanto más grande fue el Estado, mayor fue el incentivo al despilfarro y a la mala inversión, una dinámica que, dijo, se repitió en todos los países donde el sector público avanzó sobre la actividad privada.
Para ilustrar ese argumento, recurrió a una metáfora que utilizó en otras oportunidades y que volvió a desplegar ante el auditorio de la Fundación Faro. Describió la creación de un hipotético “ministerio del puente” que, una vez agotada su función original, inventó nuevas áreas y problemas con el único objetivo de sostener su existencia. “Todo es contratar gente y todo se trata de acumular poder, creando oficinas”, señaló. En contraste, destacó que su gestión redujo la estructura estatal y subrayó: “Nosotros llegamos y bajamos la cantidad de ministerios a la mitad”.
Más adelante, Milei profundizó su defensa del capitalismo de libre empresa y la vinculó con una discusión moral, no solo económica. Reconoció que incluso sus críticos admitieron que ese sistema resultó “más productivo y más eficiente”, pero señaló que la izquierda lo cuestionó por considerarlo injusto.
En ese punto, retomó ideas del economista Israel Kirzner y planteó que un sistema que fuera injusto no merece ser defendido, aun cuando generara crecimiento. Frente a ese planteo, afirmó que el objetivo de su gobierno fue “convertirnos en el país más libre del mundo” y remarcó que no todos los instrumentos resultan válidos para alcanzar esa meta. “Nosotros no resolvemos los problemas por cuestiones utilitaristas, los resolvemos por criterio moral”, dijo.
Esa lógica, explicó, guió decisiones clave de su administración, incluso en contextos adversos. Milei recordó que, a comienzos del año, muchos le advirtieron que no debía levantar el cepo cambiario por tratarse de un año electoral, pero aseguró que avanzó cuando estuvieron dadas las condiciones financieras. “La solución moral era abrir, era devolverle la libertad a los argentinos y lo hicimos”, afirmó. También sostuvo que el programa económico resistió meses de presión y ataques especulativos, y mencionó una “dolarización de M2 del 42%” y un ataque por “41.000 millones de dólares”, sin que eso lograra desestabilizar el plan oficial. “Miren lo fuerte que es el programa que hoy está de pie y Argentina vuelve a crecer nuevamente”, enfatizó.
En el cierre de ese tramo, Milei insistió en que eficiencia y justicia no son conceptos opuestos, sino complementarios. Apeló a la teoría de la eficiencia dinámica para sostener que “no se puede sacrificar la justicia en el altar de la eficiencia” y definió al mercado como “un proceso de cooperación social, donde se intercambian derechos de propiedad voluntariamente”.
Desde esa perspectiva, afirmó que el capitalismo de libre empresa no solo resultó más eficiente, sino que fue “el único sistema que es justo”. “No solo estamos defendiendo la eficiencia, estamos defendiendo un sistema que es justo”, concluyó, antes de reivindicar los resultados económicos de su gestión y asegurar que, tras el ajuste, la economía volvió a crecer, los salarios reales avanzaron y “sacamos a doce millones de personas de la pobreza”.
Qué es la Fundación Faro
La Fundación Faro es uno de los espacios predilectos del Presidente para exponer sin condicionamientos protocolares y ante un auditorio ideológicamente afín. El think tank libertario funciona como una usina de ideas del oficialismo y como plataforma para la llamada “batalla cultural”, un concepto que Milei incorporó como eje permanente de su discurso político. No es la primera vez que el mandatario participa de actividades organizadas por la entidad: ya lo hizo antes, tanto para disertar sobre economía política como para respaldar públicamente el rol de la fundación en la construcción doctrinaria del espacio libertario.

El rol de Agustín Laje
El vínculo entre Milei y la Fundación Faro se explicó, en buena medida, por el rol de su director ejecutivo, Agustín Laje, uno de los principales referentes intelectuales del mileísmo. Laje se convirtió en una figura central en la elaboración del discurso cultural del Gobierno y actuó como nexo entre el Presidente, el universo de los think tanks liberales y la nueva derecha regional. Su protagonismo se consolidó desde la campaña electoral y se mantuvo durante la gestión, en línea con la estrategia oficial de dotar al programa económico de un sustento ideológico explícito.


