Cinco meses después de su primer encuentro, Mauricio Macri y Jaír Bolsonaro volverán a verse cara a cara para avanzar en una agenda bilateral relanzada desde que el ex capitán del Ejército juró como presidente de la principal potencia económica de la región, el 1° de enero pasado, y accedió al cargo junto a un gabinete formado por figuras de la corporación militar, de concepción identitaria y con una visión aperturista y promercado.

Los presidentes de la Argentina y Brasil vuelven a reunirse cuando el gobierno de Mauricio Macri se apresta a entrar en campaña electoral y entregar a su principal socio comercial la presidencia temporaria del Mercosur, la unión aduanera que comparten con los otros socios menores, Paraguay y Uruguay.

Luego de superar varios desentendidos sobre el futuro del bloque, la Casa Rosada y el Palacio de Planalto coincidieron en mantener a flote el Mercosur e iniciar un profundo proceso de reformas, que implicó tirar por la borda instituciones y mecanismos de carácter político (como la elección directa al Parlasur) y abordar con toda la energía una revisión del Arancel Externo Común (AEC), que rige las alícuotas a pagar en conceptos de derechos de importación por bienes o servicios. Macri logró el aval de Bolsonaro para empezar a discutir una rebaja a la mitad, y el brasileño promete acentuar tal aspecto.

El foco está en los "bienes difundidos", insumos claves en la cadena de distintas industrias, y cuya provisión a precios accesibles es clave para bajar costos y competir afuera contra otros mercados. También incluiría bienes tecnológicos. La intención anexa es que las preferencias arancelarias sirvan como "espada" para llevar a las negociaciones comerciales en curso y por venir a un toma y daca: más facilidades para importar, a cambio de cuotas en terceros mercados o inversiones.

El otro andarivel por donde fluyen los contactos y las conversaciones hace a los abiertos o velados planes de reformas económicas. Solo en sus primeros cien días de gobierno, Bolsonaro perdió 16 puntos de imagen positiva y enfrenta un áspero desgaste en su lucha por hacer que el Congreso pase un proyecto de reforma previsional, en el cual concentra toda la esperanza a futuro para rebajar el déficit y fomentar la creación de empleo.

El tema viene de larga data; por eso, cuando Macri logró aprobar la reforma en el cálculo de los haberes jubilatorios (diciembre de 2017, con el Congreso vallado y protestas en las calles) el entonces presidente del vecino país, Michel Temer, se apoyó en el caso argentino para impulsar sus reformas. No hay que olvidar, en el plano local, el Gobierno lanzó tiempo atrás una comisión para la revisión del sistema previsional, que debería arrojar sus conclusiones para un debate por dar el año que viene. Entretanto, la Casa Rosada ya dejó entrever que va por el fin de los regímenes diferenciales que tienen unas 50 actividades. Este punto, y la elevación de la edad de retiro, son exigencias que el FMI quiere ver concretadas a corto plazo.

De igual modo hizo el macrismo para instalar la necesidad de una reforma laboral cuando Brasil hizo lo propio a mediados de 2017. El cambio en la legislación laboral volverá a escena en 2020, indudablemente, si Cambiemos reelige y la presión empresaria persiste, pese al rechazo de las centrales obreras.

Con presencia de siete ministros brasileños, la agenda bilateral promete estar a la orden del día. Por caso, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, anunció la adhesión del Gobierno a una iniciativa multilateral con Brasil y Paraguay para combatir la producción y tráfico de marihuana en la región.