Macri, Carlotto y el nuevo desafío de los derechos humanos en la Argentina

En un país demasiado acostumbrado a las malas noticias, el encuentro que ayer mantuvieron en la Casa Rosada el presidente, Mauricio Macri, y la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto es una noticia reconfortante. Y lo es porque se trata del Jefe de Estado elegido por la mayoría de los argentinos en la última elección y de una dirigente a cargo de una organización que logró la epopeya de recuperar a 119 nietos secuestrados y privados de su identidad durante la última dictadura militar.


Es cierto que ambos cometieron errores antes de sentarse a una misma mesa. Macri debió haberla recibido en la primera visita que la dirigente hizo a la sede del Gobierno hace un par de semanas. Y Carlotto, quien dejó jirones del prestigio obtenido a lo largo de estas décadas al privilegiar su simpatía política con el kirchnerismo y aceptar designaciones como la del cuestionado general César Milani al frente del Ejército, no debió haber dicho que la presencia del Presidente en la ex ESMA había "herido su sensibilidad". Fue una frase desafortunada.


Más allá de aquellos pasos en falso, es también un buen augurio que Carlotto haya declarado su disposición a reunirse con Barack Obama, en su visita inminente al país del 23 y el simbólico 24 de marzo. Como ella misma dijo, que EE.UU. haya apoyado golpes militares en el pasado no significa que todos los ciudadanos estadounidenses carguen con esa responsabilidad de sus gobiernos y mucho menos su presidente, que en 1976 tenía apenas 14 años.


La vigencia de los derechos humanos es el capital más preciado de la reconstrucción democrática. Es un bien ganado por los argentinos con dolor, con sufrimiento y también con muertes. Y el Estado siempre debe dar respuestas concretas a quienes perdieron a sus familiares durante los años de la represión ilegal. Bajo cualquier circunstancia. Pero nadie puede arrogarse en la Argentina de hoy el monopolio de los derechos humanos. Sobre todo porque los sufrimientos continúan. Las pérdidas de las Madres del Dolor, de los desaparecidos en democracia como Julio López o de las víctimas de la tragedia de Once muestran que el concepto de los derechos humanos merece ser ampliado para estar a la altura de los nuevos desafíos que enfrenta el país.

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