Larreta reperfila su imagen en cuarentena y pasa a ser una referencia nacional

Desde que se convirtió en una cara conocida para el votante, como compañero de fórmula de Mauricio Macri en la previa a la elección para jefe de Gobierno de 2003 y por el entonces Frente Compromiso para el Cambio, Horacio Rodríguez Larreta siempre fue identificado como un referente político de la Ciudad de Buenos Aires, un armador y estratega de cada campaña del PRO de los siguientes años y, definitivamente, la pieza clave de los dos ciclos de Mauricio Macri como alcalde porteño, desde una Jefatura de Gabinete que, en los hechos, era la que articulaba cada decisión de peso entre 2007 y 2015.

Más de una vez se planteó en esos años que Rodríguez Larreta era algo así como un "ratón de laboratorio", calificativo que refería a un elogio si se lo vinculaba a su capacidad de trabajo, pero que llevaba adjunto un cierto sesgo sobre su potencial electoral. Por mucho tiempo, se destacó más, incluso internamente en las filas del PRO, la figura de Gabriela Michetti, socia de Macri en los dos triunfos electorales venideros, una "cara fresca y amigable" para el votante porteño. "Gaby" había hecho lo que Horacio no había podido antes. Apuntalar electoralmente desde la boleta al líder del espacio y, juntos, convertir al PRO en una fuerza imbatible en territorio porteño, récord que se mantiene inalterable hasta la fecha, desde 2005, ocho elecciones después, entre legislativas y ejecutivas.

Larreta, más visible o menos según el momento, siempre fue el arquitecto de cada gramo de poder que construyó el PRO y que terminó llevando a Macri a la Presidencia a fines de 2015. Mauricio siempre se lo reconoció y por eso, aun sin hacerlo público, se volcó de su lado cuando en abril de ese año fue la interna con Michetti para definir al candidato del espacio para jefe de Gobierno. Hasta esa elección tuvo que "parir" Larreta para sacar adelante, tras un reñido ballottage con Martín Lousteau, en un siempre complejo sistema electoral porteño, que impide coronar a un nuevo alcalde si no consigue la mitad más uno de los votos.

Pero salió ileso de esa elección y en los siguientes cuatro años pudo validar lo que había edificado. Con "gestión, gestión, gestión" como leitmotiv y surfeando las críticas a un mandato presidencial de Macri que iba en un tobogán sin fin, fue reelecto en su cargo con casi un 56% de votos en primera vuelta en octubre del año pasado. Allí está, hasta 2023, el último bastión en el poder de una fuerza que derrumbó gran parte de su capital político a nivel nacional, pero que en la Ciudad se mantiene potente y con perspectivas de éxito futuro, incluso en un próximo ciclo, con otros nombres al frente.

La cuarentena reconvirtió a Larreta. Dicen, en Parque Patricios, "lo mejoró", porque lo reperfiló como un líder de alcance nacional, logrando niveles de imagen positiva inéditos según los primeros sondeos que midieron a los tres jinetes en tiempos de apocalipsis: Alberto Fernández, Axel Kicillof y él, que logró los mejores registros. 

Incluso en un contexto en el que el pulso electoral está frío, aunque falte un año para las próximas PASO, y en el que nadie se anima a dar pistas sobre el futuro político de Macri y de María Eugenia Vidal -la gobernadora que le eclipsó internamente buena parte de los flashes en el ciclo 15-19-, prevalece una coincidencia hoy sobre Larreta. Ya no es una referencia local, acotada a un determinado perfil de votante porteño. Del rótulo de "arquitecto en las sombras" sólo queda la primera palabra. Son luces las que hoy predominan en torno a su figura.

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