La soberanía monetaria y su rol clave para el país

El Ministro de Economía afirmó que la soberanía monetaria es una virtud que toda la sociedad argentina debe construir. Es interesante respasar su significado económico. La soberanía monetaria es el derecho exclusivo del Estado de emitir billetes de curso legal, modificar su valor en relación a otros activos (la tasa de interés) y otras monedas (el tipo de cambio), y regular su uso. La mayoría de las economías tienen moneda propia, y este esquema se ha sostenido y fortalecido con el tiempo. Las contadas excepciones son países muy pequeños, y la Zona Euro.

La soberanía monetaria permite utilizar la política monetaria y cambiaria en respuesta a shocks. Supongamos que una caída de los términos de intercambio obliga a generar un superávit comercial. Sin moneda propia, la competitividad solo se amplía mediante una desinflación, que sabemos es muy gravosa para la actividad. La mayoría de los economistas coincide en que las devaluaciones reales contribuyen a coordinar las respuestas a estos shocks.

En general los beneficios de la soberanía monetaria son por la negativa, pues se minimizan contrariedades. Y las alternativas, como la dolarización, suelen ser peores porque es irreversible y porque obliga a la economía a generar competitividad con duras caídas de empleo. Estos esquemas funcionan en islas del Caribe sin empresas que defender; y porque al ser abiertas, las devaluaciones se trasladan a precios. En el caso del Euro se buscó asegurar la estabilidad evitando "devaluaciones competitivas" entre socios. Pero la obsesión con la inflación trajo riesgos que tras la crisis de 2009 desnudaron las diferencias estructurales entre la Europa central y periférica. Más aun, la preferencia por flexibilidad decidió al Reino Unido y a Suecia a optar por conservar su moneda.

Nuestros vecinos "liberales" tampoco cedieron soberanía monetaria, sino que la fortalecieron. Argentina es un caso especial porque por sus características necesita moneda propia, pero en la práctica hace décadas que la emisión, las regulaciones y las devaluaciones no son elecciones de política ni explícita ni óptima. Más allá de las causas de la situación actual, ceder la política monetaria por errores pasados no es la respuesta, no hace falta tirar al bebé con el agua sucia.

Se ha insistido que para recobrar la moneda se necesita "credibilidad". Pero el término en sí dice poco, exige un paso más en la cadena de razonamiento, y sugiere involucrar a la psicología. La credibilidad es un juego de confianza mutua entre actores sociales con dos equilibrios. Si una parte intenta aprovecharse de la otra, las represalias crean costos para ambas. Pero si se actúa colaborativamente, a la larga todos ganan. La soberanía monetaria es una inversión social, y como tal requiere sacrificios iniciales para obtener rendimientos futuros, y colaboración colectiva.

Existe la visión escéptica de que todo intento pesificador es una estrategia del Estado para extraer recursos privados. Para contrarrestarla solo queda incentivar la demanda voluntaria de pesos. La estabilidad es un paso evidente, pero lograrla es un proceso lento de modo que el estímulo debe sostenerse. Si la confianza retorna, contribuirá a su vez a contener precios y a una nueva ronda de demanda de pesos, hacia un equilibrio virtuoso. Pero la estabilidad no es la única condición. En los 90 Argentina gozó de una inflación mínima, pero en lugar de propiciar la pesificación se insistió en que utilizar pesos o dólares era indistinto pues "el 1 a 1" duraría para siempre. Se dejó pasar la oportunidad de ganar soberanía, y fue letal.

Además de los ahorros, se deben pesificar las deudas. En los últimos meses se redujeron los pasivos en moneda extranjera por casi u$s 8.000 millones, comprimiendo spreads y normalizando la curva de rendimientos. Un paso correcto siendo que los colapsos reflejan el trillado círculo vicioso (ordenar a gusto): inestabilidad, endeudamiento en moneda extranjera, volatilidad financiera, devaluación. Es el equilibrio malo de la confianza, que hay que intentar quebrar.

Argentina es un país estructuralmente diverso, con baja apertura comercial pero alta apertura financiera, y estas condiciones justifican activar la soberanía monetaria, no abandonarla. Reconstruir el peso es un proceso lento y difícil, pero con ventajas demostrables en el mediano y largo plazo.

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