

Al momento de ser aprobada en el Congreso Nacional, la Boleta Única Papel (BUP) fue presentada como un reaseguro para mayor transparencia y equidad, pero para los expertos también presenta un riesgo poco explorado que se deja observar en los casos testigo de algunas provincias que ya han realizado su implementación: que miles de votos terminen en blanco o nulos sin que el elector lo desee.
La experiencia obtenida en Santa Fe, Córdoba y Mendoza revela que el sistema, si no se implementa con el debido cuidado, puede derivar en una pérdida significativa de votos positivos, en particular cuando el elector marca una sola categoría creyendo que lo hace por todas, tal como se hacía cuando se metía una boleta partidaria completa en el sobre.
A mediados de julio, cuando se cocinaba la interna peronista en la provincia de Buenos Aires, el intendente de Berazategui, el histórico Juan José Mussi, defendió que se desdoblaran las elecciones por ese motivo: "Si se aplicara la BUP, nuestros vecinos se van a ver en un cuarto oscuro, tratando de entender dónde tienen que poner la cruz, si la marca que ponen para diputado nacional sirve o no para elegir concejal".
Este nuevo instrumento exige una marca explícita por cada categoría de cargo en juego. Si no se realiza esa marca, el voto será contabilizado como blanco. Los datos de las provincias que ya utilizaron este sistema confirman la preocupación: en Córdoba, por ejemplo, el porcentaje de voto en blanco para cargos legislativos se duplicó o incluso triplicó respecto de elecciones anteriores. En Mendoza, tras la adopción de la boleta única en 2023, el voto en blanco para gobernador se duplicó y en las categorías legislativas se cuadruplicó. El diseño y las instrucciones de la boleta, más que la voluntad del votante, parecen estar influyendo en ese fenómeno.
El riesgo, para los especialistas, es concreto: se están perdiendo votos válidos por fallas de diseño, falta de información o confusión en el momento de votar. La boleta única requiere una curva de aprendizaje que puede ser traumática si no es acompañada por estrategias de pedagogía electoral masiva.
Una de las razones centrales de estos errores involuntarios es el diseño de la boleta. Por ejemplo, la boleta adoptada a nivel nacional no tendrá casillero de "voto lista completa", una función presente en Córdoba y Mendoza que facilitaba marcar toda una columna con un solo trazo. Esa ausencia obliga a hacer una marca por categoría, lo cual aumenta la posibilidad de que algunas queden sin marcar por descuido, desinterés o falta de información.
Para evitar estos problemas, los investigadores María Page y Pedro Antenucci proponen tres grandes soluciones: rediseñar la boleta, capacitar masivamente a la ciudadanía y realizar pruebas de usabilidad antes de su implementación. Estos cambios permitirían reducir la cantidad de errores involuntarios y asegurar que cada elector pueda expresar su preferencia de manera clara.

"El diseño del instrumento de votación condiciona el comportamiento de los/as electores/as y, como consecuencia, no sólo el resultado de las elecciones sino también el comportamiento de partidos y dirigentes a la hora de construir la oferta electoral", advierten en un artículo publicado en por Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC),
Una campaña informativa efectiva no se limita a spots publicitarios o afiches. Si bien ya se lanzó un simulador, se necesitan ensayos de votación, talleres barriales, capacitación a autoridades de mesa y fiscales, y materiales adaptados a personas mayores o con discapacidad. En Perú, por ejemplo, se distribuyen versiones físicas de boletas simuladas para que los votantes practiquen en sus casas. Colombia también ha implementado instructivos visuales y juegos interactivos para reducir errores.
Otro punto clave es el lenguaje y ubicación de las instrucciones. La experiencia internacional muestra que el lugar donde se ubican las indicaciones, la claridad del texto y el uso de íconos o colores bien diferenciados pueden marcar la diferencia entre un voto válido y uno descartado. El diseño gráfico, lejos de ser un aspecto secundario, es una pieza central del proceso democrático.
Además, es fundamental que el Estado realice tests de usabilidad con distintos grupos poblacionales, como personas mayores, con baja alfabetización digital o con discapacidades. Estos testeos deben definir tipografías, contrastes visuales, tamaños mínimos y organización del contenido. El diseño no puede estar pensado sólo para usuarios ideales: tiene que contemplar la diversidad real del electorado argentino.
La Cámara Nacional Electoral y los juzgados federales también deberán adaptar los procedimientos de mesa. Quienes asistan a los votantes, desde presidentes de mesa hasta fiscales partidarios, deberán tener formación específica en el nuevo instrumento, para detectar errores a tiempo y asistir sin inducir el voto.
El nuevo modelo puede mejorar la transparencia del proceso electoral y evitar las trampas de la boleta partidaria. Pero si no se acompaña de una implementación responsable y una comunicación clara, corre el riesgo de transformarse en un mecanismo que debilite, sin quererlo, la participación democrática.


