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Es una lista no apta para cardíacos. Nombres de peso. Montos. Cantidades de transferencias al exterior detalladas con comas y centavos. Están los dueños del país.

Sinónimos de alimenticias, metalúrgicas, cadenas de electrodomésticos, bancos, cementeras, laboratorios. Hay representantes de jugadores de fútbol que incursionaron en la política.

Hay herederos de medios. Aparecen figuras del espectáculos. Economistas. Pero tranquilos. Es la lista de 237 personas que realizaron transferencias al exterior por más de un millón de dólares allá durante 2001, antes del estallido de diciembre y cuando todavía un peso valía un dólar.

La nómina completa fue parte de una publicación oficial que hizo una Comisión Especial de la Cámara de Diputados, presidida por Eduardo Di Cola, que se está volviendo muy actual.

El documento fue transformado en el libro "Fuga de Divisas en la Argentina", de tapa naranja y 164 páginas, por la editorial Siglo XXI. Hoy casi no se consigue, salvo que se pida a un depósito de Barracas. O que -atención- se camine por algunos pasillos del Congreso de la Nación.

Los diputados del Frente de Todos que responden a la vicepresidenta Cristina Fernández y a su hijo Máximo, flamante ex jefe del bloque oficialista, tienen una directiva clara mientras el Ministerio de Economía deja la piel para cerrar los memorandos técnicos con el Fondo Monetario Internacional: saldrán a plantear el debate sobre "quién tiene que pagar la deuda".

Y para ello, están reactivando la Comisión Bicameral de Seguimiento de la Deuda Externa, que hasta el año pasado estaba presidida por el oficialista José Mayans y contaba entre sus miembros a Oscar Parrilli, Rodolfo Tailhade e Itaí Hagman, además de referentes de la oposición. Ahora se debe volver a constituir, pero su composición no va a estar muy lejos de esos nombres.

En ese contexto, toman el trabajo de Di Cola como un caso testigo, una inspiración. El texto circula en PDF por WhatsApp como pan caliente entre algunas de las espadas económicas del kirchnerismo originario. Algunos lo tienen en papel y recuerdan que aquél documento se hizo con colaboración con la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, en un equipo donde participaba, entre otros, un tal Matías Kulfas.

Sobres lacrados y cruces

Es la comisión que ya en 2020 le había pedido al Banco Central que hiciera un informe sobre el mercado de cambios entre 2015 y 2019, al que la entidad presidida por Miguel Pesce había respondido con el trabajo "Mercado cambios, deuda y formación de activos externos".

Allí, se había contabilizado que en ese período los 100 mayores compradores de dólares habían sumado US$ 24.600 millones. "Más de la mitad del crédito por u$s 44.500 millones del Fondo", repiten cerca de Kirchner Jr y se rascan la cabeza.

El libro de 2001 les alimenta la idea de que "algo hay que hacer" porque "la política económica de Cambiemos" facilitó una dolarización que calza muy bien con la plata que hubo que ir a pedir de apuro al organismo de crédito.

Es una forma de sublimar una renegociación que hoy tiene en vilo a la Casa Rosada porque además acelera un debate sobre la identidad del kirchnerismo que algunos creen que se iba a dar igual pero que ahora se tiene que resolver con un tercero vigilante.

"Esperamos dejar aquí establecidas las consecuencias nefastas que genera la fuga de divisas, que sólo en el período investigado puede estimarse en u$s 16.000 millones y en un valor casi equivalente al de la deuda externa, si consideramos toda la historia de este proceso de drenaje", escribía Di Cola hace dos décadas y relee hoy un diputado en voz alta.

Ya sea que es humo, mambo de la cabeza de Cristina que lo había adelantado el 10 de diciembre del "comprométase presidente a que cada dólar que se fugaron será para pagarle al FMI" o se trate simplemente de un intento para rescatar una bandera de resistencia de La Cámpora y alrededores mientras el Palacio de Hacienda habla de ajustar subsidios y se ciñe a los caminos tradicionales de los pactos con el Fondo, la cosa se mueve.

El Banco Central terminó de mandar en noviembre pasado al Congreso el listado de nombres y apellidos de esos 100 compradores de dólares. Se trata del Régimen Informativo de Operaciones de Cambio, una base de datos que por lo ultra sensible de su privacidad es copiada por una sola persona de la entidad que tiene acceso, en un pen drive que se envía en un sobre lacrado hasta las manos de Parrilli y compañía.

¿Qué pueden hacer con esa información, que de manera extraoficial ya venía circulando en medios del palo oficialista pero nunca con el membrete de posta, legal y real? Hay debates. Algunos legisladores dicen que pueden matchear lo que compraron legalmente con los pedidos de divisas que ahora le hacen al BCRA para pagar deudas, de manera tal de retacear esos dólares y pedirles que usen su propio fondeo.

Otros hablan de cruzar esa información con las declaraciones juradas de Bienes Personales y los registros que recaba la AFIP del intercambio automático de registros de cuentas off shore en unos 90 países. Si hubiera incongruencias, buscarían actuar desde el órgano tributario.

No está claro que pudieran concretar ninguna de estas búsquedas. Primero, por la vigencia del secreto bancario, una realidad que lleva a algunos a pensar si no haría falta alguna modificación de esa norma de manera puntual, un tema que otra vez vuelve al trabajo de Di Cola.

"Ahí se pudo publicar la lista, es un antecedente", plantean. Se activaron algunas alarmas en el mundo de los estudios contables y jurídicos. Pero también, hay economistas que recuerdan que en tiempos de Federico Sturzenegger se modificaron los requisitos de información de los que se dolarizan y puede figurar un monto que englobe atesoramiento, divisas para insumos o pago de deuda. "¿Cómo lo diferencian?", se preguntan.

"Lo importante es el planteo desde lo simbólico", reconocen en el ala del oficialismo que pinta que ni a palos va a votar el acuerdo si es que en algún momento llegara, y por eso tiene la energía puesta en esta agenda. Ahí, hablan de un piso de 40 legisladores fondoescépticos que obligarán al presidente Alberto Fernández a mirar al mundo de los gobernadores, el peronismo disidente e incluso la oposición, que a todo esto es la que tomó el préstamo.

Juntos por el Olvido

En ese punto, ya que desempolvamos libros de hace veinte años, vale un desenmascaramiento literario actual para asomarnos a los devaneos de Juntos por el Cambio sobre sí acompañar, abstenerse o bloquear el acuerdo de la Casa Rosada. Porque cuando les preguntás a las figuras de ese espacio por una autocrítica de su gestión económica o de la vuelta del FMI al país, tiran como eslógan "che, escribimos libros reconociendo nuestros errores".

¿Alguien se detuvo en lo que pone Macri en su "Primer tiempo" sobre el Fondo? Se marca a sí mismo dos errores: que no pudo convencer al organismo de que lo deje intervenir para controlar el dólar y que le faltó emoción al mensaje de cuatro minutos del segundo acuerdo. Es cierto, si lo comparás con que reivindica su política de inteligencia, cuna de mamarrachos nivel Dios, pareciera que se clava dagas. Pero no hila ni ahí la mala praxis desde el día uno de liberación del cepo y la canchereada generalizada de sus equipos técnicos con la debacle posterior.

¿Y hay algún replanteo en "Mi Camino", el libro de María Eugenia Vidal, aquella líder que cuando gobernaba la provincia de Buenos Aires parecía tener matices con el rumbo nacional? Nada.

Te podés enterar de por qué cortó con Ramiro Tagliaferro o cómo se enamoró de Quique Sacco, pero no vas a encontrar la expresión "Fondo Monetario Internacional" ni que lo leas dos veces.