Un Gobierno que arranca con déficit energético y Vaca Muerta en las gateras

Según las proyecciones del documento Escenarios Energéticos Argentina 2035, el país necesitará inversiones por u$s 100.000 millones a lo largo de 20 años sólo para cubrir su demanda energética. Pero tal situación no es el único problema a resolver por el próximo Presidente. En materia de tarifas de luz y gas deberá lidiar entre mantener los subsidios o quitarlos

Desde la estatización de YPF el precio del crudo se desplomó 58%, pero los combustibles en la Argentina subieron 180% y se convirtieron en los más caros de la región. Esta distorsión tiene una explicación matemática: a los productores de petróleo se les paga un valor interno por barril que es mayor que el precio del petróleo internacional, una especie de incentivo para lograr una mayor producción.

Pero el incentivo llegó tarde. La Argentina pasó en 2007 de ser exportador de petróleo a importar sus derivados. La explicación oficial es que las empresas no invirtieron lo necesario. Tal vez la pregunta que también hay que hacerse es qué hubiese pasado con la inversión si los precios de las naftas no se pisaban como pasó durante el primer gobierno kirchnerista. Lo que sí es comprobable es que hoy las compras de combustibles y gas son el principal factor de deterioro de la balanza comercial del país, en años de dólares escasos. El récord de importaciones fue en 2013, cuando el país debió desembolsar u$s 13.000 millones.

Según las proyecciones del documento Escenarios Energéticos Argentina 2035, el país necesitará inversiones por u$s 100.000 millones a lo largo de 20 años sólo para cubrir su demanda energética, que creció con fuerza durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, de la mano de la expansión del PBI y la actividad económica, que sólo en los últimos años mostró un deterioro. Aquellos años fueron testigos del incremento de las importaciones, el congelamiento de tarifas y el crecimiento de los subsidios al consumo, que hoy cuestan al Estado unos u$s 8000 sólo para el segmento eléctrico. En conjunto, se estima que el costo de las ayudas al sector sumarán este año, con el transporte, un equivalente 5% del PBI.

Está claro que el próximo presidente tendrá un problema a la hora de gestionar los recursos energéticos. Eso a pesar que Cristina pondrá en su balance la nacionalización de YPF en abril de 2012, hecho que fue un claro elemento disruptivo en la tendencia al deterioro, reconocido por propios y ajenos. También podrá irse enarbolando el lanzamiento de la central nuclear Atucha II, con una inversión de u$s 4000 millones; el puntapié inicial de la construcción de dos represas hidroeléctricas con inversiones chinas y el proyecto Chihuido, que costará alrededor de u$s 3000 millones, financiado por el Banco para el Desarrollo de Rusia.

De cara a los próximos años, se abre la promesa de Vaca Muerta, esa especie de Arabia Saudita mendocina, necesita millones de inversiones para convertirse en la próxima soja salvadora del país. Pero al menos por ahora, no servirá para paliar la crisis inmediata y también es cierto que perdió fuerza en el último tiempo. El desplome del precio del petróleo, que hoy ronda los u$s 45 el barril WTU -la mitad que hace poco más de un año- afectó los planes de prospección y extracción de energía no convencional. Según las proyecciones a 2035, el aporte de Vaca Muerta para esa fecha aún no será significativo, entonces, habrá que armarse de paciencia, y de fondos para invertir en planes más convencionales.

Hoy, la matriz energética de la Argentina se compone de un 33% proveniente del petróleo (contra el 71% de la década del 70); el 54% de gas natural (contra un 18% en los 70) y un 13 de energía nuclear y otras fuentes (contra 11% en los 70). Diversificar esa matriz incorporando energías renovables es una de las recomendaciones, aunque también es una solución de largo plazo.

Conseguir fuentes de financiamiento para las inversiones urgentes, ordenar y eficientizar el esquema de subsidios a la distribución y reacomodar tarifas logrando que las ayudas vayan sólo a quienes las necesitan son los principales desafíos para el próximo ciclo. Mientras tanto, ya nadie habla de volver a privatizar YPF. Fuera de eso, los espacios con más chances de llegar al poder difieren en prioridades y mecanismos, aunque todos confluyen que el energético será un tema clave. Pese a eso, llegado el tramo final de la campaña, se puede decir que fue pobre la discusión en materia energética, igual que la presentación de propuestas.

En materia de inversiones, los asesores de los candidatos opositores son más propensos a hablar de las necesidades. Para el Massismo, hace falta desembolsar u$s 20.000 millones anuales, mientras que para el PRO ese monto será de entre u$s 10.000 y u$s 15.000 millones. En ambos casos, aseguran que el marco normativo e impositivo, las reglas claras y la reorganización institucional son claves para lograr la confianza de los inversores. Desde el sciolismo, por su parte, no dan pautas claras de las inversiones futuras y se apalancan en los proyectos en curso.

En términos generales, los asesores de los principales candidatos sí hablan de tarifas, a electores preocupados por su bolsillo, cuando la inflación en todo concepto los apremia. Desde el Frente para la Victoria se busca destacar que cualquier corrección evitará impactar en los sectores trabajadores. El PRO de Mauricio Macri se orienta más a renegociar contratos de concesión y trasladar los costos, subsidiando sólo a los sectores vulnerables y el massismo, por su parte, habla de una adecuación tarifaria gradual.

El ex Shell y actual referente energético de Cambiemos, Juan José Aranguren, reveló la semana pasada que un eventual gobierno de Mauricio Macri, revisará el actual esquema de subsidios a las tarifas de electricidad "por las distorsiones generadas en los precios relativos", garantizando tal ayuda "a los sectores de menores recursos, hasta un consumo mensual de 150 kilovatios hora", y estimó que tal medida alcanzará "a unos 2 millones de hogares" y agregó que "por lo que supere dicho nivel de consumo (el usuario) pagará la tarifa general que se aplique".

Lo que sí es seguro es que gane Scioli, Macri o Massa (tal el orden de resultado de las PASO)
deberá lidiar entre la racionalidad de lo que se necesita pagar para que las empresas inviertan y ganen dinero, y como contrapartida brinden un servicio acorde, y la irracionalidad de muchos usuarios que pretenden servicios de primer mundo con pagos de tarifas irrisorias.

El Gobierno también está dando muestras que si bien no habla de modificar tarifas, tal vez Scioli deberá hacerlo si gana las elecciones. El ejemplo más claro es que con la campaña política en pleno, el oficialismo se apresta a debatir y quizás aprobar una ley de Presupuesto que para 2016 recortará subsidios a la energía.

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