¿Se apaga la fiebre peronista en Cambiemos?

El sábado, tras el cierre de listas, quedó en evidencia que la supuesta apertura cambiemita no era tal, y que el jefe de Gabinete Marcos Peña no fue apartado de la toma de decisiones.

La ilusión del ala peronista que floreció luego de la incorporación de Miguel Ángel Pichetto duró pocos días en el frente Juntos por el Cambio. El grupo de dirigentes que venía pregonando una mayor apertura por parte del oficialismo ya daba por descontado que serían premiados con un mayor protagonismo en un supuesto segundo mandato de Mauricio Macri.

Pero el sábado, con el correr de las horas y el conocimiento de los nombres que integrarían las listas de Juntos por el Cambio de cara a las elecciones nacionales, quedó en evidencia que la supuesta apertura cambiemita no era tal, y que el jefe de Gabinete Marcos Peña no fue apartado de la toma de decisiones, como algunos imaginaban.

Más bien, Peña que tuvo un rol protagónico durante una jornada que dejó varios heridos en el camino.

Luego de la sorpresiva fórmula Macri-Pichetto, el oficialismo había sacado a relucir su costado peronista –que durante estos años intentó maquillar. Pero, más allá de alguna que otra foto –con asado de por medio– y de aseverar que la dupla que pelearía por la reelección era sinónimo de apertura, el ala política del espacio que supo llamarse Cambiemos –y que incluye a Emilio Monzó y Nicolás Massot, entre otros– se ilusionaba con cobrar mayor peso y poder de decisión en caso de que Macri lograra imponerse en las elecciones presidenciales, en detrimento del ala duranbarbista, que tiene a Peña como su principal referente, y a quien algunos le atribuyen buena parte de los fracasos que aquejan al Gobierno desde que asumió la Presidencia en diciembre de 2015.

Hace menos de siete días, desde el ala política se frotaban las manos: ya daban por descontado que desde el macrismo había habido una verdadera autocrítica a su actitud “purista y, en caso de que un segundo mandato viera la luz, los cambios en el tablero se traducirían en un mayor número de casilleros para ellos. Si bien no imaginaban que a Peña lo “tirarían por la ventana , especulaban con encapsularlo.

Pichetto se sumó a la reunión de Gabinete
Pichetto se sumó a la reunión de Gabinete

Uno de los impulsores de la apertura –con peronismo incluido– había sido Monzó, clave en el armado de Cambiemos en 2015. Pero esta postura, que no se limitó a plantear puertas adentro, le valió la condena al ostracismo. A tal punto, que este año cobró fuerza la posibilidad de que dejara la presidencia de la Cámara de Diputados para desembarcar en la Embajada argentina en España.

La posibilidad de empezar una nueva vida en Europa seguía tentando a Monzó hasta la semana pasada. Pero, con la repentina “peronización del oficialismo, un supuesto segundo mandato parecía garantizarle un espacio predominante en el próximo Gabinete, con la asignación de una cartera de peso. Sobre todo por la buena relación que le atribuyen con el rionegrino.

El año pasado, dicen quienes caminan los pasillos del Congreso, ambos se reunían prácticamente día por medio.

Un lugar en donde ubicaban a Monzó quienes lo conocen era en el Ministerio del Interior, una de las carteras que más cintura y “rosca –de la que reivindica el bonaerense– requiere. Es que, Rogelio Frigerio, que hoy ocupa ese cargo, tiene un ojo puesto en la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Con un Monzó recargado, su delfín, el diputado Nicolás Massot –que tampoco peleará por renovar su banca, decisión que tomó por sus diferencias con el ala duranbarbista– también se podría haber imaginado un rol preponderante en un segundo mandato de Macri: ser la mano derecha de Monzó en ese supuesto ministerio.    

Massot ya había anticipado que no reelegiría

Pero durante la confección de las listas, quedó en evidencia que la influencia de Peña sigue vigente. Monzó no logró ubicar más que un candidato en Provincia de Buenos Aires, y Frigerio –otro comensal del asado peronista– tampoco tuvo demasiada incidencia en Entre Ríos. Y se encargó de expresar su enojo: canceló la gira por el interior que tenía agendada con Pichetto.

Esta mañana, además, trascendió que Monzó ni siquiera aceptaría la embajada en España, que a estas horas ya suena más bien como un premio consuelo.

Luego de lo sucedido el fin de semana, lo más probable es que Monzó y Massot ya estén reconsiderando el proyecto que tenían previo a la efímera fiebre peronista: abrir una consultora juntos y volcarse al ámbito privado.

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