La muerte digna de Marcelo, un neuquino que conmueve al país

Estuvo más de 20 años en estado vegetal. Murió horas después de que la Corte le reconociera su derecho a no recibir más tratamientos. Hacía 15 días estaba grave

No sonreía. Tampoco lloraba. Marcelo no hablaba ni respondía a estímulos de ningún tipo. No sabía qué pasaba a su alrededor. Abría y cerraba los ojos. Dormía y despertaba. Pero eso sólo ocurría porque el centro respiratorio está ubicado debajo del cuello y lo que no tenía vida desde hace más de dos décadas era su cerebro. Murió ayer, veinte años y ocho meses después del accidente que sufrió en su moto en Neuquén, el 28 de octubre de 1994 sobre la Ruta Nacional 22 y exactamente seis horas después de la firma del fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que analizaba su caso desde el año pasado. Hoy la última clínica donde estuvo internado emitiría un comunicado: Marcelo había ingresado quince días atrás al Cemic (desde el Instituto donde estaba desde hacía una década) con una neumonía por la cual se lo trató aunque esta vez no pudieron curarlo. Estaba grave y se avisó a sus hermanas, Andrea y Adriana, que en cualquier momento podía ocurrir el desenlace.
Una de las dos recibió ayer el fallo en Quito, donde vive. Adriana en cambio hacía dos días que había viajado de Buenos Aires a Neuquén para acompañar a su hermano.


Coincidió la muerte con el fallo del más alto tribunal después de una larguísima pelea judicial que involucró a la familia, a la Iglesia, a funcionarios y a ciudadanos que se sumaron a favor y en contra. La coincidencia despertó diversas especulaciones que fueron descartadas por allegados a la familia en diálogo con este diario.
¿Cuándo empezó todo?, se preguntaba Andrea, su hermana, en un grupo en Facebook que armó con el nombre "Marcelo no hubiera querido esto, déjenlo ir".


Después del accidente que sufrió cuando tenía 30 años, fue operado y le salvaron la vida. Tras un coma inducido despertó sin recordar nada pero lo afectó un virus intrahospitalario y poco después, ya en 1995, el diagnóstico fue casi terminal: el suyo era un "estado vegetal". Durante 14 años la familia hizo grandes esfuerzos, físicos, emocionales y económicos para cuidarlo. Ensayaron cientos de técnicas, tratamientos, pruebas para "despertarlo".


Primero falleció su mamá y después su papá. Sus hermanas empezaron a cuestionarse el sometimiento a tantos tratamientos y las dolencias que su estado le provocaban que a su vez hacían imprescindibles más tratamientos, más medicamentos, más intervenciones a diario.


A su pregunta en la red social Andrea Diez respondía que le llevó diez años "admitir que ese cuerpo que respiraba por sí mismo ya no era Marcelo. El mismo tiempo que me llevó alejar de mi vida los crueles y desbastantes discursos que insistían en que hay que esperar a ver si reacciona".


Hubo debates y manifestaciones y hasta quienes se escabulleron en la habitación de la clínica para verlo y tocarlo. "No maten a Marcelo", reclamaron algunos y ayer mismo desde el obispado neuquino se dijo que se trata de "una eutanasia encubierta".


Desde que Marcelo sufrió el accidente muchas cosas cambiaron, incluso el Congreso de la Nación aprobó la Ley de Muerte Digna que en su caso no alcanzó. En el año 2009 las hermanas hablaron y decidieron dejarlo ir pero para eso había que quitarle la sonda que lo alimentaba. "Es esta la más profundamente ética y amorosa decisión que hemos tomado en nuestras vidas", dijeron y pidieron a la Justicia que las avalara .


Para quien crea en Dios, él también jugó su rol, incluso en los debates. Habrá quien no crea en las coincidencias pero Marcelo Diez murió ayer a las 18, no de muerte natural, porque su vida no fue natural sino asistida durante dos décadas. Tal vez podría decirse que finalmente reaccionó y liberado por la Justicia liberó a sus afectos de aplicar la sentencia del Tribunal.

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