El espionaje debe dejar de ser un arma en manos de funcionarios inescrupulosos

Se pueden decir muchas cosas de la denuncia sobre espionaje que ayer conmovió a la Argentina. La denuncia ante la Justicia de las diputadas Patricia Bullrich y Laura Alonso es sorprendente. La denuncia también es electoral, porque se produce a cinco días de los comicios presidenciales. La denuncia es oportunista porque busca atacar un flanco débil del oficialismo. Todo eso es posible. Pero lo que realmente importa es que la denuncia tiene enormes chances de ser fidedigna. Y las tiene porque todos los dirigentes vinculados de alguna manera al poder saben o reconocen que el kirchnerismo ha utilizado en estos años al espionaje como una herramienta política.


Néstor Kirchner tenía pasión por los partes de inteligencia que le revelaban las intenciones políticas, los movimientos financieros y los asuntos amorosos o las enfermedades de sus adversarios. Y Cristina, ya como presidenta, se aferró a los mismos mecanismos usufructuando la potestad del Estado para meterse en la vida privada de los dirigentes opositores, de los jueces, de los empresarios o los periodistas.


Por eso es imprescindible que los candidatos se involucren de inmediato para que la inteligencia se convierta en una tarea que de mayor seguridad a los ciudadanos. Hay que cambiar el miedo por el profesionalismo y el respeto. Es necesario que se comprometan todos los presidenciables y, sobre todo, que lo haga Daniel Scioli, quien carga en su espacio con la sombra de funcionarios inescrupulosos que han usado el espionaje como un arma de intimidación.

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