El "eje progresista" que busca recrear Alberto se queda sin territorio

El presidente electo se encontrará con un escenario complejo en la región: pocos aliados, crisis y falta de liderazgos. De qué manera podría adaptarse ante un contexto hostil.

A la complicada situación doméstica que tendrá Alberto Fernández cuando asuma como presidente se sumará un escenario internacional que no será amigable. América Latina se encuentra con crisis diversas en la mayoría de los países y no existe un consenso claro sobre el rumbo político de la región.

Hoy parecen lejanas las épocas en las que existía un eje progresista en sintonía política compuesto por Néstor Kirchner, Hugo Chávez, Lula da Silva, Tabaré Vázquez, Michelle Bachelet, Evo Morales y Rafael Correa. Ni tampoco las épocas más recientes, en donde pareció girar la región hacia la derecha, con Mauricio Macri, Sebastián Piñera, Juan Manuel Santos y el tándem brasileño Michel Temer – Jair Bolsonaro.

La realidad latinoamericana muestra una mayor atomización, en donde existen visiones muy distintas sobre cuál debe ser el futuro de la región. Incluso los organismos internacionales parecen languidecer. Unasur, por ejemplo, no tiene la potencia de otras épocas y el Mercosur parece haber retrocedido varios casilleros a la hora de promover la integración. Pero, además, los presidentes deben lidiar con situaciones que no tienen precedentes puertas adentro de sus países.

El escenario regional que tendrá Alberto Fernández a partir del 10 de diciembre es de incertidumbre por la realidad de cada uno de los países. Tras el golpe, en Bolivia se busca una salida y no es claro qué nivel de legitimidad tendrá el próximo gobierno. Chile, el otro gran foco de conflicto actual, tampoco tiene claro de qué manera podrá encauzar su conflictividad social. Incluso se menciona la alternativa de un Piñera que ceda a sus convicciones y que hasta pueda enfocarse en beneficios sociales.

En otros países la situación no es tanto más calma. Perú atravesó otra crisis política y estuvo en jaque el gobierno de Martín Vizcarra, quien había asumido tras la renuncia de Pedro Kuczynski. Ecuador se debate entre los conflictos entre Lenín Moreno y su antecesor Correa. Paraguay parece instituirse como un oasis subcontinental, aunque no es claro sobre qué bases se asienta. El presidente Mario Abdo ha logrado un difícil equilibrio, que incluye elogios de Bolsonaro y haber permitido que Evo Morales utilice el aeropuerto de Asunción para llegar a México.

El Frente Amplio de Uruguay debería ser un aliado para Alberto Fernández. Pero Tabaré Vázquez terminará su mandato en marzo próximo, y no es claro que su sucesor continúe su línea política. El 24 de noviembre habrá segunda vuelta entre Daniel Martínez, del Frente Amplio, y Luis Lacalle Pou, del Partido Nacional. Los resultados de la primera vuelta invitan a pensar en una elección que no está definida y que no será fácil para el partido que gobierna Uruguay desde 2005.

En este contexto, el México de Andrés Manuel López Obrador parece quedar como el gran aliado político que tendrá Alberto Fernández. De hecho, fue el país que eligió para realizar su primera visita como presidente electo.

Sin embargo, López Obrador tiene también sus propios desafíos. Los más de 3000 kilómetros de frontera con Estados Unidos –como casi siempre para México– es uno de ellos. Por eso es que, más allá de su retórica de izquierda, ha tenido que negociar con el gobierno de Trump y ha llegado a entendimientos. En este sentido, el presidente mexicano tiene sus propios conflictos domésticos y fronterizos y no parece querer asentarse como un líder de la izquierda latinoamericana.

Ese espacio de liderazgo regional en general fue ocupado por Brasil en las últimas décadas. Sin embargo, tras la destitución de Dilma Rousseff la situación cambió. Temer era un presidente débil y Bolsonaro tiene un perfil extremo y no genera consenso tras su figura.

Fernández, por su parte, estará obligado a negociar con Trump por el peso que tiene Estados Unidos en el FMI, un interlocutor que el futuro gobierno no podrá esquivar. Algo similar sucederá con Bolsonaro, ya que los intereses de ambos países en la relación bilateral no podrán descuidarse.

Los aliados de Fernández del Grupo de Puebla son en su mayoría ex mandatarios, también conocidos como "los sin tierra". Si bien se preparan para un eventual regreso al poder, hoy están más cerca de ser un think thank regional que de un grupo con poder territorial.

Ante esta situación, será difícil que Alberto Fernández pueda encontrar un respiro en la política exterior. Con una economía frágil, que tal vez pueda empujarlo a medidas no populares, una retórica de izquierda fronteras afuera le podría servir para contener a su propia tropa con perfil más progresista. Pero la actual situación latinoamericana no parece que le vaya a dar esa oportunidad.

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