Cristina: corrección institucional y un esfuerzo infructuoso por el segundo plano

No se veían las caras desde aquella recordada reunión en diciembre de 2015 en la quinta de Olivos que terminó en inesperada polémica. Allí, Mauricio Macri  y Cristina Kirchner no habían logrado ponerse de acuerdo en el traspaso presidencial, un escándalo en términos políticos e institucionales cuyo eco resonó hoy con más fuerza que nunca en la Asamblea Legislativa, cuando ambos volvieron a verse frente a frente.

Aquella histórica foto que nunca se materializó, la de la entrega de los atributos presidenciales de 2015- un evento protocolar pero cargado de simbolismo en el que el presidente saliente le pasa al presidente entrante el bastón y la banda presidencial- se convirtió en la virtual imagen del desencuentro, la metáfora más acabada de la grieta, y a la vez, en una muestra más de la incapacidad de la dirigencia argentina para ponerse de acuerdo.

Mucha agua corrió debajo del puente desde entonces, pero el clima gélido en el que cuatro años después Macri y Cristina volvieron a verse, habló por sí mismo. Ambos cruzaron un frío y mínimo saludo, -ella evitó incluso mirarlo a los ojos- mientras la Asamblea Legislativa aguardaba expectante el momento de proclamar al nuevo presidente.

Y no solo eso: Cristina se negó luego a firmar las actas de la asunción con la misma lapicera que usó Macri para estampar su firma y le pidió a sus colaboradores una propia.

A la hora de la jura, también dio la nota: como Fernández, CFK juró por "Dios, la Patria y los Santos Evangelios", pero luego le añadió a esa fórmula su toque personal: "Y si no, que Dios, la Patria y 'el Pueblo' me lo demanden".

Vestida de radiante blanco para la ocasión, a CFK se la notó satisfecha, saboreando como nadie su regreso al poder, y aunque esta vez lo hace como vicepresidenta, en un segundo plano que ella misma se esforzó -aunque infructuosamente- por mantener durante la ceremonia, también con la conciencia del rol inédito que ocupará a partir  hoy en la política argentina.

No solo porque fue su dedo el que erigió a Alberto Fernández candidato y hoy nuevo presidente, sino porque CFK conserva un volumen político que ninguno de sus predecesores tuvo, así como una enorme cantidad de senadores y diputados que le responden.

Tan inédito será su rol a partir de hoy como vice y presidenta del Senado, que los medios periodísticos se ocuparon de reflejarlo: la siguieron sin perderle pisada desde el minuto uno, registrando el momento en que salió de la casa de su hija Florencia, en el barrio de Constitución, hasta su arribo al Congreso Nacional, donde fue recibida en la explanada por la vicepresidenta saliente Gabriela Michetti y el flamante presidente de la Cámara de Diputados Sergio Massa.

Allí, Cristina aguardó el arribo de Alberto Fernández, y luego ingresó detrás de él al Palacio Legislativo, no sin antes saludar a la militancia que se había congregado en la Plaza del Congreso.

Cristina intercambió unas palabras con la saliente vicepresidenta, Gabriela Michetti; el futuro titular de la Cámara baja, Sergio Massa; y la presidenta provisional del Senado, Claudia Abdala.

Se la vio siempre con una sonrisa en el rostro, salvo por la mueca de malestar que no se esforzó en disimular cuando cruzó el frío saludo con Macri ya dentro del recinto.

También se mostró satisfecha cuando Fernández le dedicó un párrafo especial de su discurso: fue cuando agradeció la "visión estratégica de mi querida amiga Cristina Fernández", y a "Néstor Kichner", que le "permitió participar" de su proyecto político.

Cómo será la dinámica en el ejercicio del poder entre Alberto y Cristina y cuánto influirá ella en las decisiones del gobierno, es una incognita aún por dilucidar, igual que la suerte que le depararán los juicios que la ahora flamante vicepresidenta enfrenta en la Justicia.