Alberto y Cristina, una relación cruzada más por las formas que por el contenido

La relación del Presidente con su Vicepresidenta pasó a un grado de distanciamiento social. Si bien parecen unidos por el contenido, el problema por ahora son las formas.

A estas alturas, la famosa carta de Cristina Kirchner tiene más interpretaciones que la Biblia o el Corán. Cada socio del todismo la leyó a su modo. Para el kirchnerismo, "ordenó" la administración tripartita con la Casa Rosada y el massismo, al punto que después de sus palabras, no pararon de llover buenas noticias para la Casa Rosada.

Enumeran: el dólar blue detuvo una ascenso que parecía imparable, el fallo de la Corte Suprema que enojó a la oposición, la reaparición de Elisa Carrió y las novedades de las distintas vacunas contra el Covid-19 oxigenaron una cuarentena al punto que el AMBA, al igual que la relación de Alberto Fernández con su Vicepresidenta, pasó a un grado de distanciamiento social. No sólo metafórico: la ex mandataria, el sábado, partió rumbo a El Calafate a una estadía sin boleto de regreso.

Para el Gobierno, la misiva cristinista, por un lado, reflejaba lo mismo que pensaban dentro de la Quinta de Olivos. Y, por el otro, celebraban que volviera a ubicar a su jefe en un centro "moderado" del tablero político, después de "kirchnerizarse" con fallidos como el affaire Vicentin. "Libertad de acción", festejaron. Lo malo: la sorpresa, la forma de comunicarlo, el desplante en el acto oficial a un año de la victoria electoral.

La rimbombante sentencia de los "funcionarios que no funcionan" tapó gran parte del contenido de la disección epistolar de la vicepresidenta, una queja que apunta directamente al ADN albertista: la pelea por las formas.

En la campaña 2017 por la senaduría, en charlas privadas, Cristina hacía una autocrítica puntual del final de su mandato, más simbólica que de fondo. Incluso en público, en las contadas entrevistas que brindó, llegó a admitir que las numerosas cadenas nacionales impactaron negativamente en el electorado. Igual defendió esa estrategia: los medios de comunicación, dijo, no cubrían sus actividades por lo que sólo quedaba obligarlos a su emisión. Fue esa Cristina la que se amigó, poco después, con Alberto Fernández.

Dice, textual, la Cristina 2020: "No pocos dirigentes en el peronismo pensaban que efectivamente el problema eran las formas y no el fondo. Es más, muchos también le agregaban las cadenas nacionales y las características de mi retórica (por decirlo de un modo elegante). Y la verdad es que ese fue también uno de los motivos que culminó en mi decisión del 18 de mayo de 2019". ¿A qué se refiere? A la entronización de Fernández como candidato.

Parafraseando, la vicepresidenta cree ahora que no importaron los "modos" de su Gobierno sino que las críticas eran clasistas, por representar un gobierno "popular". Así explica, también, las polémicas que generó en estos meses Alberto Fernández, un dirigente en teoría menos confrontativo pero de mismos resultados en el "Círculo rojo".

Ironía mediante, en la Casa Rosada critican la política epistolar cristinista por las formas. A la carta aniversario hay que sumarle la del bloque de la Cámara alta, avalada por ella, dirigida al FMI. La acusación de que el préstamo financió la campaña de Cambiemos ya la había hecho el mismo Fernández en 2019.

El Presidente la conocía de antemano, si bien tal vez no era el mejor momento para recordarla, por lo que igual se sorprendió: "Los senadores, en una carta que hicieron pública, dejaron muy en claro lo que le pasó a la Argentina", respaldó ayer su contenido, desde el aislamiento en un acto. Eso de "la hicieron pública" suena a reproche. El plan original era que esas páginas sólo las leyera la misión del Fondo, en medio de la frenética negociación del ministro de Economía, Martín Guzmán. Se llevó al hotel pero el coronavirus positivo de un miembro les jugó una mala pasada.

Los modales también explican el malestar de Cristina Kirchner: la falta de invitación al acto del 9 de Julio que derivó en un reproche contra el establishment; y tras enterarse por TV (como casi todos) que el Gobierno enviaría el proyecto para legalizar el aborto, avisó que en el Senado no están los votos para aprobarlo.

Si bien parecen unidos por el contenido, el problema por ahora son las formas.

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