Las esperanzas y dudas que deja el primer mes de gobierno

El primer mes del gobierno de Alberto Fernández deja una mezcla de esperanzas y dudas respecto del futuro de la economía. La situación inicial era compleja y desafiante luego de casi una década sin aumentos en el nivel de ingreso, con tasas preocupantes de inflación con niveles de pobreza elevados, con escasas reservas internacionales para sostener el nivel de actividad y con un riesgo país que hacía inevitable una reestructuración de la deuda. Las demandas sociales y económicas eran inmensas.

La estrategia inicial fue concentrarse en paliar los problemas de corto plazo, dándole oxígeno a la actividad económica a través de bajas en las tasas de interés y estimulando el consumo de los sectores más vulnerables; poniendo paños fríos a la inflación con algunos congelamientos de precios por 180 días, con la vuelta de precios cuidados y con pedidos de moderación a los sindicatos en las demandas salariales; y haciendo esfuerzos para mostrar que el gobierno tiene voluntad de pago con el objetivo de lograr una negociación amigable y rápida con los acreedores.

Un objetivo claro de esta estrategia era despejar dudas y ayudar a descartar algunos escenarios extremos como el de que Argentina pudiera ir a una hiperinflación o una actitud muy confrontativa con los acreedores y se "alejara del mundo", como pasó en 2001.

Los primeros resultados han sido positivos, en gran parte porque en frentes críticos como la inflación o el nivel de actividad mejoraron las perspectivas de corto plazo, mientras que en el mundo financiero se mira con más optimismo que Argentina logre un arreglo amigable con los acreedores.

Pero a pesar de estos resultados no se logran despejar dudas respecto de las perspectivas de mediano plazo. Todavía no hay un presupuesto, no se conoce cual es objetivo del resultado primario para este año y los que vienen, tampoco se ha delineado una estrategia para el día en que se descongelen los precios y se sabe poco sobre los incentivos que se le darían a sectores críticos (como Vaca Muerta) a los efectos de estimular la inversión.

En tanto no se logre avanzar en un programa creíble de mediano plazo, las mejoras en la actividad pueden ir al compás de las estaciones, con mejoras en el verano y enfriamiento en el invierno.

Uno de los grandes desafíos, que es central para destrabar la inversión y volver al crecimiento, es la renegociación de la deuda. Es un tema complejo tanto en lo financiero como en lo legal, y en el que aún no queda claro el rol que tendrán algunos jugadores claves como el FMI.

El Gobierno dio algunas señales positivas respecto de la voluntad de pago al avanzar hacia una mejora en las cuentas fiscales. Hubo un fuerte aumento de impuestos incluyendo retenciones a las exportaciones, bienes personales y creando un impuesto del 30% a los gastos en el exterior. Por el lado del gasto todo indica que se busca una baja en el gasto en jubilaciones.

Con estas medidas el Gobierno sorprendió al mercado mostrando una gran voluntad de mejorar las cuentas fiscales con miras a lograr una solución amigable al desafío de la renegociación de la deuda.

Además, para mostrar buena voluntad en esta renegociación, el Tesoro siguió pagando la deuda de corto plazo en pesos (las Lecap) y también los intereses de los bonos. Pero está claro que Argentina en algún momento, seguramente más temprano que tarde, no podrá seguir pagando todos los vencimientos de capital e intereses y que por lo tanto tendrá que avanzar rápido en la restructuración.

El objetivo parece ser lograr una extensión de plazos y sobre todo un alivio en el pago de intereses que hoy representan casi tres puntos del PBI. Con un menor peso de los intereses y un superávit primario del orden del 1,5% del PBI Argentina mostraría capacidad de pago.

Suponiendo que se logre ese superávit primario, la gran pregunta es si se puede sostener principalmente con una presión impositiva que cada vez ahoga más la producción y el consumo, y en que medida puede ser amenazado por una vuelta de los subsidios a la energía que el pasado fueron una fuente importante de desequilibrio fiscal. De ahí la importancia de contar con un programa de mediano plazo.

En cuanto a la inflación la señal ha sido tratar de ganar tiempo y ver si sw logra que la inflación baje un escalón. Para eso el gobierno congeló tarifas por 180 días, controló las subas de las naftas y viene frenando al tipo de cambio. El gran desafío será mantener la calma el día 181, cuando haya que aumentar las tarifas y algunos precios para evitar que nuevamente el país sufra una crisis energética. El segundo riesgo es que el descongelamiento venga acompañado con un rebrote de la inflación, como ocurrió en los años ochenta después de los planes Austral y Primavera.

Tampoco está claro cómo se puede pasar de la reactivación, que inicialmente vendrá impulsada por las políticas macroeconómicas expansivas, al crecimiento sostenido, que es indispensable para bajar la pobreza y ayudar a resolver muchos de los conflictos distributivos que enfrenta el país.

Para que Argentina crezca se necesita una macroeconomía saludable con déficits fiscales pequeños que se sostengan con una menor presión impositiva, con una inflación mucho más baja y con precios relativos que permitan rentabilidad y favorezcan la inversión.

Eso va a requerir que el tipo de cambio sea competitivo y no se atrase, que las inversiones en energía se financien con tarifas y no con subsidios, que las cuentas fiscales no se basen en impuestos de emergencia y ataquen el elevado gasto público y que la emisión monetaria esté controlada. En pocas palabras, se necesita un programa económico integral de mediano plazo.

El Gobierno dio algunos pasos en la dirección correcta, pero no ha logrado despejar muchas dudas. El desafío sigue siendo grande y recién estamos al principio del camino.

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