Alberto ajusta el torniquete mientras la economía herida espera por una cura

En su intento por estabilizar la economía, el Gobierno decidió cerrar el año con un despliegue de barreras de contención para controlar la inflación y el dólar, las dos variables domésticas que más le preocupan, a la espera de un acuerdo con acreedores por la deuda externa que reduzca los pasivos y extienda un tiempo de gracia para cumplir con los vencimientos.

Como un torniquete sobre la herida abierta, la Casa Rosada aplicó primero un nuevo impuesto a la compra y las operaciones en dólares que reforzó el cepo dispuesto en la administración de Mauricio Macri. Y ahora comenzó a pisar importaciones, para evitar una mayor salida de divisas.

También el equipo de Alberto Fernández se encargó de congelar desde las tarifas de energía hasta las de transporte, peajes, la cuota de los créditos hipotecarios UVA e inclusive el precio de los combustibles. Además, relanzará los planes Precios Cuidados y Ahora 12, mientras confía en que los empresarios se carguen con el costo de reponer el IVA a los alimentos de la canasta básica, más allá de que se devuelva una parte de la diferencia a los beneficiarios de planes sociales.

Así, espera que se logre ralentizar en los próximos meses la suba del Índice de Precios al Consumidor, que culminará 2019 en torno a un impactante 54%, según anticipan las consultoras privadas, y llegar al segundo semestre con el oxígeno necesario para reactivar la economía.

Conseguirlo será vital para que el freezer de la economía no se transforme en una olla a presión y los precios se disparen apenas se levanten las barreras. Aunque también para ello deberá evitar que se descontrole la emisión y alcanzar un punto de equilibrio en las negociaciones paritarias entre el sector privado y los gremios. el tema más espinoso que deberá tratar en la mesa de consenso social.

La apelación a incentivar el consumo interno como motor de esa recuperación es clara, por lo que mejorar el poder adquisitivo del salario será clave para que las medidas dispuestas tengan efecto. Pero con la mayoría de los sectores de la economía sufriendo las consecuencias de la recesión y la elevada inflación, absorber una mayor carga salarial antes de que los números se estabilicen será difícil para el sector privado, en particular para muchas pymes. Más aún si la presión impositiva crece en todas las provincias, con el incremento de Ingresos Brutos tras la caída del Pacto Fiscal.

El combo es delicado y si bien la doble indemnización resurgió como un tapón para contener el empleo, no es posible mantener los puestos de trabajo cuando las cortinas cierran como aún ocurre día a día. La industria aún no se recupera y el comercio espera tiempos mejores. Sólo basta ver como la venta de vehículos cayó a niveles de 2006 y la producción aún más.

La economía aún espera una reforma de fondo que cure los males que arrastra desde hace años. La llegada de 2020 representa una oportunidad que el país no debería desaprovechar.

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