El haiku exportador de Alberto Fernández

La única solución al problema de la deuda externa es que haya un superávit comercial que produzca los dólares y un superávit fiscal para que el Gobierno los compre. Ello requiere un dólar real alto, estable y creíble. Y menos gasto y tasas de impuestos , dispara el ex Cema Carlos Rodríguez vía Twitter.

A esta altura de la velada, no hay mucho debate al respecto en el gremio de economistas que, al igual que la espléndida Nueva York, nunca duerme y fatiga, austero de autocrítica, las pantallas de TV, los micrófonos radiales y las redes sociales.

Más aún, el propio presidente electo Alberto Fernández, suscribe desde ya gran parte de ese diagnóstico. “Mi primer objetivo será que la Argentina exporte selló en setiembre pasado en Córdoba, la tierra de herejes donde el presidente saliente Macri juega tan de local como en Belgrano o Palermo, y la grieta con el nuevo poder nacional ya alcanza la categoría de fosa oceánica.

¿Quién podría negar que semejante consenso alrededor del diagnóstico económico, representa un primer gran insumo para una eventual mesa de concertación que nunca fuimos capaces de armar, salvo con el abismo a medio metro por delante? Argentina necesita generar dólares a través de un sendero exportador. Moción aprobada por mayoría, tampoco exageremos con la unanimidad.

Siempre quedará afuera de ese Pacto Nacional, algún sector, ojalá minoritario, que propone la romántica idea de la autarquía, de vivir con lo nuestro, en un mundo que, aún siendo inestable, tabicado por muros comerciales y superpoblado de machos alfas como Bolsonaro o Trump, igual continúa siendo la única vía terrenal para generar desarrollo y felicidad para nuestra gente.

Al menos, mientras versiones empresariales argentas de Elon Musk o Richard Branson, no sean capaces de identificar y explotar fuentes alternativas de riqueza en el espacio. Aspirantes locales con estas pretensiones, mentes innovadoras y desinteresados en prebendas, son especialmente bienvenidos. Call 0800-Alberto, llame ya.

Ahora bien, ¿cómo lo hacemos? Una estrategia exportadora exitosa a suscribir por la mayoría de los actores políticos, económicos y sociales que se sienten a la gran mesa del Pacto Nacional, debería pasar a corto y mediano, por tres ejes estratégicos: pautas macroeconómicas que brinden certidumbre a la inversión local e internacional, una diplomacia económica muy eficaz para aprovechar las oportunidades que ofrece la polarización creciente entre Estados Unidos y China y, en la faz sectorial, el apuntalamiento y promoción de tres sectores productivos claves en la generación de dólares: complejo agroalimentario, energía y minería (con oro y litio como dos grandes puntas de lanza) y turismo.

“El mundo avanza en la electrificación del transporte, así como aumenta la demanda de proteínas en diferentes modalidades, Argentina tiene una gran capacidad para exportar productos de ese origen , me decía hace unos días el experto Vikram Mansharanami, en el marco de su gira organizada por CFA Society Argentina.

¿Y colorín colorado este cuento se ha terminado? De ninguna manera. A largo plazo, nuestro país no tiene como aumentar y redistribuir su ingreso per cápita, con una estrategia exportadora basada en un proceso de producción de materias primas que no incorpore conocimiento e innovación tecnológica. Aún teniendo un gran margen para acrecentar nuestra factura exportadora, digamos al nivel del hoy incendiado Chile, u$s 3500 per cápita en lugar de nuestro magro u$s 1500, Argentina necesita incorporar en su Pacto Nacional, una estrategia como la que viene militando el neurocientífico Facundo Manes: mejorar el sistema educativo, fortalecer el sistema científico-tecnológico y convertir al país en un foco de innovación permanente. Esa es la única vía conocida para generar riqueza y distribuir el ingreso en forma sostenible.

Cualquier otro camino como el experimentado por América Latina en la década pasada, entra en tensión una vez que se revierte el ciclo de las materias primas, proceso aún más agravado en Argentina por la inexistencia de un fondo anticíclico a la Noruega, un mecanismo que permite canalizar la renta extraordinaria del petróleo hacia la estabilización macroeconómica en tiempos de vacas flacas como los que vive hoy toda una región donde se suceden las explosiones una atrás de otra.

Ecuador, Perú, Chile y, ahora, Bolivia. En tal sentido, si bien no se prevé a corto plazo un revival de las commodities, de suceder, sería una verdadera tragedia que tales excedentes terminen canalizándose una vez más a gastos corrientes, reactivándose el eterno ciclo argentino de atraso cambiario, tirar manteca al techo, enésima crisis de balanza de pagos y la frente marchita en el FMI.

Llegó el turno de Alberto Fernández, le toca hacer fácil lo difícil, esa misión imposible que resuelve un haiku en pocas palabras. “No lo abatieron las lluvias de mayo ni la escasez de dólares . In memoriam Matsuo Basho.     

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