Tiempo de puentes

Todos los que fueron a la manifestación del 24A a favor del gobierno, son viejos , “quienes van a las marchas organizadas por el peronismo o los movimientos sociales, vienen arriados en colectivos, por 300 pesos y el choripán . Esos clichés, casi salmos de estadio de fútbol, se repetirán incansablemente hasta el infinito. Forman parte del folklore de la política argentina, en un status de igualdad con gustos locales como el tango y el dulce de leche. Ello no es casual y, mucho menos, original. En la mayoría de los países del mundo, las preferencias políticas están organizadas alrededor de dos grandes polos que hoy está de moda rotularlos como “grieta . ¿Grieta? ¿Qué grieta? Grieta tiene una pared, un dique. Es “política a secas, pura y dura.

Tal modelo de contraste de diferencias no debería sorprendernos ni asustarnos. Si levantamos un poco la vista, veremos que, en el referéndum del Brexit en el Reino Unido, la mayoría de los londinenses votaron por quedarse adentro de la Unión Europea. Por el contrario, gran parte de los ingleses que viven en los suburbios de la capital y en el interior profundo del Reino Unido, votaron a favor de salir de la Unión Europea.

Ese ejemplo puede hacerse extensivo al caso de Estados Unidos. Así como la mayoría de los americanos que viven en los estados costeros, tanto al este como al oeste, votan habitualmente a los demócratas, gran parte de la América profunda acompaña a las propuestas políticas del Partido Republicano.

Algo similar acontece en Brasil, donde el país más pobre del Norte adhiere al Partido de los Trabajadores de Lula, mientras que el Sur y el Centro más pujante que se inclinaba hasta hace un tiempo por el Partido Demócrata Brasileño (PMDB) que fuera liderado por Fernando Henrique Cardoso hoy suscribe el Partido Social Liberal (PSL) de un presidente Jair Bolsonaro que cada vez hace menos pie en las encuestas, abriendo un interrogante acerca del espacio político que continuará representando, en un futuro, a los sectores socialmente más dinámicos de Brasil.

Como en el fútbol

Como dije anteriormente, eso no debería sorprendernos ni intimidarnos. Es parte de la normalidad de la vida política, donde las grandes mayorías representan sus preferencias, al igual que en el fútbol, alrededor de dos grandes equipos o bandos. River y Boca en Argentina, el Real Madrid y el Barcelona en España, el Liverpool y el Manchester en el Reino Unido o el Borussia Dortmund y el Bayern Munich en Alemania. Ello es lo más normal del mundo y el liderazgo político no debería tener ninguna dificultad para lidiar y administrar esa complejidad que es parte de la naturaleza política de los seres humanos, que tienden a organizarse alrededor de polos sociales o de preferencias políticas y deportivas.

Ahora bien, el mundo hoy está enfrentando una verdadera pandemia política a escala planetaria. Muchos líderes actuales entienden que aquello que es parte de la normalidad de la vida social y política puede exacerbarse y ser utilizado en provecho político de corto plazo. Nos ponen a unos en contra de otros, así como se entusiasman con la evidencia de un crecimiento en popularidad inmediato que suponen que les asegura la posibilidad de llevar adelante con éxito un gobierno.

De esa forma, a la política contemporánea se le quitaron los matices, se le eliminó el tercer tiempo, ese espacio de tendido de puentes posterior a las grandes batallas, donde nadie cambia el color de su camiseta, pero sí surge la posibilidad de captar el pensamiento, las inquietudes y los sentimientos del otro.

Por supuesto, no fuimos afortunados en excluirnos de semejante pandemia política mundial. Donde no deberíamos haber estado a la moda, estuvimos a la vanguardia. Venimos de dos experiencias políticas fracasadas, signadas por dos fanatismos de signo contrario, empeñados en gobernar para sus dos bases electorales que, como dijimos anteriormente, seguirán existiendo por los siglos de los siglos, pero que no pueden ser, de ninguna forma, la guía que nos permita resolver los enormes y complejos desafíos que enfrenta un gobierno.

Los líderes políticos

Los líderes políticos, en especial, los hombres de gobierno, no pueden ser líderes de parcialidades, de facciones. Pueden tener preferencias políticas o deportivas, obviamente que todos las tenemos. Pero por nada del mundo pueden ser líderes que no gocen del respeto hasta de sus peores enemigos. Todos los argentinos debemos sentir que hay sujetos responsables y capaces de llevar el barco a buen puerto. Estarán aquellos que gustan más del estilo del peronismo y otros del no peronismo. Pero esa manifestación de gustos o preferencias, empieza y acaba en la instancia electoral ejecutada cada cuatro años.

No podemos vivir en un eterno presente electoral. Venimos de muchos años de hacerlo y la factura a pagar en términos de pobreza, atraso educativo y social, es enorme. En términos de ingreso per cápita, estábamos parados en el mismo lugar de Corea del Sur a mediados de los años setenta. Al día de hoy, los coreanos nos ven por el retrovisor ya con una vuelta y media de retraso. Secretos no hay ninguno. Gran inversión en capital humano, innovación y conocimiento.

Tenemos que tomar la decisión de avanzar al futuro por nosotros mismos. Se nos presenta, nuevamente, la posibilidad de devolverle los matices y el tercer tiempo a la política, recuperar la posibilidad de que nos sentemos todos alrededor de una mesa común, sin que nadie tenga que perder por ello su identidad política, ni suponer que cambiaremos preferencias, gustos o ideas arraigadas, que son parte de la naturaleza humana. Es tiempo de que dejemos de acumular frustraciones y de seguir haciendo lo mismo esperando resultados diferentes.

Prácticas fracasadas dan como resultado un gobierno fracasado. Aquí no hace falta que nadie cambie de Dios, de religión, de partido político, de amigos, ni de nada. Sólo hace falta que la política recupere puentes, espacios de encuentro. Esa es la misión central y casi excluyente del liderazgo político, donde venimos fallando una y otra vez. Estamos paralizados hace muchos años por el miedo y lo que nos resulta más confortable es quedarnos refugiados en el patio de nuestras casas y de nuestras propias convicciones.

Saltar la cerca al futuro demanda mucho coraje, no nos quedemos paralizados una vez más, apostando a los peores prejuicios y fantasmas. Es hora de divorciarnos del infortunio. De la mano del conocimiento y del gran talento de los argentinos, podemos estar parados en una década en un lugar muy diferente. Pongámonos a la altura de nuestras expectativas. No hay ningún camino mágico. Hoy es el turno del liderazgo político. Mañana debe serlo de todos los actores,  energías sociales y productivas que hoy están prácticamente dormidas y atónitas, por la ausencia de programa claro y liderazgo político.

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