El inusual recorrido de Cristina: Trump, Gelbard, Lavagna y el contrato social

Cristina Kirchner no le dio el gusto a los que esperaban oír de su propia boca una referencia explícita a su participación en las elecciones de octubre. Pero toda la liturgia del acto de presentación de su libro Sinceramente tuvo sabor a campaña electoral. Cuando todo el público que siguió su discurso desde el exterior del salón empezó a corear el clásico "Vamos a volver", la ex presidenta solo les contestó con un "son incorregibles", haciendo alusión a la frase con la que Jorge Luis Borges definió a los peronistas.

A los ojos de aquellos que buscan decodificar el futuro electoral, Cristina se mostró moderada. Hizo política sin hablar de política. Pidió no silbar al Gobierno (una práctica que ejercía en su gestión cuando aludía a Macri como jefe de Gobierno porteño) pero habló de la crisis económica como si fuera terminal. La describió como muy difícil, y la puso dentro de una enumeración (contenida en el libro) que empezó en el rodrigazo, siguió con la híper de Alfonsín y Menem y terminó con el colapso de 2001. También remarcó que se pagan más planes sociales hoy que los que dejó como herencia su gobierno.

Mencionó a Roberto Lavagna como ministro de Economía de Duhalde (no de Néstor) y elogió a José Ber Gelbard como modelo de dirigente empresario. Rememoró su Pacto Social como herramienta disciplinadora (porque congeló precios y tarifas), pero sin citar que también suspendió dos años las paritarias. No rechazó la idea del acuerdo que busca Macri, pero la ató a un nuevo contrato social. Aceptó ponerse el cartel de populista pero a la vez subrayó que recetas similares son las que le permitieron a Trump hacer volar la economía de EE.UU. y tener el desempleo más bajo en 50 años. "Los que viajan allá y lo escuchan, deberían imitarlo", remató.

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