Con aranceles a autos, Trump sumará conflictos con socios comerciales

La Unión Europea y Japón deberían resistirse a otorgar concesiones a la Casa Blanca, y menos cuando el argumento es la seguridad nacional

Desde la Casa Blanca de Donald Trump han emanado muchas nociones extrañas. Pocas son tan excéntricas como la idea de que los autos que importa Estados Unidos constituyen una amenaza para la seguridad nacional.

Donald Trump tiene ahora un informe del departamento de Comercio norteamericano que está investigando si el mandatario debería fijar los llamados aranceles "Sección 232" -que se utilizan para proteger al país de amenazas estratégicas- a los componentes y autos enteros provenientes de sus socios comerciales.

Dado que entre esos socios se encuentran aliados de su política exterior como la Unión Europea y Japón, y que la capacidad de producción total de Estados Unidos está en cualquier caso cerca de satisfacer la demanda interna, esa medida sería profundamente equivocada.

Intensificaría las tensiones con los socios comerciales después de haber aplicado una medida similar sobre las importaciones de acero y aluminio el año pasado. Estados Unidos también se arriesga a abrir las compuertas para que la seguridad nacional se use como excusa general para que los países encuentren defectos en el entramado del régimen comercial global. India, por ejemplo, eligió esta semana anunciar que le está quitando a Paquistán el status de nación más favorecida. Lo hizo con el argumento de la seguridad nacional, lo que le dio a India la excusa perfecta para elevar los aranceles sobre las importaciones provenientes de su vecino por encima de los que fija para los otros miembros de la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Legalmente, Trump puede salirse con la suya en cuanto a los aranceles. Para no provocar una reacción en contra, históricamente ha habido resignación hacia los gobiernos que se eximen de cumplir con normas comerciales invocando cuestiones de seguridad nacional. Siete gobiernos ya iniciaron un reclamo a la OMC contra Estados Unidos por sus aranceles al acero y aluminio. Si el panel de disputas determina que son ilegales, la reacción en Washington probablemente será explosiva.

Si Trump impone aranceles a los autos, les crea a los grandes socios comerciales, particularmente a la UE, el dilema de cómo responder. Bruselas ya contraatacó juiciosamente con sus propios derechos a la importación y tiene preparada una lista de exportaciones norteamericanas para gravar.

Sin embargo, la UE debería tener cuidado de no interrumpir las cadenas de abastecimiento de las compañías europeas privándolas de insumos.

En cualquier caso, Trump se muestra bastante dispuesto a ignorar a los grupos de votantes norteamericanos, como los productores agropecuarios, que se vieron perjudicados por las medidas de represalia.

Más allá de eso, hay pocas maneras en las que la UE puede o realmente debería responderle a Estados Unidos de forma tal que le reporte un beneficio. Bruselas trata de aplacar a Trump y de desviar esos gravámenes acordando el inicio de negociaciones bilaterales para alcanzar un acuerdo comercial -que implique bajar a cero la mayoría de los aranceles industriales, y hacer algún avance progresivo en lo que respecta a la cooperación regulatoria.

Desde que ese acuerdo de mantener negociaciones se selló en julio pasado entre Trump y Jean-Claude Juncker, el presidente de la Comisión Europea, las conversaciones avanzaron poco. Es cómico que las expectativas de ambas partes casi no coinciden. La UE quiere mantener el foco en el limitado acuerdo tal como se concibió originalmente. EE.UU. amplió sus ambiciones a una larga lista de deseos, incluyendo aranceles agrícolas y regulaciones alimentarias, por lo que cruzó la más roja de las líneas en Europa y particularmente en Francia.

Si Trump está decidido a restarle eficiencia a las cadenas de abastecimiento estadounidenses y a encarecer los autos para los consumidores norteamericanos, parecería que hay poco que puedan hacer los socios comerciales para detenerlo. De hecho, deberían tener cuidado de no dañar más sus propias economías o su credibilidad en el proceso. A los países como Japón y a la UE les iría mejor si trataran de ampliar los lazos comerciales con China, y con los otros grandes mercados de consumo de autos del futuro. Les servirá menos pelear por una participación de mercado en una economía madura donde las políticas excéntricas hacen estragos con los planes de negocios.

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