CRONISTA POR UN D A

El peligro mundial del nacionalismo extremo

El ingreso del nacionalismo extremo en numerosos países desequilibra la normalidad necesaria para acabar con las guerras comerciales y la resolución de los problemas económicos, los semáforos en rojo de este tiempo.

Son varios los analistas que consideran que esa maldición emergió con la crisis del 2007/2008 donde el Mercado Común Europeo entró en picada, sin paracaídas presenciando la fragmentación en el continente a nivel político. Bruselas fue desobedecida y cayeron sobre las autoridades continentales todo tipo de improperios. Eso trajo hundimiento de la economía, pérdida de empleos, caída de la demanda y mercados poco competitivos. Y un grupo de autócratas que hacen negocios e ignoran las reglas del juego se ha impuesto en varios países de la ex-órbita soviética.

Otros pensadores indican que toda la tormenta trajo a la superficie un nacionalismo extremo porque al bache económico se le sumaron las corrientes migratorias torrenciales . Y adscripto a ese tipo de nacionalismo llegó el racismo y el antisemitismo y todo lo que representara la extranjería, el odio a lo foráneo, la imposibilidad de entender las razones "del otro". Algunos líderes europeos han tomado conciencia de ello, otros se suben a caballo, demagógicamente, de los reclamos populares.

El domingo pasado, en París, en los actos conmemorativos de la Primera Guerra Mundial que terminó con la vida de 10 millones de muertos y otros millones de mutilados, tanto el anfitrión Emmanuel Macron como la canciller alemana Angela Merkel (representando a las dos potencias enfrentadas entre 1914 y 1918) juzgaron frente a 7 Jefes de Estado del mundo allí presentes, que estamos frente a nuevos peligros, llamados por ellos "catástrofes". Macrón aseguró: "El patriotismo es el exacto contrario al nacionalismo. El nacionalismo es una traición".

Para tomar la temperatura al proceso basta ver la reacción en Alemania . Allí Alexander Gauland, copresidente del partido ultra Alternativa para Alemania (AfD), con afinidades neonazis, con un buena carga de votos en sus espaldas criticó a Merkel. "La canciller no debería haber participado porque se trataba de un evento para los vencedores del conflicto bélico". Agregó: "No podemos ponernos en una situación histórica que favorece claramente al ganador y caminar junto al señor Macron por el Arco de Triunfo".

Un resquemor, un quebrantamiento de lo moral por parte de Gauland, después de tantos años de esfuerzos pacíficos a través del intercambio y los buenos negocios. Debe recordarse que el final de la Primera Guerra trajo consigo la expansión de una violencia sin límites (ideológicas, étnicas, principistas) que se tradujo, casi de inmediato en la Segunda Guerra Mundial. Durante años y aún hoy se siguen encontrando bombas con material químico, usadas en el primer conflicto del siglo, muy peligrosas. Todo cambió desde 1918, en la política, en el arte, en el manejo del Estado.

Precisamente, la tesis del Historiador Peter Fritsche, en su trabajo de investigación "De alemanes a nazis 1914-1933" es que los nazis sólo fueron la consecuencia de un nacionalismo extremo, delirante y desatado , con aprobación del pueblo alemán, antes y después de salir al combate en la Primera Guerra Mundial. La declaración de guerra contra los aliados en defensa del Imperio Austro-Húngaro produjo un sentimiento de alemanidad que llenó de "éxtasis" a un Hitler ya dirigente lanzado y a los muchos que comenzaron a militar junto a él. A los que habría que agregar movimientos ortodoxos nacionalistas extremos en determinas regiones, como Prusia y Baviera. Los nazis -asegura Fritsche- "sólo prosperaron por las desfavorables circunstancias que siguieron a una guerra perdida, al colapso político, a los desastres económicos de la inflación y la depresión más las impuestas por el Tratado de Versalles y las enormes indemnizaciones de guerra".

En 1918, el armisticio -con un todos los conflictos sin resolver- no trajo la paz buscada en el continente porque los vencedores fueron demasiados exigentes con Alemania y porque la Sociedad de las Naciones, una organización internacional, no cumplió sus objetivos de serenar los ánimos. Eso mismo lo advirtió , alertando a las autoridades Lord Keynes quien fue observador inglés en las reuniones de la posguerra. Keynes consideró a Versalles como un error que se pagaría caro. Así fue.

Por supuesto que el mundo frente al de 1914 es muy distinto. Ahora puede decirse que frente a comienzos del siglo XX, a veces con muletas, otras veces sin ellas, hay más democracia y más estabilidad , aunque a regañadientes porque se está fracturando aceleradamente. En el mientras tanto Donald Trump no quiere revertir su actitud nacionalista extrema (muchos de sus admiradores son racistas, defensores de la "supremacía blanca") infligiendo un daño al entendimiento internacional. Trump no quiere poner un dólar más en la OTAN que en tiempos de la guerra fría sirvió mucho a Washington en los frenos que impuso a Moscú.

Trump se resguarda en sus caprichos y se vuelve a proteger tras el crecimiento de la economía norteamericana y los saltos positivos en Wall Street. Nadie objeta esa mejora de la economía, cuyos motores fueron prendidos por Obama y no por Trump (que no sembró pero recoge los laureles) aunque los otros indicadores norteamericanos son dolorosos. La desigualdad es gigantesca. El consumo de droga se multiplica por la desesperanza. Sólo el uso de la heroína se amplió un 50% entre 2016 y 2017. Trump ha favorecido a las grandes empresas quitando -como buen republicano- las cargas impositivas pero los ingresos de la población son menores a los de las generaciones anteriores.

Existen opiniones distintas frente al término "nacionalismo" . Se lo consideraría "ambiguo", según algunos académicos. Distinguen entre "nacionalismo étnico " y "nacionalismo cívico" que está vinculado con una serie de valores políticos. Estas distinciones ayudan a los enemigos de la unidad europea. Los nacionalistas repudian la Unión pero respaldan una Europa que vendría a ser una suma de naciones, pese a que ejemplos anteriores vienen fracasando, como el Brexit. Hay que considerar también que desean tomar el poder en Bruselas y quedarse con todos los mandos burocráticos.

A nadie se le ocurre terminar con el euro, la moneda que los une, porque pondría en riesgo los patrimonios forjados año tras año en forma de ahorros, pensiones y otras formas distintas de riqueza.

Por supuesto que Latinoamérica no se salva del resurgimiento del nacionalismo. Es advertible en el nacionalista Trump que coloca 10.000 efectivos y redes con clavos en la frontera con México para frenar la migración centroamericana. Una marcha que obedece a las crisis políticas y económicas y la violencia en sus países de origen.

No son los únicos. Siguiendo a Latinobarómetro, desde un sector dentro del BID (Banco Interamericano de Desarrollo) sólo el 50% de la población cree en el sistema democrático. Brasil ha demostrado que la población jerarquiza la seguridad y por otro lado está asqueada de la prostitución en las instituciones. Esto explicaría la elección de Jair Bolsonaro como presidente de la nación, un arribista xenófobo con delirios militaristas de quien todavía, pasado ya un tiempo de la elección se desconocen sus propuestas para gobernar.

El único que ha salido a decir que Bolsonaro no es fascista ha sido el ex-presidente Fernando Henrique Cardoso. Aseguró que con el votado no se pone en peligro la democracia. Concreta que al no tener partido, Bolsonaro se ve impedido de ejercer un autoritarismo organizado". Hoy -agregó Cardoso- no es preciso un golpe de Estado militar. Basta ver como se van degradando las instituciones".

El mundo está enfermo de xenofobia. Hay extremismo hasta en la Suecia que llegó a ser socialdemócrata. Las agrupaciones nacionalistas se consideran justicieras antiinmigración. La ultraderecha ha encontrado su mayor respaldo en lo que fue la Alemania del Este (ocupada durante décadas por los comunistas) . Todo condimentado con racismo. Los actos antisemitas han aumentado un 70% el último año en Francia. Y se conocen porcentajes menos elevados de rechazo a los judíos en casi toda Europa Occidental.

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