El esfuerzo de Macri para hacer reformas no evitó una nueva crisis

A pesar de los elogios de la directora del FMI, el programa económico argentino no obtuvo los resultados buscados a causa de un gradualismo que exigió una alta tasa de endeudamiento

El clima aún era veraniego y el estado de ánimo relajado. Lagarde abiertamente elogió al Presidente Mauricio Macri: "Los primeros dos años de sus reformas han sido asombrosos", dijo. Hasta aprovechó la oportunidad de disfrutar con su esposo del famoso espectáculo Rojo Tango. Una vez terminado el show, pidió "reservar una mesa para julio.... para cuando vuelva", aseguró.

Dos meses más tarde, los aumentos de las tasas de interés dieron vuelta a Argentina. Una corrida contra el peso forzó a Macri a enviar funcionarios a Washington la semana pasada en busca de un préstamo multimillonario en dólares. Fue un sombrío revés para el ex empresario de 59 años. Macri asumió la presidencia en 2015 con la promesa de convertir a la Argentina en "un país normal". Sin embargo, ahora enfrenta una crisis financiera. Esa anormalidad es tristemente normal en Argentina. Tal como dice el chiste, el mundo tiene cuatro economías: las desarrolladas, las en desarrollo, la de Japón y la de Argentina.

El país es un caso especial por varios motivos. Hace cien años, más o menos al mismo tiempo que el Titanic chocaba contra un iceberg, Argentina se encontraba entre los 10 países más ricos del mundo. Hoy se ubica en el 87º lugar. En total, defaulteó su deuda ocho veces, tuvo dos veces hiperinflación y pasó por 20 programas económicos respaldados por el FMI en 60 años. El más brutal de todos terminó en 2001, que desencadenó una cesación de pagos por u$s 100.000 millones y una demoledora devaluación. El espectacular derrumbe dejó a uno de cada cinco argentinos sin empleo, y una comprensible alergia a todo lo asociado con el FMI. Eso también condujo a 12 años de gobierno populista. Todo eso hace que la posterior búsqueda de la "normalidad" por parte de Macri sea aún más difícil.

Recuerdo claramente un viaje a Buenos Aires a principios de 2016, poco después de la asunción de Macri. En reuniones con el gobierno, me sorprendió la transparencia y el nítido enfoque de los funcionarios un fuerte contraste con similares encuentros durante la anterior administración de Cristina Fernández (si sus funcionarios se dignaban a aparecer).

Muchos de sus colaboradores me dijeron que cuando empezaron a trabajar se encontraron con un desorden que lindaba con el sabotaje: servidores arrancados y archivos destruidos. La vicepresidenta Gabriela Michetti llegó a decir que se le cayeron las lágrimas cuando se dio cuenta del despilfarro y robo que había habido. Poco tiempo después de mi visita, un ex secretario de obras públicas fue descubierto tirando bolsones con u$s 9 millones hacia adentro de un convento.

Fernández formó parte de la "marea rosa" izquierdista que llegó al poder en América del Sur a principios de este siglo. Su predecesor y esposo, el fallecido Néstor Kirchner, rompió con el FMI en 2006. Era un matón político, hasta lucía una curita en su cabeza en día de su asunción. Sin embargo, equilibró los libros y fue recién después de que su esposa tomó el poder que la economía empezó a descarrilarse. Fernández se presentaba como la actual Evita Perón, patrona de los pobres, pero dejó la presidencia con una fortuna personal de consideración.

Otros países de Sudamérica ahora enfrentan legados populistas similares. De hecho, el FMI podría tener unos años atareados en la región. Venezuela, con su hiperinflación, definitivamente es el peor caso. Pero Brasil recién ahora está emergiendo de su recesión más profunda de la historia. Y Ecuador se está quedando rápidamente sin fondos.

Limpiar el caos que dejaron las incumplibles promesas populistas es difícil. Se requieren reformas ambiciosas, sensibles socialmente y pro mercado del tipo que Lagarde elogió en Argentina. Macri liberó el tipo de cambio, cortó con los subsidios generales e implementó un duro paquete de reforma estructural. Pero contrariamente a su imagen de empresario insensible, también elevó las jubilaciones y aumentó las transferencias de dinero a los pobres. Ahora con el FMI involucrado, la pregunta que queda es si eso no tendrá que sufrir recortes.

Sin embargo, Argentina es muy diferente a lo que era en 2001, al igual que el FMI. En aquel entonces, Anne Krueger era la subdirectora del fondo, y su "gran idea" era un tribunal de quiebras para las naciones financieramente en bancarrota. Lagarde parece más interesada en temas como la equidad: El FMI hace poco hasta se criticó por ser demasiado "liberal". Sin embargo, el FMI normalmente exige austeridad.

Dada la historia argentina, eso dañará la popularidad de Macri en su país y, por lo tanto, la sustentabilidad de su programa. Todo eso plantea la siguiente pregunta: si las reformas de Macri realmente son tan fabulosas, ¿qué fue lo que salió mal? La respuesta simple es que el presidente quería evitar los bruscos tratamientos de shock del pasado. Ese "gradualismo" requiere de un amplio financiamiento externo. Por un tiempo, las tasas de interés globales ultrabajas facilitó la tarea: Argentina colocó bonos por más de u$s 100.000 millones en sólo dos años.

Tal como ahora están descubriendo los propietarios de viviendas de Estados Unidos y los mercados emergentes de todo el mundo, esos días de dinero barato han llegado a su fin. Un error central del plan de Macri para convertir a la Argentina en un país "normal" fue depender de las tasas de endeudamiento que no eran para nada normales.

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