LOS REPUBLICANOS CARGAN CON EL PESO DE QUE EL PRESIDENTE FUE DENUNCIADO POR ACOSO SEXUAL 16 VECES

La derrota de Trump en Alabama no significa una ola demócrata en EE.UU.

Cuando un estado evangélico vota por un candidato liberal, los demócratas creen que se sacaron la lotería. Es como si un republicano ganara en Washington DC

La victoria del demócrata Doug Jones en Alabama representa un buen ejemplo. El sur profundo una subregión cultural y geográfica del sur de EE.UU. por lo general aborrece a los demócratas. Pero el resultado no debe confundirse con la llegada de una ola democrática nacional. Esto representó más bien el repudio de un candidato particularmente abominable: Roy Moore ha sido acusado de abusar de menores de edad. Una cantidad suficiente de residentes de Alabama consideró que incluso un demócrata liberal a favor del aborto sería mejor que el otro candidato. Pero Donald Trump no estuvo de acuerdo. Él es el gran perdedor del martes por la noche. El ganador fue la ola "#MeToo" (#YoTambién) en contra del acoso sexual.

El haber nominado a un misógino del Antiguo Testamento en medio de una reacción violenta contra los hombres poderosos que se aprovechan de las mujeres vulnerables representa un ejemplo de las dificultades del Partido Republicano. Una estrategia sensata habría sido elegir a una mujer. O, en su defecto, tal vez a un hombre con cosas buenas que decir acerca de las mujeres, como Luther Strange, el hombre al que Moore derrocó. En cambio, la base republicana de Alabama decidió apoyar a un hombre que insistió en que él solamente había "salido" con niñas después de haber recibido el permiso de sus madres. El martes por la noche, esas madres salieron a votar o se abstuvieron de hacerlo. No debería necesitarse un clarividente para darse cuenta de lo que pasaría.

Tampoco se necesita genialidad para imaginar a dónde va a parar. El camino #MeToo conduce a la Casa Blanca. Al igual que la investigación de Robert Mueller en relación con Rusia, la campaña contra el acoso sexual tiene un objetivo final en mente. La pregunta es cómo responderá ahora Trump.

El presidente ha dado algunas obvias pistas durante los últimos días. El martes, en un tuit cargado de insinuaciones sexuales, él insinuó que la senadora demócrata Kirsten Gillibrand había ofrecido "favores" a cambio de donaciones de campaña. Unos días antes se supo que él le había dicho a un senador republicano que la voz en las cintas de grabación de Access Hollywood que se filtraron poco antes de las elecciones del año pasado no era la suya. Hasta ahora, había dicho que los comentarios en las cintas, las cuales grabaron sus alardes acerca de agarrar mujeres por los genitales, eran una broma inofensiva. Cuando Trump se siente acorralado, generalmente responde con ataques. Sus acusadoras femeninas debieran ponerse sus chalecos antibalas.

El resultado de Alabama conlleva dos implicancias. La primera es que los demócratas intensificarán su campaña contra los depredadores masculinos. Es difícil imaginarse que el movimiento #MeToo se hubiera vuelto tan viral si no fuera presidente. Actualmente es difícil imaginarse que se detendrá. Si incluso un estado empedernidamente cristiano evangélico vota por un candidato liberal, los demócratas creen que se han sacado la lotería electoral. Otros estados republicanos podrían tomar nota y presentar candidatos más aceptables. De hecho, todo el partido podría convertirse al feminismo. Pero no puede hacer nada para deshacerse del hecho de que su presidente ha sido acusado de acoso por al menos 16 mujeres. Las acusadoras de Trump ahora se sentirán envalentonadas. Ellas tendrán a un ejército de simpatizantes alentándolas.

Las figuras demócratas con dudosos historiales deberían pensar en algo más que hacer. No esperes que Bill Clinton aparezca en ninguna plataforma demócrata en el futuro cercano. Al Franken, el senador de Minnesota que dijo la semana pasada que no volvería a postularse, ahora no cambiará de parecer. Sin duda alguna otros escándalos se revelarán. Y habrá una tolerancia cero.

EE.UU. está experimentando una revolución de género tardía. Pero no debiera confundirse con una estrategia nacional para los demócratas. El partido está más lejos que nunca de desarrollar un mensaje que capture los sueños de los votantes en los estados centrales del país. No puede contar con que los republicanos continúen eligiendo figuras similares a Roy Moore. También debe tener cuidado de no extralimitarse. Si los demócratas creen que pueden expulsar a Trump de la presidencia debido a acusaciones de acoso sexual, podría convertirse en un búmeran.

La segunda implicancia de lo sucedido en Alabama será la profundización de la guerra civil republicana. Stephen Bannon, el ex estratega principal de Trump, está culpando a la clase dirigente del partido por la derrota de Moore. A pesar de su pérdida, casi tres cuartas partes de los votantes evangélicos de Alabama creen que las acusaciones en contra de Moore fueron "noticias falsas". Durante los próximos días, los republicanos no escatimarán esfuerzos para garantizar la aprobación final del impopular recorte impositivo de u$s 1,5 billones. La mayoría del Partido Republicano en el Senado ahora caerá a sólo 51 sobre 49. Pero transcurrirá cierto tiempo antes de que Jones asuma su cargo. Se librará una batalla para aprobar el recorte antes de que lo haga.

Después de eso, las guerras culturales se reanudarán a una escala todavía más desagradable que antes. En un lado estarán los republicanos que creen en elegir candidatos cuerdos que tienen la oportunidad de ganar. En el otro estará Trump, incitado por Bannon. "Éste es un sistema enfermo", dijo Trump la semana pasada refiriéndose a la política estadounidense. En este punto, la campaña #MeToo y Trump están de acuerdo.

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