El nuevo modelito argentino de gobernabilidad y desarrollo

Fue el doctor Cristiano Rattazzi, no la Casa Rosada, quien días atrás dialogó con el periodismo acerca de tres de los motivos que inducen a acelerar las gestiones oficiales encaminadas a lograr la plena membresía del país en la Organización Económica de Cooperación y Desarrollo (OCDE).

El presidente de Fiat dijo que ser parte del club de ayuda a captar inversiones, en tácita alusión al valor que la comunidad internacional asigna a sus juicios y al sólido trabajo de asesoramiento que realiza en el campo de los diagnósticos y prácticas de gobernabilidad y desarrollo sostenible.

Rattazzi enfatizó que, aún con esos pertrechos intelectuales, acercarnos al nivel de gobernabilidad ya alcanzado por Chile, nos puede demandar un ciclo de reformas que insumirá más de diez años.

Al terminar las elecciones el Presidente Macri comenzó a hablar de reformas que no detalla pero tiene relación con lo anterior, mientras el próximo 1´ de noviembre el subsecretario Marcelo Scaglione irá al CARI para informar sobre los avances registrados en París.

La OCDE no es una organización contractual. Sólo se conduce con mecanismos sutiles, orgánicos y eficientes de persuasión y presión ambiental. La membresía del foro (hasta ahora 35 países y regiones, entre los que sobresalen las potencias tradicionales de Occidente) suele explotar la ansiedad y vanidad política de las naciones que aspiran a ingresar con atajos a las filas del Primer Mundo, induciéndolas a formular un plan de adaptación al planeta desarrollado. A veces, a costa de generar compromisos de discutible utilidad (por ejemplo, la noción de respetar las mitologías y achaques proteccionistas de los países más ricos de la tierra).

Entender las reglas no escritas de ese foro puede ser un ejercicio alucinante cuando se observa la atronadora influencia del gobierno de Donald Trump en sus actividades. De ahí que parezca tentador preguntarse qué papel asumirá Washington en un club donde la racionalidad, el multilateralismo y la integración regional suelen ser materia de crítica razonable y constructiva, no de menosprecio y ruptura.

En ese tinglado no era común ningunear sin fundamento la vigencia de la OMC o de los organismos nacidos en la Conferencia de Bretton Woods.

Si se desestiman algunos rasgos de bisoñería, todo indica que la estrategia Macri-Pompeo para definir los términos de acceso de la Argentina a la OCDE registra un buen progreso.

Hay quienes piensan (mal hecho, pensar es una detestable costumbre), que negociar con un sí más o menos eterno en la boca, tener buena química con Angel Gurría, el Secretario General del club, y apostar un gran número de fichas al patrocinio de Estados Unidos para afianzar nuestra candidatura, lo que implica recostarnos en una potencia que dejó de ser previsible, para ser incontrolable y detractora de la arquitectura de poder que alumbró la existencia de ese foro, no sólo es insuficiente, sino implica tocar los nervios sensibles de socios y aliados necesarios.

Dejar heridos cuando uno está en un planeta en el que son los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) quienes se auto-proclaman como los nuevos adalidades de la globalización y la liberalización del comercio mundial, y el MERCOSUR sigue divagando sobre un provechoso Acuerdo político birregional con la Unión Europea (quien tiene sus pupilos en el paquete de accesiones de la OCDE hoy en debate), es una táctica de alto riesgo.

Por otra parte, las candidaturas del foro responden a algo más que a la dedocracia del lugar. Sus decisiones están acotadas por la cantidad y calidad de los recursos disponibles para incorporar nuevos Miembros.

Y si bien no es cuestión de acomplejarse, nadie olvida que la candidatura de nuestro país exhibe baldosas flojas (voraz endeudamiento público y déficit fiscal, insólitas patinadas del Ministerio de la Producción, llamativos reflujos inflacionarios, un déficit comercial inquietante y otras costuritas sueltas). Y aunque en París ningún peso pesado se abstiene de aplicar la regla no escrita del haz lo que yo digo, más no lo que yo hago, tal privilegio no corre para los aspirantes.

El otro puntito que marca la gran distancia entre Chile y la Argentina es que, tras un comienzo mesiánico y torpe, el gobierno trasandino entendió que las reformas que se llamaron milagro económico debían asociarse a un axioma central que suelo repetir hasta la náusea: "apertura económica, sin promoción de exportaciones, es una apuesta sin futuro" (ingeniero Hernán Büchi, ex Ministro de Hacienda).

Con o sin OCDE la estabilidad argentina debería administrarse con la idea de que es una condición necesaria, nunca suficiente, en especial cuando se trata de orquestar una inserción viable en un mundo difícil, contractual, incierto, muy competitivo, objetivamente tramposo y viciado por una muy seria y prolongada crisis de sobre-producción industrial generada por China, India y otros distinguidas naciones asiáticas.

En los últimos días la Argentina no registró el volcánico estallido de la cuarta reunión Ministerial vinculada con la renegociación del NAFTA entre Estados Unidos (país anfitrión), México y Canadá. Los dos segundos le dijeron al Embajador Robert Lighthizer, titular del USTR, que las propuestas que llevó a las deliberaciones ponían en serio peligro la subsistencia del Acuerdo existente, cuyo proceso de renegociación fue sucesivamente propuesto y saboteado por el Presidente Donald Trump, hecho que levantó una masiva y fuerte condena de su propio partido y del sector empresario. Visto el ambiente, los ministros sólo acordaron extender al primer trimestre de 2018 la renegociación de ese acuerdo, en cuyo contexto se expandió en 300% el comercio regional.

El aludido episodio tiene numerosas aristas que se intentará explicar en una futura nota ad hoc, pero vaya, a título de anticipo, el saber que las tres naciones que intentan modernizar y evitar la disolución del NAFTA, están en la larga lista de las que fueron contactadas en forma individual por el Ministerio de Producción de nuestro país con la difusa idea de negociar sendos Acuerdos regionales de integración cuya viabilidad potencial se desconoce.

Sería muy útil que el gobierno y las organizaciones de la sociedad civil se impongan de la clase de disparate que parece haber llevado la delegación de Estados Unidos a las antedichas deliberaciones, para determinar si esa es la clase de inserción mundial que se desea.

Temas relacionados
Noticias de tu interés