El desafío de las urnas marcará la relación con las provincias y los límites de la gestión
El éxito de la primera de las empresas implicará el deterioro del kirchnerismo y, consecuentemente, un empoderamiento partidario de gobernadores, legisladores, intendentes, sindicalistas y dirigentes políticos peronistas que aguardan el momento de encarar la renovación de una fuerza atomizada. Un grupo central para el oficialismo, porque constituye el núcleo con el que deberá entablar negociaciones si pretende avanzar con las reformas previstas en la hoja de ruta de Mauricio Macri.
En tanto, el suceso de la prueba nacional significará una demostración de respaldo popular que el propio Presidente hará jugar en la mesa de discusión con las provincias, cuando se comience a definir el futuro manejo de las cuentas fiscales. Está claro que, aunque la relación de fuerzas en el Parlamento no se modificará sustancialmente, los gobernadores no tendrán el mismo peso para rechazar una adhesión a la Ley de Responsabilidad Fiscal o encarar un nuevo reparto de los ingresos tributarios si los alcanza la "ola amarilla", como la denominó el mandatario salteño Juan Manuel Urtubey. Quizá solo entonces decida eliminarse definitivamente la ley de Emergencia Económica.
En definitiva, el primer paso de esa nueva o vieja relación, dependiendo el resultado electoral, se podrá apreciar cinco días después del paso por las urnas, cuando Macri reciba en Olivos a los gobernadores. Y el siguiente llegará en las sesiones extraordinarias de diciembre, cuando el Congreso muestre nuevas caras. Será en esos dos escenarios donde se trazará el futuro de la gestión macrista.