Instagram, la generación Z y la verdad sobre los filtros y retoques

La juventud no es un filtro; es un hecho. Y también lo es la piel joven. Aceptálo, y seguí con tu vida

La agencia de fotografía Getty Images ha anunciado que ya no aceptará imágenes que parezcan haber sido editadas para hacer que las personas parezcan más delgadas o más grandes.

La decisión se inspiró en una nueva ley francesa, que entró en vigencia la semana pasada, que requiere que todas las imágenes comerciales de modelos que hayan sido alteradas digitalmente lleven una advertencia: "fotografía retocada". Las imágenes que sean editadas con Photoshop sin consentimiento serán sujetas a una multa de 37.500 euros, o el 30% de los costos publicitarios.

La ley me parece bastante redundante. La publicidad en sí está basada en las mentiras. ¿Y desde cuándo confiamos en que las fotografías van a decirnos la verdad? En 1930, el retocador de Hollywood James Sharp se pasaba seis horas con su lápiz, alisando manchas y arrugas en un retrato publicitario de la actriz Joan Crawford, tomada por George Hurrell. En su época Bette Davis fue retro-iluminada, retocada y mejorada.

Sin duda, podemos aspirar a ser bellos y sentirnos desgraciados de no serlo, pero argumentar que no sabemos que las imágenes son constantemente retocadas para hacerlas más atractivas asume un grado asombroso de ingenuidad por parte de las agencias que pretenden protegernos. Por supuesto que lo sabemos. Tenemos conocimientos de Photoshop a nivel de doctorado.

Vivimos en la era del filtro de Instagram, donde la piel más clara, y sin arrugas está disponible con el clic de un botón. Snapchat no sólo refina y aclara nuestros rasgos faciales, sino que hace brotar orejas de conejo de nuestras cabezas. Mientras tanto, es difícil reconocer a muchos de mis compañeros en las redes sociales porque el uso excesivo de aplicaciones de retoque como Facetune ha retocado, estirado y deformado sus rasgos hasta convertirlos en maniquíes de plástico.

Muchos de nosotros somos cómplices del engaño digital. En una encuesta realizada por el sitio web australiano beautyheaven.com.au, "66% de los encuestados se opusieron a la edición de imágenes en las revistas, mientras que 57% de ellos admitieron haber retocado regularmente sus propias imágenes en las redes sociales". Molestarse porque la publicidad retoca las imágenes mientras uno altera tu propio físico más allá del reconocimiento me parece hipócrita, por decirlo suavemente.

El punto es que los que se dedican a ser modelos no son personas comunes transformadas en bellezas estupefactas por la magia de la tecnología: en primer lugar son personas increíblemente bellas. Acabo de dedicar un mes a analizar a estos individuos, mientras cubría los desfiles de moda de las colecciones de primavera 2018, y puedo atestiguar que todas son uniformemente asombrosas. Y no sólo en la pasarela después de horas de peinado y maquillaje iluminadas en el resplandor de luces halógenas. Se ven increíbles tras bastidores con sus ruleros y batas; se ven increíbles a las 5 de la mañana, después de largas jornadas de trabajo y sin haber dormido; se ven increíbles después de cuatro semanas de torturar sus caras, ampollar sus pies y tener que encoger el estómago mientras corren de desfile a desfile. Y se ven increíbles después de las pasarelas, champán en mano, y sin maquillaje portando su propia ropa. Totalmente naturales y radiantes con adrenalina, son seres supremos, de belleza incomparable.

La mayoría de modelos son adolescentes. Tienen el cabello brillante y la piel reluciente. Sus cuerpos, aun en crecimiento, todavía no han encontrado los contornos finales de la adultez y parecen ninfas y seres surreales. Kaia Gerber, la hija de piel de oliva de la supermodelo Cindy Crawford, que hizo su debut esta temporada, tiene todo eso y un carisma único: un magnetismo físico que es su derecho de nacimiento. No necesita filtros, ni retoques ni mejoras. Y tampoco tendría porqué necesitarlo. Tiene 16 años. La juventud no es un filtro; es un hecho. Y también lo es la piel juvenil. Acéptalo, y sigue con tu vida.

Podrías argumentar que es fácil para mí decirlo. Soy demasiado vieja para ver a modelos y sentir la perniciosa ambición de ser como ellas. Las personas más jóvenes son más sensibles. Pero las personas jóvenes y vulnerables estarían aún así deprimidas por cómo lucen aunque vieran a Gerber arrastrarse sobre las pasarelas vistiendo unos viejos pantalones deportivos. Por otra parte, sospecho que los jóvenes en realidad aspiran y están atraídos por su gracia y confianza. La felicidad es difícil de manipular; no tiene un filtro. Y poner fin a Photoshop no va a hacer el mundo más hermoso.

Además, la ley francesa ha llegado demasiado tarde. Entra en vigencia en un momento en que las campañas publicitarias y editoriales se han vuelto más "reales", y diversas, y sus modelos cada vez más naturales y sin matizar.

Estamos entrando en una nueva era de autenticidad. Y los niños de la Gen-Z llevan la delantera. Entre el grupo de amigos de mi hija, el uso de los retoques digitales se considera profundamente pasado de moda. Todos toman fotografías con cámaras Polaroid, y consideran que los filtros de Instagram son la definición misma de la falsedad. Se llaman a través de vídeo llamadas con la cámara pegada bajo la barbilla, bañados en el reflejo azul-gris del teléfono. Lucen asombrosamente "reales" y no les importa.

Los jóvenes no necesitan una ley que los aconseje: conocen todos los trucos digitales y los han rechazado a cambio de diferentes verdades. Además, ¿qué les importa? Son niños, y todos lucen increíbles.

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