Las mentiras de Cristina tienen patas muy cortas

Cristina Fernández le mintió una y mil veces a Luis Novaresio. Pero hubo una mentira flagrante: la que afirma que ella siempre declaró en tiempo y forma todos los detalles de su patrimonio y la fortuna familiar. Ayer, por televisión, a pocas horas del primer reportaje ante un periodista que intentó preguntarle casi todo, mostramos las pruebas de su engaño. Después de la muerte de Néstor Kirchner, y en plena sucesión, su contador, ahora preso, Víctor Manzanares, olvidó declarar, ante la Agencia Federal de Impuestos (AFIP) y la Oficina Anticorrupción (OA) nada más y nada menos que veintidós plazos fijo por la suma total de $ 22 millones.

 

Es decir: más de u$s 5 millones de de la época. Las copias de los certificados de cada uno de los plazos fijos no declarado fueron vistas por miles de espectadores. Y la maniobra fue descubierta por el juez Claudio Bonadio, en el expediente Los Sauces, la causa que investiga a la expresidenta por haber recibido sobornos de parte de Cristóbal López y Lázaro Báez a través del pago de alquileres.

Los certificados de los plazos fijos que nunca declaró fueron descubiertos por Raquel Moyano por la abogada de la sucesión designada por Bonadio. La hipótesis de Silvina Martínez, asesora de Margarita Stolbizer y amiga del tribunal, es que Cristina los ocultó para comprar, a través de interpósitas personas, como Lázaro y Osvaldo Bochi Sanfelice, propiedades, autos y hoteles. Hoteles como el Waldorf, en pleno microcentro porteño.

El contexto en que Cristina Fernández y sus hijos Máximo y Florencia, como parte de la sucesión, ocultaron información, era de absoluta impunidad. Los depósitos fueron realizados ante el Banco de Santa Cruz, la provincia que gobiernan desde los años noventa. La AFIP, en ese entonces, no le pedía un solo papel y era comandada por Ricardo Echegaray. La OA era presidida por Julio Vitobello, otro funcionario del palo. Este intento se hacer desaparecer dinero del circuito legal de la familia Kirchner no fue el primero ni el último. Ya lo había probado el exfiscal de Investigaciones Administrativas Manuel Garrido en el medio de una causa por enriquecimiento ilícito contra Néstor Kirchner y su esposa. Un expediente que el entonces juez Norberto Oyarbide cerró entre gallos y medianoche. Hace poco, Bonadío confirmó que Máximo Kirchner infló gastos por un total $ 20 millones durante 2016 para justificar un retiro de dinero que jamás habría realizado. Es que además de mentirosos son torpes. Una sencilla comparación con las declaraciones juradas anteriores demostró que durante 2015 apenas había gastado $ 8 millones. Al final, parece que Leonardo Fariña tenía razón. Lo que desencadenó el revoleo de guita, la adquisición de autos de alta gama, propiedades y financieras no fue un fenómeno climático sino el fallecimiento de Néstor Kirchner. Y la invitación compulsiva de Cristina Fernández a Lázaro a la quinta de Olivos para que le confirmara o le desmintiera si era Báez quien estaba comprando euros para girarlos al exterior y depositarlo en cuentas no registradas no tenía como finalidad evitar un presunto delito, sino reclamar lo que la ex jefa de Estado consideraba propiedad de su familia. Hay que repetirlo una vez más, para que una noticia no tape la otra, y nadie se confunda: Báez era un empleado bancario que a partir de 2003, con la asunción de Néstor a la Presidencia, se transformó en el empresario de la obra pública más importante de la Argentina. El fiscal Guillermo Marijuán y el magistrado Sebastián Casanello le descubrieron bienes por cerca de u$s 250 millones. ¿Será cierto que la familia Kirchner consideraría como propia parte de semejante fortuna? Por lo pronto, los papeles sostienen que Cristina, Máximo y Florencia no habían heredado, como afirmaron en sus declaraciones juradas, más de $ 60 millones sino más $ 82 millones. Y también está probado que Cristina, para eludir el embargo de la justicia, giró a la caja de seguridad de su hija más de u$s 5 millones.

El jueves pasado, en la entrevista concedida a Infobae.com, Cristina Fernández pareció compungida cuando le nombraron los bolsos con u$s 9 millones que José López llevó al monasterio de General Rodríguez. Stolbizer, indignada, reaccionó con un tuit muy directo. Decía: "CFK no lloraste pensando en los jóvenes cuando abrieron caja de Florencia y se cayeron u$s 5 millones y vas a llorar por José López. Andaaa".

La expresidenta, cuando termine la campaña, no solamente deberá explicar a Bonadio estas incongruencias. También deberá responder ante el juez Ercolini por la acusación de ser miembro y jefa de dos asociaciones ilícitas. Una, en el marco de la causa Hotesur, la empresa que compró el hotel Alto Calafate y se lo dio a gerenciar a Lázaro, quien le pagaba con el dinero de la obra pública que le autorizaba y le abonaba antes que a nadie la propia Cristina. La otra, en el expediente de los contratos de Vialidad, cuyo monopolio ostentaba el propio Báez, a pesar de que dejó un altísimo porcentaje de rutas sin terminar.

Es que las mentiras de Cristina tienen patas muy cortas. Porque no solo ella y sus funcionarios fueron insaciables. Además dejaron todos los dedos marcados.

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