Macri tiene ministros que actúan como secretarios, pero poco incentivo para cambiar su rol

La presentación del Presupuesto 2018 permitirá anticipar qué tipo de gestión espera ejecutar Mauricio Macri en su tercer año de gobierno. La necesidad de achicar el déficit fiscal impulsó a la Casa Rosada a revisar en su momento la conveniencia de ajustar o no la estructura de su actual gabinete. Pero no hay indicios de que esté dispuesta a avanzar por este camino antes de las elecciones de octubre.

De hecho, el mensaje que llegó a las segundas líneas es que la asignación de gastos será similar a la de 2017, con un incremento alineado con la proyección de inflación, o sea 15% promedio. La realidad promete ser bien distinta: los números del Presupuesto serán "políticamente correctos", pero hacia adelante la ejecución será mas restringida. La herramienta para atacar el rojo fiscal será la autorización trimestral, mecanismo que ya funcionó este año.

Todos los miembros del gabinete saben que no hay intocables, aunque en los hechos nadie imagina un cambio de rol para Guillermo Dietrich, por mencionar un caso. Y es que esa percepción parte de una realidad: desde la salida de Alfonso Prat-Gay y Susana Malcorra (además de otras individualidades como Carlos Melconian e Isela Costantini) el rol de los ministros quedó más cepillado por la autoridad que ejercen Marcos Peña y sus dos vicejefes de gabinete. "Ahora tenemos tres ministros: el resto son secretarios", asegura más de un observador de la gestión. En nombre de la homogeneidad, el equipo que quedó en funciones tiene menos integrantes que desequilibren (ya sea generando un plan alternativo o favoreciendo determinada decisión), lo que a veces limita las acciones oficiales a poner en marcha la idea con el mayor apoyo promedio posible.

Una pregunta que se hacen empresarios e inversores que miran la marcha del Gobierno con la esperanza de que las mejoras tengan otro ritmo y otros alcances, es si Macri tiene incentivos para cambiar. El modelo en principio funciona bien: el Presidente sigue siendo el que se reserva las decisiones y el que reclama a su equipo, al que le pide coordinación y trabajo conjunto. Aunque hacia afuera la gestión es vista como más modesta, Macri no cree que haya una fórmula superadora. Es un ingeniero que está más decidido a apostar por un rumbo recto, que a probar con cambios de estrategia que alteren la percepción que quiere transmitir a la sociedad y a los agentes económicos. Lo que le falta para ratificar su estrategia no es menor: que hablen las urnas.

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