Jair Bolsonaro: el candidato más odiado de Brasil

Pese a su xenofobia y defensa de la dictadura, el candidato del Partido Social Cristiano es el político con más chances de ganar la elección de 2018, según las encuestas, si Luiz Inácio Lula da Silva resultare preso o inhabilitado para competir. Concentra un 16% de intención de voto y comparte el segundo lugar en empate técnico con la ecologista Marina Silva.

Lo apodan "El Mito" y es una de las opciones presidenciales de Brasil para 2018. La más xenófoba. Una que combina un odio profundo contra todo el statu quo brasileño con un ultranacionalismo rancio, un fundamentalismo católico y hasta una cuota importante de golpismo explícito. Así y todo, Jair Bolsonaro es el político con más chances de ganar la elección el año que viene de acuerdo a las encuestas si Luiz Inácio Lula da Silva resultare preso o inhabilitado para competir.

Bolsonaro concentra un 16% de intención de voto y comparte el segundo lugar en empate técnico con la ecologista Marina Silva. Podrá parecer poco pero la historia está llena de nombres que arrancaron con una fracción y se quedaron con todo: Dilma, sin ir más lejos, rondaba el 8% al iniciar su campaña en 2010 y siendo jefa de Gabinete de Lula.

No es un outsider ni un recién llegado. Al contrario, circula por los pasillos del Congreso desde 1991 cuando conquistó una banca como diputado federal por Río de Janeiro. Veintitrés años después, se consagró como el más votado de su estado con 464.565 sufragios. Si bien militó históricamente en el Partido Progresista (PP) -toda una paradoja- en 2016 se afilió al Partido Social Cristiano (PSC) para competir por el Planalto el año que viene.

A lo largo de su carrera monopolizó un discurso de odio, sin matices, contra todas las minorías del país, empezando por los homosexuales. Por caso confesó ante Playboy que preferiría ver a sus hijos muertos antes que de la mano con "un bigotudo". Con todo, aclaró, estaba tranquillo porque no era una posibilidad, él les había brindado una correcta educación.

Bolsonaro no esconde sus puntos de vista. Al revés, los micrófonos y flashes parecen estimularlo. En una serie de documentales de 2016 titulados Gaycation, conducidos por la actriz y activista lesbiana Ellen Page, sugirió que el ingreso de las mujeres al mercado laboral y las drogas explicaban la homosexualidad. Tres años antes había rechazado la adopción por parejas LGBT pues "el 90% de los niños" serían utilizados como esclavos sexuales.

"Bolsonaro es síntoma y efecto de la crisis brasileña", opina Vicente Palermo, especialista en Brasil. Pese a que duda de las encuestas, no le extraña que gane espacio una figura así. "Una cosa es el Brasil con los sistema de partidos organizados, donde funcionan como una suerte de cartel, trabando expresiones de este tipo en la opinión pública. Y otra es el Brasil que entra en crisis y que permite que este tipo de sectores marginados se encuentren a sí mismo, se estructuren y asomen la cabeza".

Como titular de la Comisión de Seguridad Pública y Combate al Crimen Organizado, Bolsonaro veló por los salarios de las fuerzas de seguridad y levantó las banderas de la mano dura. A su entender, la respuesta al delito es un arma en cada casa para lidiar "con los tipos malos". Por ello entiende tanto a delincuentes comunes como a activistas del Movimiento Sin Tierra que amenazan "a los blancos", robándoles las tierras donde han vivido por siglos.

El 4 de abril último, en un evento organizado por el Club Hebraica de Río de Janeiro, el diputado descargó todos sus cañones sobre las ONGs a las que acusó de robar los recursos del Estado y llamó "parásitos" a los habitantes de las reservas aborígenes. También se acordó de los descendientes de los esclavos negros, a los que comparó con bestias de carga vagas: "No sirven ya ni para procrear".

Nostálgico

Cada 31 de marzo, Bolsonaro se suma a la conmemoración del golpe de Estado de 1964 y no lo hace para repudiarlo. Lo llama "una revolución" en la que no hubo torturas, solo un fracaso a la hora de "matar a los Rojos". Augusto Pinochet se quedó corto en Chile, su error fue no haber ido a fondo, desafió en 1998 en pleno arresto del dictador trasandino en Londres. En cuanto a su participación en el marco de las audiencias de la Comisión de la Verdad que buscaba aclarar el destino de los desaparecidos, opinó que "solo los perros buscan huesos".

Nacido en 1955, en Campinas, el diputado se formó en la Academia Militar das Agulhas Negras. Luego integró la brigada de paracaidistas hasta alcanzar el grado de capitán, en plena dictadura. En 1986, un año después del retorno de la democracia, fue arrestado por planificar un ataque a un oleoducto y un cuartel de las fuerzas armadas en Río de Janeiro, en el marco de un supuesto reclamo por aumentos salariales. El Tribunal Superior Militar lo absolvió dos años después y arrancó su carrera política.

Su discurso a favor de la destitución de Dilma transcendió el año pasado entre las más de 500 voces porque lo hizo en nombre del extinto Carlos Brilhante Ustra, el represor condenado en 2008 por dirigir la inteligencia militar y las torturas durante los años de plomo, entre ellos, el de la propia ex jefa de Estado. Aludió a su memoria como la "némesis de Dilma.

La BBC brasileña advirtió sobre su ascenso en octubre de 2015, cuando Donald Trump no era más que un mal chiste. Hasta lo apodaron "el Trump brasileño". Nadie duda de que pesan más las diferencias que las semejanzas en el juego de espejos entre ambos. Y no obstante, como respuestas extremas a una misma falta de credibilidad de los actores tradicionales del sistema, hay un trazo grueso en donde se hermanan, en la profunda cicatriz que separa a las sociedades de sus representantes más orgánicos. No en vano, lo que destacan los seguidores de Bolsonaro de él es lo mismo que ponderan muchos de Trump: la corrección política no es la vara con la que miden sus palabras.

Apenas se ingresa a su web, destaca una frase, junto a una foto suya: "Nuestro país es viable. Tenemos un pueblo trabajador y un territorio rico en reservas naturales. Solo tenemos que cortar la hemorragia de la corrupción". Tanto el PP como el PSC se han visto envueltos en la megatrama de corrupción del Lava Jato pero, de momento, su nombre se mantiene impoluto. Eso potencia su discurso puritano.

En Brasil, los analistas y encuestadores políticos de los principales medios dudan que Bolsonaro se erija finalmente en una alternativa. No obstante, se mantienen cautos en cuanto a dar diagnósticos definitivos: atan su proyección a la caída del Partido de los Trabajadores así como a la de otras formaciones tradicionales, el PMDB y el PDSB, y si hay algo que todo el mundo desconoce hoy es cuan profundo es el hueco y qué se esconde en la oscuridad.

Bolsominions

Su peso político es inversamente proporcional al ruido de sus palabras. En febrero, se candidateó para la presidencia de Diputados y apenas cosechó cuatro votos: el suyo, el de su hijo y otros dos legisladores.

Pese a ello, sus frases rimbombantes ganan eco en la web, replicadas mediante las redes sociales -tiene más de 4 millones de seguidores en Facebook, el doble de Lula- que administra. No huye de las selfies ni de los grupos de whatsapp. Incluso hay webs que permiten trucar fotos con él. La izquierda ha apodado Bolsominions a sus fanáticos. Otro rumor afirma que está guionando y grabando un documental sobre su vida.

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