Sapiens o Neandertales, la opción que nos deja la inminente economía 4.0

La preocupación por el devenir del empleo ocupa, aunque tardíamente, la atención de los analistas, principalmente por un futuro cada vez más cercano: la robotización de las tareas fabriles, con el consecuente desempleo de mano de obra y su impacto en la calificación de los recursos humanos.

Esta visión no deja de ser parcial frente a las transformaciones que ocurren. La denominada Economía 4.0 o cuarta revolución industrial, traerá modificaciones sustanciales, no sólo en el empleo, sino en los requerimientos y habilidades humanas, como resultado de los cambios en los productos y su tecnología de producción.

Los principales rasgos de la Economía 4.0 son el desarrollo y aplicación masiva de la inteligencia artificial convencional y autónoma, el Big Data, la robótica, energías alternativas, producción distribuida y personalizada, biotecnología, nuevos materiales, nano aplicaciones.

Si se analiza lo que se viene frente al estado de la discusión sobre la educación, el trabajo, la visión de cuál es nuestro lugar en el mundo, vemos que enfrentamos los mismos dilemas que la mayoría de los países. Sin embargo, una cuestión sí es distintiva: la visión de insertarnos en el mundo como productores de alimentos, energía y minerales. Si bien estos sectores pueden ser estratégicos en un mundo más o menos estático, claramente están cuestionados por las tendencias del cambio.

Los desarrollos en proteínas sintéticas (con gusto a las diferentes carnes) estarán en el mercado en cinco años. Aunque terminen siendo producidas para el procesamiento industrial o segmentos de bajos recursos, toda la demanda de alimentos para animales (sector sustancial de nuestra producción agraria -maíz y soja-) perderá criticidad, afectando ventajas comparativas y competitivas. Se podría suponer que la producción tradicional tenderá a ocupar un lugar de nicho, tal como es planteada ahora la producción orgánica. Pero este ejemplo sólo trata de señalar que, para analizar la economía 4.0, deberíamos superar la visión del corto plazo y evaluar los cambios posibles.

Contrariamente a lo que muchos suponen, no sólo está amenazado el empleo industrial y de baja calificación, sino que el cuestionamiento alcanzaría a todos los empleos repetitivos, estandarizados o parametrizables, sean estos de baja, mediana o alta calificación y para éstos no habrían normas o monopolios legales que los protejan en largo plazo. El otro rasgo a destacar es que el reemplazo no necesariamente se producirá por razones de costos, sino de calidad. Es decir, los nuevos productos y procesos requieren funcionalidades inexistentes en humanos. O posibles, pero con altos índices de fallas, justamente, humanas.

Aún queda la desconfianza del público a las máquinas, es verdad, y esto puede generar normas protectoras, pero, dónde no se pose esa desconfianza, los reemplazos se harán más temprano que tarde.

La cuarta revolución industrial y productiva cuestiona nuestros paradigmas y no sólo los vinculados al empleo. Si bien la humanidad ha transitado varios de estos procesos, el actual se diferencia por la velocidad y magnitud de los cambios, factores que chocan con la capacidad de adaptación de la mano de obra, generando presiones sobre el sistema económico y principalmente político.

Para un país como Argentina, que se plantea un perfil particular de inserción internacional, la agenda de la economía 4.0 debería ser abordada con rapidez, no como un relato de ciencia ficción. Si bien siempre habrá un lugar en el mundo, nuestra experiencia como humanos muestra que la coexistencia de especies es transi toria y siempre será mejor ser Sapiens que Neandertales.

 

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