Los derechos de la mujer son derechos humanos

La frase es conocida, pero no suele ser entendida. La falta de respeto a los derechos de la mujer implica la violación de derechos humanos: al trabajo, a la libertad de expresión, a la participación política. A la vida, a la integridad física.

Es necesario recordar algunas cifras. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) en su informe presentado en 2016 dio cuenta de que, a escala mundial, la brecha salarial entre hombres y mujeres es del 23% (las mujeres ganan el 77% de lo que ganan los hombres). Si bien se han realizado progresos, de prevalecer las tendencias actuales, se necesitarán más de 70 años para lograr la igualdad salarial. Por su parte, según los datos relevados por ONU Mujeres, en el mundo sólo el 4% de cargos de dirección general en empresas incluidas en la lista de la revista Fortune 500 y el 23% de los escaños parlamentarios son ocupados por mujeres. En la Unión Europea, el 75% de las mujeres en puestos de decisión han declarado haber sufrido situaciones de acoso. En la vida laboral de las mujeres el poder y el acoso se encuentran relacionados. Los números son más que alarmantes, la segregación de las mujeres en cargos de autoridad es una de las consecuencias de patrones culturales arraigados en nuestra sociedad que producen la discriminación de género.

En el año 2016 el Ministerio de Trabajo de la Nación reveló en un informe que en ningún sindicato, de los estudiados, una mujer ocupaba el cargo de secretaria general o adjunta, ni siquiera en aquellos ámbitos en los que los puestos son ocupados mayoritariamente por mujeres. En nuestro país los sindicatos son una muestra de la falta de representación femenina. Lo que ha profundizado la asimetría en los derechos de las mujeres trabajadoras, generando una enorme inequidad salarial y segregación laboral. Esto ha afectado no sólo los derechos consagrados en nuestra constitución, particularmente en el artículo 14 bis, sino también en los tratados internacionales de derechos humanos y los Convenios de la OIT adoptados por la Argentina.

La desigualdad se reproduce en todos los ámbitos, el trabajo no es el único, el desprecio por la mujer se evidencia en el ámbito familiar, en los medios de comunicación, en las calles e incluso en la política. Como sociedad tenemos enormes deudas que nos instan a seguir luchando por los derechos que aún nos faltan. Necesitamos una transformación social que lleve al respeto de la opinión de la mujer, de su dignidad y principalmente de su vida. Para lograrlo resulta fundamental emprender acciones que fortalezcan los mecanismos de prevención, sanción y erradicación de la violencia contra las mujeres en todos los sectores.

Nos urge un cambio cultural y político que incluya la participación en todo ámbito y en condiciones de igualdad del género femenino. La representación de las mujeres en puestos de liderazgo en sindicatos, organizaciones empresarias y profesionales y en los poderes del estado es esencial para defender los derechos humanos fundamentales y garantizar condiciones de igualdad. Es el momento del cambio. Aprovechémoslo para que tenga el signo de la igualdad.
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