Gradualismo fiscal: siempre malas noticias

El sistema previsional argentino está quebrado. Su déficit es 3% del PBI y explica alrededor del 42% del déficit financiero del Sector Público Nacional (7% del PBI). Este quebranto es consecuencia de dos efectos: un efecto cantidad y un efecto precio. El efecto cantidad es resultado de la duplicación de los jubilados que pasaron de 4 a 8 millones en los años K. El efecto precio, que también contribuye al déficit previsional, es resultado de la explosiva fórmula que actualiza las jubilaciones.

¿Cuál es el problema técnico de la fórmula? Dado que el gobierno K mentía con la inflación, la actual fórmula está atada un 50% a los recursos tributarios del ANSES y un 50% al salario privado. Dado que los recursos tributarios crecen con una elasticidad de 1,09 con respecto al PBI nominal (crecimiento + inflación) para el período 2004/2016, la primera mitad de la fórmula hace que las jubilaciones (AUH también) aumenten muy por arriba de la suma del crecimiento y de la inflación.

De esta manera, las jubilaciones y la AUH son “lo que más crece en toda la economía argentina. Desde 2008, las jubilaciones acumulan un aumento de +950%, mientras que los salarios (+873%) y la inflación (+762%) crecen mucho menos. En 2008/2017 las jubilaciones crecieron +24,6% en términos reales cuando el PBI per cápita, que es la generación de riqueza que las paga, creció +0%.

No sorprende en absoluto este comportamiento asimétrico entre jubilaciones y PBI p/ cápita. El combo efecto cantidad (duplicación de jubilados) + efecto precio (fórmula de actualización) costaron más de 5% del PBI. Sin ambos efectos el sistema previsional sería superavitario en más de 2% del PBI; y no deficitario por 3%. Las jubilaciones explican en gran parte porque tenemos 14p.p. (10p.p.) del PBI más de gasto (impuestos) que el promedio de la región y en consecuencia no crecemos. Las jubilaciones están detrás de la estanflación de oferta por asfixia estatal que padecemos nuestra economía desde 2012.

El aumento del pago de jubilaciones es incremento del gasto, suba de impuestos, déficit fiscal, toma de deuda, más intereses, más inflación y más LEBACs, o sea todo lo que es “malo para la inversión, productividad, generación de empleo, poder adquisitivo del salario y crecimiento. Hay que corregir sí o sí los problemas de fondo del sistema previsional para poder bajar el déficit fiscal, la presión tributaria y desahogar al sector privado para estimular la inversión, la creación de empleo, el crecimiento económico y bajar la pobreza. Hay sólo 6,5% de jubilados pobres. Hay más de 40% de niños pobres.

En este marco, una Reforma Previsional “en serio es aquella que corrige los problemas “de fondo en forma simultánea. El efecto cantidad se corrige aumentando la edad jubilatoria y su efecto no es inmediato, sino de largo plazo. El efecto precio se corrige modificando la fórmula por otra que indexe menos los haberes.

La edad jubilatoria debería ser similar para ambos sexos. De hecho, la expectativa de vida femenina supera la masculina. Adicionalmente, se debe elevar la edad jubilatoria alineándola con el aumento de la expectativa de vida, que subió 15 años desde que la edad jubilatoria fue establecida. La actualización de los haberes jubilatorios debería estar atada (en alguna medida) a la evolución del PBI per cápita, que es la generación de riqueza que paga las jubilaciones. Por el contrario, si la actualización de las jubilaciones es totalmente independiente del PBI per cápita, sucede que hay una falta de correspondencia entre el principal gasto del Estado Nacional (las jubilaciones son el 43% del gasto primario de Nación) y la billetera (generación de riqueza) que las paga.

No hay que ser hipócritas. En un país con 13 años consecutivos de inflación de dos dígitos y +1.383% de inflación acumulada desde diciembre 2004, pretender que las jubilaciones, los salarios públicos y los sueldos sindicalizados le ganen siempre a la inflación, implica que los trabajadores privados no sindicalizados y los empresarios, que invierten y generan empleo, estén condenados a perder. Así de simple. La elevada y sostenida inflación “achican la economía sí o sí; caso contrario la inflación no sería un problema. Si algunos sectores ganan (jubilaciones, salarios públicos, trabajadores sindicalizados), otros sectores (trabajadores privados, no sindicalizados y empresarios) van a perder más. Y en el resultado global, todos estamos cada vez peor. No lo invento yo, lo dice la teoría y lo muestra la realidad. Nos viene pasando hace años. De hecho, el PBI per cápita cae -7% contra 2011.

El Proyecto de ley oficial no es una “Reforma Previsional, porque no soluciona “en serio sus problemas “de fondo . Por un lado, no se arregla el efecto cantidad porque sólo se incluye un pequeño incremento optativo de la edad jubilatoria. Por el otro, la fórmula de Cambiemos sigue siendo mala porque garantiza crecimiento en términos reales. Sin embargo, la fórmula de Cambiemos es menos nociva que la fórmula K porque es más conservadora. Con la nueva fórmula, que establece una actualización 70% (30%) vinculada a la inflación (salarios), las jubilaciones también le habrían ganado al inflación en 2008/2017, pero su aumento real habría sido 13,2p.p.inferior que el de la fórmula K.

Según nuestras estimaciones, el cambio de fórmula (sin bono especial) ahorraría -0,6% del PBI ($ 77.000 millones) permitiendo una baja del déficit previsional de 3% a 2,4% del PBI en 2018. Este ahorro por cambio de fórmula (-0,6%) no compensaría el aumento de déficit primario (+0,7%) por incremento del gasto en Acuerdo Nación-Provincias (+0,4%) y por pérdida de ingresos fiscales (- 0,3%) en la Reforma Tributaria en 2018.

En este marco, si no se cambiara la fórmula y se dejara todo lo demás constante, el déficit primario saltaría a 3,9% en 2018, sobrepasando la meta fiscal (3,2%) por como mínimo +0,7 p.p. del PBI. El déficit financiero saltaría a +7,2% del PBI. Este escenario no sólo sería un duro golpe político para el gobierno, sino que también sería el fracaso del gradualismo fiscal. Las metas fiscales y de inflación difícilmente se alcanzarían en 2018/2019. El déficit fiscal 2019 sería mayor que en 2015. Argentina necesitaría tomar más deuda. Pero paradójicamente el riesgo país aumentaría y el mundo nos prestaría más caro. La carga de intereses se incrementaría alimentando el círculo vicioso. Paralelamente, la emisión de pesos y de LEBACs también sería mayor. Del otro lado, el nivel de actividad sería más débil. La probabilidad de crisis aumentaría y el horizonte temporal se reduciría.

Por el contrario, si se vota la fórmula y el gasto baja -0,6% a expensas del ajuste sobre jubilados, Nación seguiría necesitando recortes adicionales por -0,1%/-0,2% del PBI para asegurar el cumplimiento de la meta fiscal 2018. Es decir, sin ajustes del gasto en obra pública, planes sociales y empleo público, el horizonte fiscal no luce sencillo. No sorprende. Son las consecuencias del gradualismo fiscal, que es el arte de dar permanentemente malas noticias a cambio de nada o muy poco. Era cantado. No será el último capítulo de la saga.

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