YPF, Aerolíneas y los límites reales del estatismo de campaña electoral

La afirmación que hizo Mauricio Macri sobre el futuro de YPF y Aerolíneas Argentinas en manos del Estado está tan llena de condicionantes económicos que su discusión en el marco de una campaña electoral inevitablemente será incompleta.


Aunque algunos sectores políticos consideran que todas las privatizaciones se producen por una confluencia de intereses espurios (y por oposición, toda estatización se hace en defensa del interés público), lo cierto es que la mayoría obedeció a necesidades financieras y fiscales del gobierno de turno.


Si el kirchnerismo avanzó con la nacionalización de varias empresas que ya habían sido estatales, fue porque nunca se sintió atado por la restricción fiscal. El déficit de estas compañías ha sido solventado con aportes monetarios del Banco Central y el consecuente impuesto inflacionario. Es la misma vía de financiamiento que se usó en los 80, hasta que la híper destruyó el mandato ideológico y dio pie a que años más tarde ingresaran fondos privados para aportar dólares (la variante K de esta receta son los créditos chinos para obras de infraestructura).


Scioli, Macri, Massa o Sanz pueden estar de acuerdo con que YPF o Aerolíneas sigan en la órbita del Estado, pero no pueden sostener mucho más un déficit fiscal que orilla 6% del PBI. El capital que necesitan para crecer difícilmente salga de los ingresos corrientes. Por eso lo que hoy es un eslogan de campaña estará más atado a las necesidades de caja, más allá del color político del próximo presidente.

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