Las crónicas dirán que Javier Milei asumió la presidencia de la Republica Argentina el 10 de diciembre de 2023, siendo el primero en la historia en ocupar ese cargo al que podríamos caracterizar como un outsider. En un país que consagra constitucionalmente la existencia de los partidos políticos, con restricciones que van desde su federalismo hasta su sistema de votación para quienes quieran cuestionar el status quo, en dos años pasó de panelista e invitado a los programas de televisión a constituir un partido, ser elegido diputado y convertirse en Presidente.
Milei no es peronista ni radical, por lo tanto es ajeno a las dos tradiciones que han dominado la política argentina durante el siglo XX, al menos desde la existencia de elecciones transparentes por voto popular desde la sanción de la ley Sáenz Peña en el año 1912. Es también el primer economista de profesión en ser electo para ocupar la primera magistratura, y también el primero en definirse como libertario y anarco-capitalista.
El nuevo presidente asume en un contexto económico dominado por un régimen de alta inflación y nulo o muy bajo crecimiento económico que viene sufriendo la sociedad argentina, de manera creciente, desde el año 2011. Los problemas vinculados con el déficit del gasto público, con el acceso al mercado de divisas para importar o exportar, con el endeudamiento y con los desequilibrios macroeconómicos en general, se fueron profundizando a lo largo de tres periodos de gobierno de distinto signo político. No es extraño entonces que la sociedad haya recurrido a alguien de afuera del sistema para resolver lo que el sistema no pudo o no quiso o no supo solucionar.
No se trata de una casualidad que el elegido mayoritariamente por los electores haya fundado una fuerza de orientación liberal-libertaria. La crisis actual también ha generado una ruptura del consenso estado céntrico que parecía consolidado luego de la caída del régimen de convertibilidad en los años 2002-2003. Los seguidores de Milei, además de gritar fuera la casta política, exclaman por más libertad y menos Estado.
Al mismo tiempo, los contextos de alta inflación (dejemos a los economistas el tecnicismo de definir cuándo esta se convierte en una hiper) son propicios para el surgimiento de liderazgos disruptivos y habilitan la concentración del poder, o al menos el intento. Así nos muestran distintos ejemplos de la década del 90 que van desde Menem en Argentina (admirado confesamente por el nuevo presidente) a Fujimori en Perú, pasando por Collor de Melo en Brasil, solo por citar algunos con disímiles trayectorias.
Como dos caras de la misma moneda, Milei es el presidente mas fuerte y mas débil al mismo tiempo, al menos de la democracia mas reciente, del 1983 a la fecha. Es el más fuerte porque los votos son enteramente suyos y no le debe nada a nadie. Independientemente de las restricciones contextuales e institucionales, el presidente tiene las manos libres para la toma de decisiones. No hay estructura, organización o aparato al que uno pueda, al menos públicamente, atribuirle a Milei algún compromiso o atadura. Es el mas débil porque es el que cuenta con menos recursos institucionales para enfrentar una agenda de reformas profundas como las que propone. Su bloque de diputados no llega a cuarenta y sus senadores se pueden contar con las dos manos y nos van a sobrar algunos dedos.
Las experiencias liberales en Argentina reconocen diferentes orígenes y trayectorias. Desde el experimento de Martinez de Hoz en el marco de la dictadura militar, pasando por el menemismo hasta el mas reciente gobierno de Mauricio Macri. ¿Qué diferencia al proyecto de La Libertad Avanza de estos anteriores? Es el primer presidente que, en un agotamiento del clima ideológico estatista, asume por el voto popular con la propuesta central de campaña de un fuerte achicamiento del Estado.
Pero sin cumplir una semana en la Casa Rosada, todavía es muy pronto saber qué lugar ocupará en la historia el nuevo presidente. Propongo entonces que pensemos en un tablero de control presidencial para seguir la evolución de este proceso político. Aquellos que estén familiarizados con procesos de gestión política o empresarial sabrán que ese tipo de herramientas se utilizan para medir la evolución de indicadores que se consideran centrales para alcanzar objetivos. Un sistema que, a modo de un semáforo, puede dar alertas tempranas que permitan prevenir malos resultados y eventualmente corregir rumbos.
En mi opinión hay cinco dimensiones que debería seguir el gabinete presidencial, y cada una de ellas deberá luego tener indicadores concretos. La primera de ellas, que la empezamos a ver en los días previos a la asunción la denominaremos el palacio. Nos referimos a la construcción de su equipo ministerial. Se trata de una fuerza política muy nueva que, por lo que hemos visto hasta el momento, se nutre de dirigentes de todos los espacios políticos, incluido del elenco de funcionarios de la administración saliente y, como era de esperar, de individuos sin experiencia en la gestión publica. Esa amalgama supone un desafío, que incluye al mismo presidente. Un buen equipo no garantiza el éxito pero es condición necesaria para que suceda.
Una segunda dimensión se refiere a la calle. Combina la conflictividad social pero también la relación del Presidente con la opinión pública. Todo proceso de ajuste trae aparejado un costo social alto y nuestro país tiene organizaciones sociales con una dinámica muy ejercitada de conflicto con las instituciones estatales que, además, tiene lugar en el espacio público. Pero sería ingenuo pensar que la lógica de ese conflicto no tiene interacción con la valoración que el conjunto de la sociedad tiene de la gestión presidencial. Imagen Presidencial, cortes de calle, paros, todos elementos a tener en cuenta.
La Justicia también es una variable que deberemos seguir para entender la evolución de este gobierno. Milei ha adelantado que su gobierno supone un profundo proceso de reformas que incluirá cambios en las relaciones con las provincias, en la forma de definir jubilaciones y pensiones, en las tarifas de servicios públicos o en las relaciones laborales. Cualquier decisión judicial puede poner en jaque al gobierno si no lo habilita a tomar decisiones centrales para el programa económico.
Sin duda la cuestión legislativa es el tema que más tempranamente despierta preocupación en relación a la fortaleza del gobierno. El Congreso puede constituirse en su talón de Aquiles si no logra construir las mayorías de las que, en los hechos, carece.
De la forma en que se combinen estas cinco dimensiones estará el resultado de este experimento inédito que esta comenzando a vivir la Argentina.




