Tribulaciones en un país sísmico

En uno de sus ensayos, Tomás Abraham, que es más que un filósofo, cita una reflexión del fallecido historiador Tulio Halperín Donghi: la Argentina es una "república sísmica", con períodos separados por desastres, crisis, sacudidas, temblores propios. Claro, aquí no tiembla la tierra ni se vienen abajo los edificios, pero se abren grietas, golpea en la estructura social, lleva a la quiebra a parte de su sociedad, una y otra vez y lo peor es que luego la memoria se pierde.

Esto es lo que pasa inexorablemente en el país cada tantos años. Ahora que estamos en un vendaval, que el gobierno ve que el piso se le mueve, que muchos de los que lo votaron han perdido la confianza, conviene recordar que todo el equipo de Mauricio Macri accedió al poder bajo la bandera de la "filosofía del optimismo". Fue la gente del PRO, no de Cambiemos, que comenzó a manejar el barco en solitario, olvidando a sus socios. Heredábamos un quebranto, una pésima gestión del cristinismo, un mar de mentiras y disparates,que había que poner en caja de inmediato, que se deberían haber prendido todas las alarmas. Sin embargo, para ellos con el "optimismo" nos salvábamos. ¿ Lo pensaban en serio o sólo lo usaban con el propósito de mantener el caudal electoral como slogan?

El sábado pasado, en La Nación, Eduardo Fidanza puso las cosas en su lugar. Escribió: "el optimismo exagerado" del proyecto del PRO condujo a la idea de que un grupo de extracción privada podía realizar cambios de fondo para poner a la Argentina en sintonía con el mundo globalizado. Ese optimismo nunca tuvo la capacidad suficiente para dar vuelta todo lo que venía del pasado, clamó por inversiones privadas que no llegaron. Sólo ganó la performance de conectarse con figuras destacadas en el mundo, después del aislamiento populista absurdo, pero hasta ahora sin grandes ganancias. Porque la especulación financiera a la que dio lugar, la timba con los bonos, cuando se fueron se agregaron a la avidez de los privados.

Se dan cuenta de varios errores. Uno fue fijar metas inflacionarias, un dilema que para resolverlo se requiere muchísimo tiempo y cierta paz interior en una sociedad indómita como la argentina. No han dado resultado las volteretas del Banco Central en el juego de tasas y dólar.

Se sabe que el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional podría llegar a conocerse dentro de un mes. Si bien el FMI ha cambiado, incluyendo el trato con los que piden ayuda, el tronco de su permisividad no será distinto a los de acuerdos anteriores.

Hay otras noticias que sobresalen aunque no se difundan demasiado. Así, el 15 de junio se define la categoría del país a la que se atienen los grandes inversores y nos encasilla más allá del entendimiento con el Fondo Monetario. O nos ubican como "país fronterizo" o como "país emergente". El año pasado se dijo que no estaban las condiciones para considerarnos "emergentes". Una postergación, seguir como "fronterizos", promueve demasiada incertidumbre. Si seguimos como "fronterizos" ningún Fondo buscará invertir en la Argentina.

No sólo las tarifas provocan temblores en el sector privado. Las que sufren son las Pymes, entre tantas. Además de las familias donde los ingresos alcanzan menos para ir tirando. Las Pymes deben hacerle frente a tasas de interés del 40% si necesitan ayuda. Los descuentos de cheques los bancos cobran el 70%. A eso hay que sumarle la presión fiscal y la caída del consumo evidente en la mayoría de los sectores. Todo es muy difícil y sobrevivir cuesta un Perú. Más allá del resultado de la pugna en el Senado, incluyendo el ruego presidencial de que atrasar tarifas es imposible porque no hay plata para enfrentar un atraso, lo cierto es que incluso en el nivel de noviembre impacta sobremanera en todos los grupos sociales y productivos.

El gobierno no vió o no quiso ver otras problemáticas. Las del sector externo de la economía son palpables. El déficit comercial es la clara muestra de negligencias oficiales. No se pusieron a buscar nuevos mercados. Ese déficit alcanza a u$s 8471 millones. Argentina exportó un dólar pero importó 1,2 dólares. En total llega a más de u$s 17.000 millones. En el medio de la sequedad en los ingresos, los argentinos viajaron al exterior y gastaron u$s 13.000 millones.

Según estudios privados, sólo en el mes de abril el déficit comercial llegó a u$s 930 millones. Contrastando que el gobierno quiera racionalizar gastos por $ 200 millones suena a ironía. El rojo comercial rondaría $ 8.200 millones en términos anuales. Paralelamente hubo un alza generalizada de importaciones, que en casi todos los casos crecieron más rápido que los precios. Así, entonces, la caja del negocio está trabada, no abre, no obedece, no hace prender las luces rojas. Pero estas dificultades vienen de arrastre sin que se las haya dado vuelta.

¿ Qué hacer? Muchos analistas y periodistas que no quieren poner troncos en el camino de esta administración no encuentran argumentos sólidos para defenderla, mientras ella trata de negociar en distintas direcciones. Hablan de un gobierno "confundido", "atribulado", sin perspectivas . Y por lo tanto sin chances electorales futuras. Se escuchan sugerencias que el gobierno no quiere escuchar: un ministro de Economía con más poder porque en los hechos Dujovne sigue reportando a Marcos Peña y al circulo estrechísimo de Mauricio Macri. Así, para evitar dispersiones y decidir con más rapidez.

La devaluación, el desbarajuste de las tarifas, la inflación ocultan el drama de que todo junto aumenta la pobreza. Que el kilo de pan cueste $ 60 es tema de consultas de todo tipo. Porque en medio de una precaria subsistencia con un kilo de pan y mate cocido cena una familia de escasos recursos, si es que puede. A la pobreza heredada del cristinismo se le agrega esta nueva desgracia que los planes sociales no revierten.

Lo cierto es que la crisis cambiaria y otras tribulaciones le ha dado terreno libre a los cristinistas que quieren bañarse en pureza, ha fomentado nuevas alianzas dentro del peronismo aunque aún sin fuerzas que posibiliten un armado electoral que les permita presentarse en 2019. Pero, ¿y si la crisis se potencia? Aún el peronismo no está unificado ni tiene un plan de gobierno ni un criterio para volverse oposición inteligente y conciliadora.

El espacio que ha dejado la crisis envalentonó a cierta conducción sindical que ha desbordado todas las racionalidades y ha utilizado un lenguaje de violencia extrema. Los Moyano padre e hijo han sugerido una huelga como la de los camioneros en Brasil que paralizó al país vecino, desabasteciéndolo de materias imprescindibles.

Sometido a limitaciones judiciales, en el frente de acusaciones sobre ilegalidades, Moyano ha llegado a criticar a uno y otro lado. Y en una escala patética, advirtió al Gobierno que "la pelea va a ser con el que se ponga adelante". Y, como en la serie El Padrino, agregó: "Si me ponen entre Macri y Urtubey pido una 45". Para el espanto, qué dudar.

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