En Shell Argentina quedaron muy buenos recuerdos de la actuación que Peter Voser tuvo como gerente en los años 90. Pero nadie imaginaba por entonces que ese suizo tan ejecutivo como amable iba a ser encumbrado pocos años después como Ceo mundial de la petrolera anglo-holandesa, cargo que ocupó hasta el año pasado, para pasar a desempeñar la misma función en el conglomerado de ingeniería y construcción ABB. A lo largo de su carrera Voser ganó muchos millones. Sólo por los años 2012 y 2013 embolsó un total de 22 millones de libras esterlinas (unos 33 millones de dólares).

¿Se lo merecía? ¿Era una compensación acorde y proporcionada a lo que él aportaba? ¿Es el estímulo necesario para incentivar la eficacia? Puntualmente, esa remuneración de 22 millones de libras esterlinas generó bastante crítica, porque no fueron años de muy buenos resultados para la compañía. Pero más allá de ese caso específico, luego de su partida de Shell, Voser dijo que si le hubieran pagado la mitad él no hubiera gestionado peor, y que si le hubieran pagado el doble tampoco lo hubiera hecho mejor. La admisión demuele la justificación de que los supersueldos de los ejecutivos tienen relación estrecha con los resultados.

El mundillo de los altos ejecutivos ha acusado recibo de la creciente indignación que provocan sus obscenas remuneraciones, que en Inglaterra son 143 veces más altas que el sueldo promedio de los empleados de esas compañías. La reacción más notoria provino del Institute of Directors, una organización centenaria y muy influyente que nuclea a miles de miembros de directorios y altos ejecutivos de firmas líderes. Su titular, Simon Walter, declaró que "el pago a los ejecutivos top ha perdido todo sentido de proporción (...) Claramente hay excesos que vienen de décadas".

No obstante, casual y curiosamente, justo ayer se difundió el informe anual de Shell, donde figura que Ben van Beurden, el sucesor de Voser, cobró por su tarea del año pasado un total de 24,2 millones de libras esterlinas. La nota del Financial Times advirtió que eso "podría encender protestas acerca de la remuneración de los ejecutivos".

La limitación de esos "excesos" es una de las propuestas que Anthony Atkinson plantea para combatir la desigualdad en el mundo. "Los empleadores deben adoptar políticas de remuneración éticas, y la adopción de esas medidas deben considerarse como una precondición de elegibilidad para la contratación de servicios y compra de mercadería por parte de organismos y empresas públicas", escribió en un artículo titulado After Piketty que se publicó en la última edición del British Journal of Sociology.

Sir Atkinson es una de las máximas autoridades mundiales en materia de desigualdad y pobreza. De hecho, es junto a los franceses Thomas Piketty Emmanuel Saez y al argentino Facundo Alvaredo, uno de los cuatro responsables de la monumental investigación The World Top Income Database, que fue el sustento estadístico en que se basó Piketty para elaborar la teoría sobre la concentración del ingreso que expone en el ya famosísimo best seller El Capital en el Siglo XXI. Un impresionante fenómeno que ha provocado que el 1 por ciento más rico de la población mundial sea dueño de la mitad de la riqueza total, mientras la mitad más pobre posee nada más que el 1%.

Además de la limitación a los supersueldos, en el ensayo After Piketty (pronto publicará un libro titulado Inequality. ¿What can be done?), Atkinson propone, entre otras iniciativas:

n Direccionar el cambio tecnológico hacia actividades que incrementen la empleabilidad, especialmente en la provisión de servicios;

n Aplicar una estructura más progresiva en el impuesto a los ingresos, con una tasa marginal del 65% para el 1%que más gana;

n El gobierno debe garantizar un empleo remunerado con el salario mínimo para cualquiera que lo demande;

n Elevar la presión tributaria a los altos patrimonios y a la herencia o transferencia gratuita de bienes;

n Garantizar una tasa de interés positiva y atractiva para los pequeños ahorristas;

n Establecer un ingreso básico universal para todos los niños.

Al final del paper Atkinson cita la siguiente afirmación del best seller de Piketty: "La historia de la distribución de la riqueza ha sido una cuestión profundamente política"; y agrega que "será la política la que finalmente decida si las propuestas para reducir la desigualdad serán o no adoptadas en el Reino Unido, en la Unión Europea o en cualquier otra lugar".

¿Tendrán alguna opinión formada y proyectos sobre el tema Macri, Massa, Randazzo o Scioli, los políticos con chace de presidir la Argentina? Un país en el que los sueldos de los directores y altos ejecutivos están lejísimos de los impúdicos valores del Primer Mundo (es raro que el ingreso anual total del Ceo de una compañía líder supere el millón de dólares), pero donde la desigualdad entre ricos y pobres es considerablemente mayor.