Siglo XXI cambalache, ¿problemático y febril?

No vamos a decir que el mundo fue y será una porquería, ni siquiera en este extrañísimo 2020. No lo vamos a decir -querido Enrique Santos Discépolo- porque aunque sepamos que sigue vigente aquel inolvidable tango en el que pintaste la idiosincrasia argentina como nadie, creemos que hoy no todo es igual. Es cierto, sí, que en estos tiempos a veces nos sentimos en un “cambalache problemático y febril pero “vení, sentate a un lao que te cuento que en este merengue -como dirías vos- algo hemos cambiado.

No es lo mismo lo transgénico que lo orgánico, reciclar que tirar o tomar consciencia de nuestros consumos que ser un consumista voraz. Pareciera que en estos meses de aislamiento social obligatorio hemos aprendido a cuidarnos de todas las maneras posibles, desde cómo prevenirnos ante un virus desconocido (¿es 70% de alcohol o 70% de agua?) hasta cómo leer las etiquetas de lo que compramos para nuestras vidas cotidianas.

¿Será de verdad orgánico? ¿Cruelty free? ¿Y si armo una huerta en el balcón? ¿Si me compro una bici? Según un estudio reciente de Mercado Libre, en Argentina más de 650.000 usuarios compraron productos sustentables en los últimos 12 meses y para 28.000 de ellos, esa compra amigable con el medio ambiente fue la primera registrada en la plataforma. La mayor demanda estuvo en los alimentos orgánicos, huertas y composteras, movilidad sin emisiones y en productos basura cero. Durante la pandemia, detallan, se duplicaron estos consumos en el país y en Latinoamérica.

Para quienes pueden, pensar en una vida sustentable empezó a ser importante. Se despertó, así, cierta conciencia de que nuestros cuerpos son consecuencia de lo que comemos y de cómo cuidamos nuestro bienestar general. Sin embargo, la paradoja es que no aplicamos el mismo razonamiento en nuestra conducta en cuanto a los consumos culturales. Nuestros pensamientos y nuestra mente se nutren de lo que leemos, lo que miramos y en definitiva, de lo que se lleva nuestra atención y tiempo.

He aquí quizás parte del cambalache y la contradicción que nos atraviesa. Mientras vivimos atentos al WhastApp, nos entregamos sin límite a las stories infinitas y a los filtros utópicos, adoptamos nuevos modelos de consumos más sustentables en nuestra cotidianidad pero perdemos de vista lo que sucede a la vuelta de la esquina. Nuestros montes, nuestras tierras, se están quemando. Porque durante la pandemia los ecocidios no sólo no se detuvieron sino que aumentaron.

La quema descontrolada de pastizales en el Delta del Paraná, los incendios en Córdoba que llevan más de 15 días, la deforestación en el norte del país que según Greenpeace arrasó con casi 30.000 hectáreas de bosque nativo entre marzo y julio, y las fumigaciones con agrotóxicos son sólo una muestra de todo lo que sucede y que a veces no nos genera la misma conciencia que nuestros microconsumos.

Tampoco se ha impulsado el pedido de una Ley de Humedales cuando un cuarto de nuestro país está ocupado por humedales que entre otros beneficios previenen inundaciones, potabilizan el agua, ayudan a mitigar el efecto de las sequías y son aliados en la lucha contra el cambio climático ya que son los ecosistemas que más carbono capturan. A esta larga lista de problemáticas se sumó en las últimas semanas la advertencia de organizaciones ecológicas sobre el posible acuerdo con China para la instalación en el país de granjas industriales para la cría de cerdos, que generaría un modelo insustentable, con altos riesgos sanitarios y explotación animal.

¿Será que empezamos un cambio gradual sobre el impacto social de nuestros consumos y pronto tendremos una conciencia más global sobre la importancia de nuestros recursos naturales?

Lo alentador es que desde la comunicación también se comenzó a dar cuenta de estas problemáticas ambientales, en parte porque hay líderes de opinión que imponen el debate en los medios y en la agenda política. Greta Thunberg, la joven activista sueca de 17 años elegida por la Revista Time como la persona del 2019 y nominada ese mismo año al Premio Nobel de la Paz, es una de ellas y representa a miles de jóvenes que piden medidas contra el cambio climático. Son, también, las nuevas generaciones, no ya los Millennials sino los llamados Generación Z, quienes vienen con fuerza a señalarnos el mundo que viene.

“Nuestra casa está en llamas, no nos quedemos solamente acostados mirando , pidió Greta. Y en su mensaje se visibiliza nuestro rol. Somos nosotros como comunicadores quienes tenemos la responsabilidad de impulsar cómo pasar de las microconciencias a las macroconciencias, junto con las corporaciones que defienden estos mensajes, para generar cambios masivos. Quizás tengamos que despertar a muchos aún en este siglo XXI problemático y febril.

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