Reactivación en el 2020: ¿cómo lograrla?

En 2020, con o sin quitas, los servicios de la deuda deberían representar una carga baja o muy baja para el fisco. Lo que se pague de deuda en dólares dependerá de cuánto apoyo externo se logre. Lo que se pague en pesos estará acotado a las capacidades de expansión monetaria, que serán en todo caso, muy limitadas (si se pretende bajar significativamente la inflación).

Lo anterior, permitirá "interrumpir" el ajuste fiscal en marcha desde la crisis del año 2018, de modo que haya espacio para generar una secuencia de consolidación fiscal mejor tolerable: primero se crece, luego se genera el superávit fiscal primario, que permita ir pagando los intereses de la deuda pública. Y cuando el mundo vea esto (que equivale a decir que el ratio deuda/PIB empiece a caer), las chances de "rollover" de la deuda deberían incrementarse significativamente, lo cual "normalizaría" la situación financiera del país.

Podríamos estimar para 2020, en lugar de una meta (pactada con el FMI) de superávit primario del 1%, el nuevo gobierno pudiera fijarse una meta de déficit primario del 1% del PIB. Meta que para no generar mayores disrupciones y temores, debería ser acompañada de compromisos creíbles respecto a objetivos de superávit fiscal primario del orden del 3% del PIB a futuro, siendo que la "velocidad" del ajuste fiscal, bien pudiera quedar atado al crecimiento logrado: cuanto mayor crecimiento, más rápido debiera llegarse a la meta, cuanto más lento el crecimiento, más tiempo se tomaría el país para alcanzar esos objetivos.

En términos de reactivación económica, según estimaciones que realizamos en la consultora que dirijo, un déficit del 1% del PIB durante 2020, lograría generar interanualmente (IV trimestre de 2020 respecto a IV trimestre 2019), un efecto positivo de aumento del PIB del 1,2%.

Otros dos factores estimulantes de la economía argentina para 2020 podrían ser: subas salariales y expansión crediticia.

Los efectos de aumentos de salarios reales sobre el consumo (y sobre el PIB), serían positivos. Esto sería por 2 efectos: a) los asalariados gastan más y más rápido sus ingresos que los no asalariados, b) con contribuciones marginales a costos fijos positivas, los empresarios se verían estimulados a aumentar la producción ante los aumentos de costos salariales, siempre que vieran un ambiente general positivo (p.ej. con bajas de las tasas de interés). Pero hay que tener mucho cuidado al respecto. Si se exagera en esto (y la forma de hacerlo es vía un aumento de salarios muy superior al aumento del dólar), se generarían graves desequilibrios (vía atraso del dólar), y los resultados positivos serían muy efímeros. No se debería intentar recuperar por el momento, la pérdida de poder adquisitivo del salario de los últimos dos años. Pero sí podría aumentar el salario más que el dólar y más que el IPC, año tras año. En 2020, el salario promedio podría aumentar 5 puntos por encima del dólar (p.ej. 25% de salarios y 20% de dólar en 2020), lo cual permitirá unos 3 puntos de aumento del salario sobre IPC. Y esto podría continuarse (a niveles nominales cada vez más bajos) en años subsiguientes. Un aumento del salario real de 3 puntos en 2020, podría redundar en un efecto positivo sobre el PIB del orden del 1,3%. Y sin generar daños en la economía (desequilibrios).

La fuente más promisoria para reactivar la economía en 2020, debería venir del lado crediticio. Tras el daño ocasionado en los últimos años, vía colapso crediticio, hay buen espacio para reversión de esa política. Un dólar administrado, previsible, p.ej con una devaluación del 20% durante 2020, sería muy compatible con una tasa badlar del 25% y una tasa Leliq (base de las tasas para créditos), del 30%. Si esto sucediera, sería previsible un fuerte aumento de la demanda de crédito. Demanda que podría satisfacerse con la caída del stock de Leliq, hasta el límite que impusiera el aumento de la demanda de dinero. La demanda de base monetaria, se sustentaría en dos pilares: aumento por la tasa de inflación (en el ejemplo, del orden del 22% durante 2020), y aumento por la "remonetización" de la economía, esto es, el aumento de la demanda de dinero por encima de la tasa de inflación, debida a la caída de la inflación (que pasaría del 55% al 22% en esta simulación).

El aumento del PIB por esta vía, durante 2020, podría ser (efectos crediticios y monetarios netos), del orden del 2,0%.

Tendríamos entonces tres efectos positivos: crediticio y monetario neto, que aportaría 2,0%, salarial, 1,3% y fiscal, 1,2%. Sumados, implicarían durante 2020, que el PIB podría crecer aproximadamente un 4,5%.

Reactivar en 2020, a buen ritmo, es posible (y necesario). Si se intentara "a lo bestia", recuperando salarios perdidos del 2018 y 2019, con más déficit fiscal al recomendable, o forzando el crédito más allá de la demanda razonablemente esperada de base monetaria, se haría un gran zafarrancho, y nos esperaría más temprano que tarde, una dinámica de aguda estanflación (inflación muy alta y PIB cayendo), muy dañina y peligrosa (riesgos crecientes de hiperinflación y/o confiscaciones de depósitos). Pero si las cosas se hacen bien, la economía se puede reactivar, con inflación en claro descenso, sin atraso cambiario, y sin generación de desequilibrios económicos.

El tiempo que se vaya a lograr por el "reperfilamiento" de la deuda, habrá que aprovecharlo bien. Sería en tal caso, tiempo "ganado". Si se impusiera la "ansiedad" por lograr mejoras muy rápidas (digamos, "populismo"), terminaría siendo, una vez más, tiempo perdido. La suerte no está echada. Dependerá de la sensatez del nuevo gobierno, y es lícito poder esperar que "esta vez será diferente". Alguna capacidad de aprendizaje deberíamos tener, no?

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