
En ocasión del tradicional Te-deum del 25 de mayo, en una exhortación general a dejar de lado los destratos, las descalificaciones y las humillaciones a los otros, Jorge Garcia Cuerva, el arzobispo de Buenos Aires dijo: "Tenemos necesidad de diálogo, de forjar la cultura del encuentro, de frenar urgentemente el odio".
El oyente estelar en la Catedral Metropolitana era Javier Milei, seguido de cerca por las cámaras que registraron su total indiferencia hacia las presencias de Victoria Villarruel y Jorge Macri. Los posteos en X que le siguieron a tal episodio, con la leyenda "Roma no paga traidores", demostraron que el llamamiento eclesiástico al sosiego fue apenas una anécdota diurna para el presidente, más interesado en exhibir la gestualidad del poder, ejercido de manera implacable, ante el derrotado Jefe de Gobierno porteño.
Mientras tanto, la reaparición de Cristina Kirchner, en un discurso inusualmente breve, trajo consigo una invitación a su audiencia a reflexionar acerca de los sectores sociales descontentos con el rumbo actual del gobierno, que en algún momento votaron por el peronismo, pero que no están dispuestos a volver a optar por candidatos justicialistas. Eso explicaría, según la expresidenta, la acentuada baja participación en las comunas y barrios más pobres de la Ciudad de Buenos Aires en la última elección.
¿Puede la merma en la participación electoral ser parte de un hecho coyuntural, que esté poniendo de manifiesto la poca relevancia percibida por la ciudadanía en comicios por cargos "menores"? ¿O hay allí un testimonio de un fenómeno más estructural? Uno podría entender que Argentina se encuentre convergiendo hacia tendencias mundiales de desafección democrática. Tal suceso emerge como consecuencia de la desconfianza creciente hacia ciertas instituciones, como los partidos políticos, tal como ya lo retrataba en 2013 el politólogo Peter Mair en "Gobernando el vacío". Así, los partidos fallan en proveer lazos orgánicos con los ciudadanos y pasan a ocupar el lugar de meros vehículos electorales.

Desde La Libertad Avanza (LLA) dejan trascender que se encuentran cómodos en un entorno en el que se contrapongan los núcleos duros de un lado y del otro, en la apuesta de que aquel votante algo descontento con el estilo presidencial termine convergiendo al final del camino hacia la opción libertaria, por ser el único instrumento competitivo para evitar un triunfo del kirchnerismo. Esta postura culminó probándose bastante convincente en las elecciones de la Ciudad, pero es prudente que el oficialismo la asuma como una hipótesis y no como una ley.
Según el último informe de Indicadores de Preferencias Políticas (IPP) que elaboramos mensualmente con D'Alessio IROL, Unión por la Patria y La Libertad Avanza se disputan el primer lugar en un hipotético escenario electoral a nivel nacional, con 31% y 30%, respectivamente. En paralelo, cerca de un 25% de los consultados viene inclinándose sistemáticamente, en los últimos meses, hacia la opción "ninguno" al ser relevados acerca del partido que cuenta con las mejores propuestas y candidatos.
Lo mismo ocurre cuando se pregunta por el espacio con mejores equipos y capacidad de gestión para resolver los problemas del país. En el contexto actual, ¿Existe la posibilidad de que surjan alternativas electorales lo suficientemente competentes y competitivas, con un mensaje prospectivo atractivo, y con la capacidad de persuasión necesaria para generar una disrupción beneficiosa en la oferta partidaria?
No es esperable que aquello que hoy se presenta desorganizado y fragmentado en el universo opositor, con especial desconcierto entre aquellos actores comprometidos con el liberalismo político, la defensa de las instituciones y la estabilidad macroeconómica, encuentre un formato sintetizador en el corto plazo. Si es muy temprano para entender qué es la oposición al gobierno libertario y quienes están en condiciones de representarla mejor, es porque quizás también sea muy prematuro para hacer una sentencia categórica sobre qué es Javier Milei. Solo ha transcurrido un año y medio desde el inicio de su gestión, mientras quedan por delante reformas desafiantes para articular y poner en marcha, en medio de un contexto internacional cada vez menos previsible.
Transitamos un periodo de anamorfosis política, en el que estamos rodeados de imágenes y paisajes que parecen caóticos, deformados y difícilmente inteligibles para esquemas de comprensión convencionales. En la anamorfosis como técnica artística, el observador sólo puede dar con la apariencia coherente de las figuras cuando se posiciona en un determinado ángulo, desde el cual logra completar el sentido por medio de una construcción óptica. Es posible que LLA haya sido la primera fuerza partidaria en haber conseguido llegar a ese punto de vista desde donde las cosas parecen verse más claras y desde donde "todo marcha de acuerdo al plan" (TMAP). Lograron resolver el acertijo antes que nadie, sería aventurado asegurar que vayan a ser los únicos.





