Opinión

Primer round entre Gobierno y oposición

Al cabo de dos años de difícil y tortuosa trayectoria, el proceso electoral que conduce a las elecciones presidenciales de 2023 ha llegado a su fase final. De no mediar alteraciones de último momento -introducidas ya sea por la intervención activa de la Corte Suprema o de gobiernos provinciales tentadas de reformas electorales de último momento- el calendario esta ya a punto de cerrarse. En dos semanas dará paso a la que seguramente recordaremos como la campaña electoral más crispada y difícil de que se tenga memoria en los 40 años de transición democrática.

Las tendencias electorales han dejado de ser un misterio. Tres cuartas partes del electorado, repartido en la intención de voto hacia Juntos para el Cambio, el Frente de Todos y La Libertad Avanza, pugnan por convencer a otra cuarta parte, que se resiste a definir sus preferencias, bajo el argumento mas que razonable de que tampoco existen hoy candidaturas definidas.

Lo importante es señalar que, a poco más de diez semanas de las PASO, el porcentaje de quienes confiesan su voluntad de participar en las elecciones no llega al 60% de electorado nacional. Un 20% de electorado insiste incluso en no responder a las preguntas de intención de voto. De hecho, no son precisamente ciudadanos desinformados o apáticos. Todo lo contrario, están dispuestas a responder cualquier pregunta casi sin ambigüedades. De hecho, siguen con interés los avatares de la política. Una cosa es el desapego indignado hacia las promesas de la política en general y otra, muy distinta, el interés hacia todo lo que ocurre en la Argentina de todos los días, tanto en la política como en otros ámbitos de la vida social. El argentino común ha sobrevivido a varias guerras y todas ellas exacerbaron sus reflejos hasta el limite sus reflejos de supervivencia.

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La sociedad argentina esta, en efecto, muy lejos de la apatía que algunos pretenden. El ciudadano medio está interesado y sigue de cerca los acontecimientos con un grado razonable de precisión y espíritu crítico. En las encuestas, casi no hay No sabe-No contesta, salvo en lo atinente al voto. Se equivocan quienes le demandan interés y pasión hacia el espectáculo de la política. Las supuestas disputas y conflictos históricos entre los candidatos le resuenan como vacíos de contenido. Son el reflejo de una política que se agota en consignas y eslóganes. Sin ideas ni contenidos, reducida a las redes sociales ya los paneles de discusión importada en radios y TV. Las contorsiones discursivas de los candidatos han dejado de sorprender a un electorado más informado, experimentado y escéptico que la mayoría de los electorados del resto del mundo. Y la publicidad política, ya es sabido, es a la publicidad mas o menos lo que la música militar es a la música.

Por, sobre todo, ese argentino medio sabe, ya curado de espanto, que a pocos minutos de la medianoche del 23 de junio -fecha prevista para la presentación de listas de precandidatos y a solo 50 días de los comicios- , la comedia de enredos terminara abruptamente. Las jefaturas de las dos grandes coaliciones cerraran las listas de candidatos. Habrá concluido así en ese momento preciso el ciclo de las PASO. Al cabo de dos años de una campaña permanente, deliberadamente vacía de contenido, centenares de dirigentes que acudieron al momento de máxima apertura del sistema verán cerrarse en sus narices, la puerta de ingreso a la política real. En el final, no más de media docena de personas, inclinaran el pulgar y cerraran las listas, dejando una vez más adentro, el lote cada vez más diezmado de invitados permanente a las ceremonias de fictivas. Segundos afuera, comienza la pelea, reservada en exclusividad a los de siempre.

Sin embargo, algo hay de nuevo y, por cierto, muy prometedor hacia el futuro. El sistema ha avanzado en su nivel de fragmentación y, al fragmentarse, se reencuentra con brotes verde de pluralismo y diversidad. En los rincones, crece nuevamente la hierba. Es decir las posibilidades ha hora inéditas de una mayor pluralidad y representatividad del sistema político.

Las dos grandes coaliciones nacionales lograron en los últimos años alternarse en el gobierno. Comparten, en consecuencia, el pesado costo del fracaso de sus respectivas gestiones de gobierno. Ambas son incapaces de generar incentivos suficientes para volver a recuperar a las grandes mayorías. Su empate actual es estructural

Una de las razones centrales es que ambas coaliciones fracasaron precisamente en los cuatro temas capitales que hoy concentran la demanda social en casi todo el mundo: economía, seguridad, educación y empleo

El fracaso de la política deriva de su incompetencia para afrontar las mayores demandas sociales. Demandas de alta complejidad que desbordan la perspectiva simplificadora y amateur de una política que mas bien reproduce y amplifica la incompetencia. "El origen de nuestros problemas políticos -asevera con acierto el filósofo Innerarity- reside en el hecho de que necesita unos actores que ella misma es incapaz de producir". Produce y multiplica la incompetencia, al tiempo que se amplifica la complejidad de los problemas.

Las dos grandes fuerzas políticas se muestran como incompetentes e incapaces y se aprestan a sufrir un castigo social por su incompetencia. Ambas parecen incapaces ya de generar incentivos para una reconstrucción. De allí, precisamente, la emergencia de una n uva coalición.

Para una mayoría creciente de ciudadanos, la política esta vacante. De allí que genere tanta expectativa la presencia sorpresiva de visitantes inesperados que invocan, desde su desparpajo, su capacidad para romper con el statu quo. "Vengo a destrozar los aparatos partidarios", proclamo un hoy casi irreconocible Carlos Menem hacia finales de los 80, un no tan remoto antecedente de los actuales Milei o Grabois, cuando pateo las puertas de la política, sin invitación de nadie, decidido a ocupar el vacío abierto por el fracaso político para dominar la hiperinflación. Un discurso supuestamente antisistema que horrorizo a la Argentina bien pensante del momento. No muy diferente del que, en circunstancias idénticas ha encumbrado a casi todos los emergentes de la actual crisis de las democracias liberales del continente, desde Chaves, Correa o Kirchner, hasta Boric en Chile, Petro en Colombia, Castillo en Perú, Lopez Obrador en México o Bolsonaro en Brasil.

Como en todos los sistemas basados en el mecanismo de una segunda vuelta electoral, triunfara quien mayores capacidades demuestre en la tarea de sumar adhesiones en torno a una unidad clara y significativa. Quienes se dividan, serán derrotados, por profundas y valiosas que puedan los motivos de la división. Es que no es una simple aritmética electoral. En el fondo, es mas bien cuestión de una profunda y compleja geometría electoral, cada vez más exigente, precisamente por el contenido variable y dinámico de sus componentes. El trasfondo, una sociedad cada vez mas segura de si misma, exigirá e impondrá premios y castigos inapelables. Segundos afuera: pasen los primeros. Primer round.

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