Portugal: el "milagro" que Alberto Fernández quiere emular

El término "milagro" asociado a las decisiones políticas y económicas me parece que siempre oculta verdaderos planes y programas que tuvieron por detrás la aceptación de la situación presente, las búsqueda de fines pero anteponiendo los medios necesarios para poder lograrlos.

Sucedió en el sudeste asiático, que no recibió poder superior alguno para luego tener años de crecimiento y desarrollo sostenido.

En la actualidad, Portugal es considerado como "leading case" de salida de crisis económica con alto nivel de deuda a nivel mundial.

El candidato presidencial del Frente de Todos, Alberto Fernández, fue hasta allí hace unos días a escuchar e interpretar su caso para ver qué puede ser homologable a la Argentina.

En 2010 el déficit fiscal "portugués" era del 9,8 % del Producto Bruto Interno (PBI), su deuda inmanejable. Como a la Argentina en 2018 se le había cerrado el mercado de deuda voluntaria.

En 2012, fui a estudiar temas de comercio a Portugal. En las avenidas comerciales habían crecido en forma considerable las "lojas da segunda Mão" (tiendas de segunda mano).

Al estilo del trueque de 2001 en la Argentina pero con visos de creatividad se habían instalado gran cantidad de tiendas de ropa de segunda mano. Como el comerciante no tenía liquidez suficiente para afrontar nuevas compras de mercadería aceptaba usar su vidriera para que clientes le dejen su ropa y las exponga, llevándose una comisión por el desarrollo de la operación.

Por ejemplo: Una campera de marca de 200 euros el dueño la dejaba, la exhibía en su vidriera y si el comerciante la vendía le pagaba a su dueño el precio acordado por el artículo, mientras el comerciante se quedaba con un margen de ganancia.

Esta modalidad de venta trajo mucha controversia. Para obtener dinero, los portugueses se deshacían de productos en buenas condiciones de marcas como Chanel, Prada, Miu Miu, Louis Vuitton, que en momento de crisis afectaban a estas marcas que vendían productos pero nuevos en sus puntos de venta en Portugal.

Los hipermercados como IKEA y C&A cerraron sucursales. Mientras en 2010 se habían creado 5195 puestos de trabajo, en 2011 ya se habían perdido 6593 en el área de consumo masivo de acuerdo con la Asociación Portuguesa de las empresas de distribución.

A su vez, sucedía lo impensado: un departamento con local a la calle en el centro de Lisboa en la peatonal Augusta estaba en venta a solo 160.000 euros.

La situación era grave. Existían en Portugal desde 2011 tres tasas de IVA, una reducida del 6% para bienes de primera necesidad como arroz, pan, agua, por ejemplo. Otra del 13% aplicable a determinadas importaciones y bienes y servicios, y del 21% aplicable solo a bienes suntuarios.

Llegó un paquete de ayuda por parte Fondo Monetario Internacional (FMI), la Comisión Europea (CE) y el Banco Central (BCE) por 78.097 millones de euros.

Nada es gratis en la vida, menos en política y mucho menos "milagroso" en economía, por lo cual ese plan "salvataje" fue a cambio de reformas estructurales.

En 2012, el IVA de los restaurantes pasó de 13 % intermedio al general de 23 por ciento. El IVA del 21% pasó a 23% para todos los bienes suntuarios.

Otros productos también dejaron de cobrar la tasa intermedia de 13% por la general del 23%, como fue el caso de las conservas de fruta, frutos y productos hortícolas, aceites y margarinas, café, pizzas y comidas precocinadas, entre otros.

El agua mineral, por su parte, también aumentó. En este caso, del 6% al 23%.

El déficit fiscal debía bajar a 4,5% en 2014. El gobierno de centroderecha de Pedro Passos Coelho realizó recortes de gastos en salud, educación, beneficios sociales y pensiones estatales.

Se subieron los impuestos como explicamos arriba. Se congeló el salario mínimo por cuatro años, sueldos del personal del Estado por tres años, se suspendió la contratación y ascensos del personal.

La demanda interna estuvo a la baja durante todo el proceso, las exportaciones creciendo y la contracara es que sin embargo la deuda respecto del PBI era de 130% en 2014.

A los efectos de comparar el caso de Portugal con la situación actual de la Argentina, Matías Surt, economista de Invecq, aporta el gráfico que acompaña esta nota, que refleja que en 2010 (período 0) el déficit fiscal total de Portugal era 11,2% del PBI y en 5 años logró reducirlo al 4,3%.

A partir de 2015, se dio el período del partido socialista de la mano de Antonio Costa, que dejó atrás las medidas de austeridad a pesar de las objeciones de los acreedores. Comenzó a otorgar estímulos a las empresas, créditos fiscales y financiamiento a las pymes. Recortó otras partidas de gasto en infraestructura para compensar su presupuesto y lograr el equilibrio fiscal comprometido pero por otros medios.

La clave estuvo en incentivar la actividad privada, pero mantener orden y ajustar al sector público, que recortó su déficit a 0,5% del PBI en 2018 y espera lograr superávit en 2020 luego de 25 años.

Sin embargo, el "milagro" no fue de un día para otro. Mientras las exportaciones representaban el 29 % del PBI en 2010, pasaron al 43,6 % en 2018, de acuerdo con Eurostat. Los mayores incrementos fueron durante el gobierno de Passos Coelho que de no existir ese fuerte ajuste, Antonio Costa hoy en forma inteligente no podría levantar la cosecha de aquella siembra "ortodoxa" que hoy florece bajo la "heterodoxia".

En mi viaje compartí estadía con el ministro de Salud de Brasil de la presidencia de Fernando Henrique Cardoso. Camino a Nazaré (región centro de Portugal) en micro en un momento le reclama a la guía de viaje portuguesa "¿você não sabe falar português que eu não entendo?" ("¿Usted no puede hablar portugués que yo no entiendo?"). La guía hablaba perfecto portugués con sonido fonético de Portugal que le hacía dificil ser comprendido por los hablantes de ese idioma en Brasil.

Es que nada puede ser emulado. Ni el idioma. La Argentina y Portugal tienen condiciones diferentes, en la que nuestro país tiene una inflación de 55%, tasas de interés del 85%, una economía bimonetaria, déficit fiscal crónico, devaluaciones permanentes del peso y una clase política en permanente grieta. Antes de evaluar cómo solucionaron sus problemas afuera debemos reconocer los propios y tomar decisiones a la altura de la complejidad "argentina".

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