No estamos para Robert De Niro: ¿Por qué los políticos se desconectan de la realidad?
Ya habían pasado las 11 de la mañana del lunes 24 de abril y ya había arrancado un día agitado en el que el dólar blue había subido. El ministro de Economía se mostraba hiperactivo. Iba de acá para allá con actividades tales como la negociación del desembolso de dólares provenientes de China para la construcción de dos represas en el sur, anuncios de obras en Edesur y el programa de subsidios para garrafas. Pero la noticia que arrasaba en los portales la daba el Presidente Alberto Fernández.
Fernández se había desplazado de la quinta de Olivos a la casa del humorista y conductor Mex Urtizberea en el barrio porteño de Caballito para participar de una entrevista radial en la que, entre las cosas que pasaron, hizo balances de su gestión y respondió que le gustaría ser interpretado por Robert De Niro en una película. Esto se viralizó casi al instante porque este fue el día en el que el dólar blue había cruzado los $460.
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Una situación similar sucedió casi tres años antes, el 14 de julio del 2020 cuando, pese al DNU firmado por el Presidente Fernández, mediante el cual se prorrogó la vigencia del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio, diez personas fueron a la quinta de Olivos para celebrar el cumpleaños de la primera dama Fabiola Yáñez.
El problema es que este tipo de desconexión de la realidad no es una característica única del Presidente. Atraviesa a la dirigencia en su conjunto. La diferencia de agendas es ostensible. Mientras la sociedad busca soluciones para sus problemas materiales, la dirigencia se auto coloca en un lugar en el que los personalismos, las especulaciones y las luchas internas son las principales actividades.
En Juntos por el Cambio (JxC) las internas entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta cada semana tienen un nuevo capítulo. En estos últimos días generó ruido la incorporación de José Luis Espert en el entorno Bullrich porque una de sus hipótesis es que Larreta la habría impulsado para sacarle votos, algo que el entorno de Larreta niega.
Pero la madre de todas las batallas en JxC entre Larreta, Bullrich y Mauricio Macri es por el postulante a jefe de Gobierno porteño del PRO. El expresidente Macri y Patricia Bullrich respaldan a Jorge Macri, que esta semana dijo que será el candidato del PRO vaya quien vaya y se cruzó con Fernán Quirós. Larreta respalda a Quirós pero también suena el nombre de María Eugenia Vidal. De hecho, el ministro de Salud porteño dijo que puede suceder que ni él ni Jorge Macri sean los candidatos en la Capital. Los radicales, mientras tanto, miran expectantes la posibilidad de recuperar el control político de la ciudad que alguna vez estuvo en manos del partido a través de Fernando De la Rúa. La lista podría seguir. Pero es interesante detenernos aquí con este tipo de intrigas para pensarlas como un concepto. Porque la idea no es describir este tipo de pujas, sino tratar de entender por qué ocurren.
Lo que vale preguntarse, entonces, es por qué los políticos evaden la realidad pese que, en algún momento, tienen que regresar a la realidad para buscar el voto ciudadano. Es decir, es interesante empezar a comprender por qué los políticos tienen una agenda tan diferente a la de la gente, pese a que más temprano que tarde necesitan de los ciudadanos para acceder o conservar el poder.
Una interpretación desde el psicoanálisis es que cuando los dirigentes están en la cima del poder parece que no tienen límites porque el poder les desarrolla una especie de inmunidad con la realidad y sus propios límites parece que desaparecen.
Según el psicoanálisis lo que nos hace aterrizar un poco en la realidad es la castración. La castración son los límites. En el caso de muchos líderes políticos argentinos hay algo del orden de no conectar con los puntos de castración. Niegan todas cuestiones que tienen que ver con los límites: la pobreza, la inseguridad, el dolor, la inflación. El "no pude hacer esto", "no me salió como quería" es una herida narcisista que, en ese lugar de poder, parecería mejor negar, evitarla.
De acuerdo con esta interpretación, depende de la calidad humana del líder la conducta puede ser una evasión, una negación o un "realmente me importa un carajo". Esto básicamente depende de si es buena o mala persona. Es decir, hay personas a las que no les importa nada y hay otras que creen fehacientemente que eso debe ser de esa manera.
Faltan unos meses para las elecciones presidenciales de octubre y hay un fenómeno que pareciera ser un espejo al de los líderes desconectados: los votantes desconectados. Según la consultora Isonomía de Juan Germano, Pablo Knoporff y Rodrigo Martínez esto explica en cierto grado el surgimiento de los 'votantes plataformas': ciudadanos que se desconectaron de la realidad socio-política del país porque se cansaron, decidieron preservarse, sus problemas, en su mayoría económicos, no se ven solucionados o representados, entonces cómo sienten que nadie le aporta soluciones a sus necesidades, prefieren abstraerse. Estos votantes representan el 25% del padrón electoral. Muchos de ellos no quieren ni responder las encuestas. Se enojan si les preguntan.
En un país con tantos desafíos y oportunidades e incertidumbre hay algo que sí está claro: no estamos para Robert De Niro.
Pero no es broma. Hay una pregunta que queda sin una respuesta concreta. Tiene que ver con las consecuencias de la desconexión entre los gobernantes y los gobernados. ¿Quién gana con ese divorcio? A 40 años de la recuperación de la democracia, los argentinos cargamos con varios desafíos sobre nuestras espaldas. Uno de ellos tiene que ver con la forma en que nos acercamos a los asuntos públicos. En general, somos testigos de las pujas de los gobernantes. Quizás es tiempo de cambiar la perspectiva y pasar del testimonio a la acción. Ese camino, casi nunca explorado, a lo mejor colabora para que las agendas de los gobernantes y de los gobernados tengan más puntos de contacto que de diferencia.
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