

No puede haber derechos humanos para tiempos de paz y derechos humanos para tiempos de guerra. Tenemos que compartir un mínimo común denominador de respeto a la humanidad incluso cuando estalla un conflicto armado.
La guerra en Ucrania abre nuevos interrogantes sobre cómo mejorar los canales de diálogo para un multilateralismo de paz, para regenerar la confianza y avanzar en el desarme de las grandes potencias, para una globalización que reduzca en lugar de amplificar la polarización doméstica. La comunidad internacional está compelida a sembrar concordia, no a exacerbar diferencias. Es el último tirante de un puente entre el final de la agresión y el inicio de una tregua.
En un nuevo contexto global, resulta indispensable comprometernos con la crisis humanitaria y ponernos al lado de los más vulnerables. Este compromiso no es solo del gobierno nacional, sino de diversas fuerzas políticas y sociales vivas de la Argentina, de trabajadores, empresarios, de la sociedad civil y de la academia.
Debemos abolir las nuevas formas de esclavitud del siglo XXI vinculadas a las condiciones que padecen las víctimas de migraciones forzosas y los refugiados, que en el caso de Ucrania superan los 2 millones de personas. Más aún cuando el punto de partida era ya preocupante por la pandemia. Un estudio reciente estimó que la violencia de género se incrementó en las fronteras por la crisis del Covid y que la pérdida de ingresos aumentó la inseguridad alimentaria, sanitaria, la vulnerabilidad y la explotación de los migrantes ("Forced migration", Universidad de Birmingham).
Es preciso levantar barreras defensivas que sean inquebrantables y que sirvan, por ejemplo, para garantizar la estabilidad de todas las instalaciones nucleares y la seguridad energética. Organismos multilaterales con capacidad técnica e imparcial, con capilaridad en el terreno, con diálogo permanente con todos los países, más allá de la bandera ideológica, son la salvaguardia que enhebramos a través del consenso para evitar males mayores. Rusia suministra el 20% del gas natural que importa el mundo, con picos de 35% en algunos países europeos ("Why energy insecurity is here to stay", The Economist). El camino de las sanciones económicas debe considerar, como señala la académica Pinelopi Goldberg de la Universidad de Yale, las potenciales consecuencias en todas sus dimensiones y, en todo caso, caminos alternativos ("Lose-Lose Trade Sanctions", Project-syndicate).
Al tiempo que conformamos espacios internos para el diálogo, enfrentamos la difícil misión de robustecer el tejido institucional bajo principios de solidaridad. La más avanzada tecnología de comunicación no garantiza que podamos escucharnos, que reemplacemos la violencia por canales de diálogo. No hay innovación capaz de reemplazar el espíritu componedor del oído humano.
En este sentido, la diplomacia es una artesanía de la paz. La desesperada situación en Ucrania y el dramático conflicto demandan acciones contundentes de la comunidad internacional para mantener vigentes foros de intercambio que costaron décadas edificar ("Multilateralism after the Ukraine invasion", The World Policy Forum). Esto solo será posible evitando decisiones que siembren más hostilidad en lugar de concordia. La intolerancia es la antesala a los campos de batallas fratricidas.
El consenso por ofrecer asistencia multilateral necesita abarcar más recursos. Como país miembro, la Argentina apoya la iniciativa de lasNaciones Unidas sobre el giro de 1.700 millones de dólares para ayuda humanitaria; el paquete de 3.000 millones de dólares que prepara el Banco Mundial; y la agilización del acuerdo de Ucrania con el FMI por 5.000 millones para proveer liquidez más inmediata ("There Is No Time to Spare: Multilateral and Bilateral Economic Support to Ukraine", Center for Strategic and International Studies).
América Latina se fortalece en la unidad. En diversos ámbitos diplomáticos el voto común de los países del Mercosur y de la Alianza del Pacífico es un indicio de que más allá de diferencias circunstanciales, en temas prioritarios nos une más de lo que nos separa. La Argentina tuvo incluso la distinción de presidir la Comisión de Derechos Humanos que realizó una primera condena del conflicto. Una versión renovada de la guerra fría con otros protagonistas sería un escenario penoso para la región. Rusia produce 15% del total de fertilizantes del mundo, y 40% de las exportaciones de la región de ese destino son insumos para la fabricación de alimentos. Desde que estalló la guerra, el precio de los fertilizantes más que se triplicó con su consecuente impacto en la oferta agrícola final. La Argentina, como gran parte de la región, no quedará exenta de sufrir presiones inflacionarias adicionales en el sector de alimentos, y por eso resulta clave producir capacidades tecnológicas propias que puedan cerrar esa brecha.
Contó además con referentes de la comunidad global, como Michael Shifter, Presidente del Diálogo Interamericano; y José Antonio Sanahuja, Asesor Especial para América Latina y el Caribe de la Unión Europea. Junto a destacados expertos nacionales e internacionales, como Rafael Grossi, Director General de la Agencia de Energía Atómica de la ONU; y Federico Villegas, Presidente del Consejo de Derechos humanos de Naciones Unidas, se analizaron los distintos escenarios que afronta la Argentina y la región.
Las opciones que se abren por delante en una nueva encrucijada son complejas. Será mejor si la elección del camino a transitar es inclusiva y proviene del intercambio entre distintos puntos de vista con una mirada federal, siguiendo el espíritu que hace solo 13 meses dio inicio a las actividades del CES.
En la encíclica Populorum progressio, Pablo VI afirma que "si el desarrollo es el nuevo nombre de la paz, ¿quién no querrá trabajar con todas las fuerzas para lograrlo?". Medio siglo después, la escritura en espejo es igualmente incuestionable: la paz es el nuevo nombre del desarrollo. No escatimemos esfuerzos en nuestra contribución para alcanzarla.


